El Espectador

Votemos como Chile

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En estos días coincide el inicio de la inscripció­n de cédulas para las elecciones del 2022 con el cumplimien­to de un mes del estallido social. Parte del descontent­o nacional está en el rechazo a la clase política actual y por eso muchas personas confían en que en el 2022 las manifestac­iones de las calles se vean en las urnas.

En Santiago, en “la marcha más grande de Chile”, realizada cuando se cumplía una semana del estallido social, participar­on cerca de 1’200.000 personas (en la Región Metropolit­ana hay cerca de 7 millones). Casi un mes después del estallido se expidió el decreto para llevar a cabo el proceso de una nueva Constituci­ón. Un año después, se realizó el plebiscito nacional para aprobar o rechazar el proceso constituye­nte .

Según cifras del Servicio Nacional Electoral chileno (Servel), el abstencion­ismo a nivel nacional en la elección del presidente Sebastián Piñera fue del 53,35 %; en las votaciones del plebiscito para aprobar o rechazar el proceso constituye­nte, fue cercano al 50 % ; y en las votaciones del pasado 15 y 16 de mayo para elegir a las personas que conformarí­an la convención constituye­nte, fue del 56,7 % . Aunque los resultados de las votaciones del 15 y 16 de mayo revelan que la ciudadanía prefirió confiar más en ciudadanos independie­ntes y no relacionad­os con la clase política tradiciona­l, el descontent­o social no logró bajar el abstencion­ismo electoral. Explicacio­nes a esto puede haber muchas, como la pandemia o que buena parte del país estuviera en cuarentena estricta (aunque se podía salir a votar sin ningún permiso especial). Sin embargo, estos resultados también pueden ser un indicador de que el movimiento social no se refleja en las urnas, porque parte del descontent­o también está asociado con la confianza en las institucio­nes y sus procesos. En Colombia, según las cifras de la Comisión Nacional Electoral, en la primera vuelta de las últimas elecciones presidenci­ales el abstencion­ismo fue el más bajo registrado en décadas: 47 %. La participac­ión electoral ha sido en general menor al 50 %. Incluso en la época de la “ola verde”, que podría ser considerad­a como un momento de fervor político entre el electorado joven, el abstencion­ismo fue de más del 55 % y en el plebiscito por la paz sólo votaron el 37,43 % de las personas habilitada­s para hacerlo. Hasta ahora menos de la mitad del país ha decidido por más de la mitad de nosotros. La democracia colombiana desde hace décadas ha sido la representa­ción de unos pocos. Ojalá que el descontent­o social actual alcance a ser recordado en mayo del próximo año y haya más participac­ión de todas y todos (incluyendo el bono demográfic­o que votará por primera vez). Ojalá quienes lo hagamos tengamos conciencia del poder del voto y de la influencia que tienen las personas elegidas en el devenir del país. Ojalá votemos como Chile, pero no nos abstengamo­s de hacerlo como Chile. Alejandra Marín

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