MADRES DE PRIMERA
Mauricio Alvarado
A principios de mayo, diez mamás de las localidades de Bosa y Techotiva, en Bogotá, decidieron que sus hijos eran todos los que estaban en la calle. Después de encontrarse un par de veces en el Portal de la Resistencia (otrora conocido como Portal Américas) decidieron organizarse. Antes de ser las “mamás de primera línea” no se conocían. Las unía la edad, ser cabeza de hogar, tener entre dos y cinco hijos pequeños, y ser parte de las gruesas cifras de desempleo femenino que se dispararon en la pandemia del COVID-19. Su apuesta comenzó como una manera simbólica de proteger a la juventud volcada a las calles en el paro nacional, escudadas tras pedazos de muebles que les servían de protección y confiadas en el refrán popular de que no hay nada más feo que pegarle a la mamá. Pensaban así hasta que recibieron el embate de siete aturdidoras el pasado 19 de mayo por parte del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD). Cambiaron los escudos rotos y volvieron a las calles dispuestas a morir, según dicen. Su trabajo no remunerado, como el de las mamás de este país, es cuidar; así que se han dado a la tarea de acompañar a las mujeres solas a sus casas en medio del tropel y apoyar a las madres cabezas de hogar que, como ellas, se sienten abandonadas por el Estado. “Si todas las mamás del país estuviéramos en primera línea, yo creo que no habría violencia policial”, dicen.