El Espectador

“‘Esa no es la respuesta’, me dijo un uniformado”

- CECILIA OROZCO TASCÓN

El joven estudiante de música de la Universida­d del Valle Álvaro Herrera Melo cuenta por qué terminó afirmando, en un video, que hacía parte de “un grupo de vándalos” en lugar de decir que estaba tocando en un concierto, como consta en otros videos. Su “confesión”, mientras estaba tirado en el piso y botaba sangre de su cara y su pecho, fue grabada por un policía. Pero en lugar de ser prueba en su contra, lo salvó. Historia de un grave episodio que muestra la degradació­n de las confrontac­iones.

Todos conocemos el video en que usted dice que es un vándalo, mientras estaba tirado en el piso de una estación de Policía. ¿Quién lo estaba grabando y cuántas personas, además de quien grababa, estaban presentes en ese momento?

Eran unos cinco o seis policías, unos vestidos de civil y otros con uniforme. Quien me estaba grabando era un agente que sacó su celular después de agredirme física y verbalment­e.

¿Cuáles agresiones sufrió?

El que me grabó y otros policías y civiles me daban puños y patadas. Mientras tanto, algunos me hacían preguntas como “¿quién le paga?”, “¿qué estaba haciendo allí?”. Si yo intentaba contestar algo, me volvían a golpear.

¿Cuándo lo detuvieron y quiénes eran las personas que lo capturaron?

Eran civiles, casi todos armados. No podría decir el número exacto de ellos, debido a la confusión y a las agresiones de que estaba siendo objeto. Pero eran más de cuatro. Tampoco sabría decir con plena certeza de quiénes se trataba. De lo que sí estoy seguro es de que algunos tenían chaleco antibalas sin distintivo­s de la Policía ni de otra entidad.

¿Cómo sabía que llevaban chalecos antibalas?

Porque eran muy notorios.

Descríbame, por favor, los momentos previos y posteriore­s a la retención ilegal de que fue objeto pues ningún civil, y menos aún sin identifica­rse, puede andar por ahí realizando capturas ....

Ese 28 de mayo yo hacía parte de lo que se conoce, en Cali como el Cacerolazo Sinfónico, un movimiento musical que se gestó en el marco de las manifestac­iones que se iniciaron el 28 de abril. Debido a la alteración del orden público que se estaba presentand­o, terminamos el concierto y me retiré, a pie, para irme hacia mi casa por otra ruta. Como las confrontac­iones tenían lugar en la carrera 100, barrio Ciudad Jardín, me fui por la calle 16, rodeando el campus de la Universida­d del Valle. Mientras caminaba, vi a un grupo de motociclis­tas mirando los choques que se presentaba­n en la avenida Cañasgorda­s. Me detuve en el centro comercial Jardín Plaza y escuché disparos. En ese momento empecé a grabar con mi celular para registrar lo que estaba sucediendo. Unos veinte minutos después, hacia las 4 de la tarde, empezó una arremetida de civiles armados con fusiles y armas cortas que se encontraba­n detrás de un contingent­e policial que estaba apostado sobre la avenida.

Disculpe la interrupci­ón: ¿los civiles armados estaban con los policías?

Sí. Y en ningún momento vi que los policías increparan a los hombres armados o que trataran de detenerlos. Con más precisión puedo afirmar, porque se conocieron videos que subieron después a las redes, que había agentes detrás, al lado y delante de esos civiles. Parecía que hacían parte del mismo grupo. Como le dije, yo estaba grabando todo lo que estaba pasando. De repente, algunos de los civiles armados retrocedie­ron y uno de ellos se detuvo en el otro lado de la avenida y me apuntó con su arma. Cuando lo vi, en un acto instintivo, cogí una piedra del suelo como para tratar de defenderme y empezamos a gritarnos a lo lejos. De pronto, siento que otro hombre armado, que llegó por mi lado izquierdo, me sometió apretándom­e el cuello como si quisiera ahorcarme. Muy rápido llegaron más civiles y, entre todos, empezaron a someterme y a maltratarm­e física y verbalment­e. En videos grabados por otras personas que estaban cerca, se muestra esa escena y mi forcejeo para zafarme pero no lo logré. Primero, eran muchos, y segundo, yo tenía mi instrument­o musical –un corno– cruzado en la espalda y no podía moverme muy bien. Cuando caí al suelo, me cogieron a patadas. Después me levantaron y, como muestran las imágenes, ya mi camisa estaba totalmente rasgada. Por eso me veo sin ella en las grabacione­s posteriore­s. Esos mismos civiles me condujeron sin soltarme y entre forcejeos, me entregaron a dos uniformado­s a los que les dijeron que yo era un vándalo.

Cuando los civiles lo cogieron a la fuerza y se lo llevaron, ¿usted sabía para dónde iba? ¿Cómo terminó en la estación de Policía si la retención había sido hecha por personas que aparenteme­nte no eran de la institució­n policial?

Insisto en que era obvio que estaban juntos. Sin embargo, quienes me detuvieron eran civiles sin identifica­r. Cuando me entregaron a los uniformado­s, como consta en otro video, me quitaron el corno. “Miren, este es un vándalo, mírenlo”, les dijeron los de civil a los agentes. Estos me llevaron preso sin decirme nada.

¿Nunca le dijeron por qué razón lo detenían, de qué lo acusaban ni cuáles eran sus derechos?

Ni una palabra. Fui conducido por ellos dos, pero los civiles nos seguían, detrás. Me llevaban en dirección al CAI de Ciudad Jardín. Cuando pasábamos al frente de una camioneta blanca, tipo Toyota,

uno de los hombres armados dijo: “metámoslo a la camioneta, metámoslo a la camioneta”. Yo me asusté y empecé a echar hacia atrás y a decir “no, no, no”. Luego me condujeron hacia una patrulla que estaba estacionad­a unos metros atrás de la camioneta. Uno de los policías añadió, con total claridad: “¿Por qué no lo desaparece­mos?”. Me metieron a la patrulla y cuando estaba entrando al vehículo, un civil me pegó fuerte contra la puerta. Al final me llevaron a la estación de La María.

¿Es cierto, como se ha dicho en algunas partes, que personas de Ciudad Jardín, barrio en donde ocurrió su retención ilegal, aplaudían a los civiles mientras lo arrastraba­n a usted por la calle, hacia los policías uniformado­s?

Sí, es verdad. Eran personas que estaban paradas en las aceras y entre las cuales había señoras mayores de edad. Ellas aplaudían a los civiles armados y también a los policías y les gritaban “bravo, bravo, gracias, gracias”.

¿Alguien les preguntó a los uniformado­s por qué lo detenían o qué estaba haciendo usted y por qué estaba ensangrent­ado?

No. Nadie preguntó nada, nadie me defendió. Al contrario, aplaudían porque me llevaban preso.

¿Qué sucedió en la estación antes de que uno de los uniformado­s empezara a grabarlo?

‘‘(Quienes me retuvieron) eran civiles, casi todos armados. No podría decir su número exacto, debido a la confusión y a las agresiones que me estaban propinando”.

En cuanto me entraron a la estación, empezaron a agredirme, como ya había señalado. Perdí la noción del tiempo por los golpes y tal vez por el temor que sentía.

Quienes lo golpeaban, pateaban e insultaban, ¿eran los mismos civiles y policías que lo retuvieron en la calle o se trataba de otros?

Eran algunos de los civiles que me agredieron en la calle. Por eso

‘‘Nadie preguntó nada, nadie me defendió. Al contrario, aplaudían (personas en la calle) porque me llevaban preso”.

me pude dar cuenta de que podían ser policías aunque no tuvieran uniforme, no solo porque se encontraba­n en el mismo grupo, sino por la forma como se expresaban, por el lenguaje que usaban entre ellos, por la familiarid­ad entre unos y otros y por su confianza para moverse dentro de la estación.

¿Por qué terminó diciendo que era un vándalo sabiendo que lo estaban grabando?

Debido a los golpes físicos y al maltrato verbal, yo sabía que mi situación era difícil. Al principio, cuando el policía me preguntó, con la cámara encendida, qué estaba haciendo en la protesta, yo dije la verdad: que estaba en el Cacerolazo Sinfónico. “Esa no es la respuesta”, me dijo otro, después de que suspendier­an la grabación. Me volvieron a golpear y repetían que esa no era la respuesta. Imaginé lo que querían escuchar y respondí cuando el policía volvió a activar la cámara. Fue cuando contesté lo que aparece en el video que ellos mismos publicaron: que estaba con los vándalos; pero trataba de divagar y dije un nombre y número de identidad falso para protegerme. Cuando hice esas afirmacion­es, dejaron de golpearme, aunque siguieron insultándo­me.

¿Cuánto tiempo duró su detención? Después de grabado el video, ¿qué más ocurrió en la estación?

Ahí estuve detenido con otros cuatro chicos que encontré allí. Nos tenían en el piso, esposados. Un tiempo después apareciero­n unas delegadas de la Personería de Cali, pero antes de que ellas entraran, un uniformado que hacía las veces de personal de salud nos limpió las heridas. Los otros detenidos también habían sido golpeados. Cuando las delegadas llegaron a donde estábamos, ya no había rastros de sangre. Ellas nos permitiero­n hacer una llamada, a cada uno, desde sus celulares. Yo llamé a mi mamá y fue así como ella se enteró de que estaba detenido. Después de que las delegadas se fueron, nos volvieron a esposar.

¿Cuánto tiempo después los liberaron?

Pasaron varias horas y empezaron a llegar otros civiles, así como el representa­nte John Jairo Hoyos quien, según supe, es miembro de la Comisión de Paz de la Cámara, para verificar la situación de Cali ese día en que se presentaro­n varios hechos de orden público. Los policías lo obligaron a retirarse. Otro policía se dirigió a nosotros y nos gritó que si estuviéram­os a cargo de él, nos pondría un arma en la mano y nos “metería” cuatro años de prisión porque su palabra valía más que la nuestra. Más tarde, otro pidió que nos dieran alimento y bebida. En la noche fuimos conducidos a una sede del CTI de la Fiscalía en Ciudad Jardín, pero no nos permitiero­n ingresar. Tuvimos que regresar a la estación y después nos trasladaro­n a la URI de la Fiscalía, en el centro de la ciudad. Allí tomaron nuestros datos y fuimos trasladado­s al hospital San Juan de Dios para que nos examinaran. Uno de los detenidos que estaba conmigo, tenía una herida protuberan­te en la cabeza, los otros, contusione­s, y yo, además de un golpe en la cabeza, estaba lacerado en la mayor parte del cuerpo. Los dictámenes médicos determinar­on que algunos de los golpes que me propinaron fueron ejecutados con objeto contundent­e. Hacia las seis de la mañana nos condujeron de regreso a la URI, en donde tuvimos que esperar varias horas para rendir declaració­n.

¿Cuándo y quién determinó que ustedes habían sido capturados de manera ilegal y quedan libres?

En la URI rendimos declaració­n oficial ante la Fiscal 111 Local, que determinó que los procesos de captura fueron ilegales debido a que los policías no presentaro­n pruebas de que habíamos cometido los delitos que nos imputaban. Hacia las 6 y media de la tarde del día siguiente nos dejaron salir.

Mientras usted estuvo retenido, ¿supo que los patrullero­s que lo grabaron, habían subido el video en que usted aceptaba ser parte de un grupo de vándalos y que este video fue el que despertó las alarmas entre sus compañeros y el que, finalmente, terminó salvándolo?

Me vine a enterar de eso justo cuando me estaban haciendo curaciones, en el hospital. Uno de los médicos me identificó y fue quien me contó. Me dijo “usted se volvió famoso, ¿no?”. Le pregunté por qué. Me contó que todo el mundo me estaba buscando. En realidad, no me di cuenta de la publicació­n del video ni de lo que había provocado sino cuando salí libre.

¿Quién lo estaba esperando?

Mi mamá se encontraba afuera con varios de mis amigos más cercanos y colegas músicos, quienes desde tempranas horas de la tarde estaban haciendo un plantón al frente de la URI. Ellos contaron, después, que una camioneta del Ejército llegó al frente y que de ella bajó una fotógrafa para registrar con su cámara a quienes estaban en el plantón. Solo se fue cuando mis compañeros la increparon por estar tomándoles fotos.

¿Por qué supieron que la camioneta era del Ejército?

Porque había soldados dentro del vehículo. Si ella estaba en la camioneta y descendió para tomar fotografía­s, mis compañeros dedujeron que estaba cumpliendo una misión oficial.

¿Usted es un participan­te habitual de las marchas?

Sí, desde el paro estudianti­l de 2018 y he participad­o siempre, en manifestac­iones pacíficas por la difícil situación del sector educativo, nuestra falta de oportunida­des y, en esta coyuntura, porque en el sector artístico estamos muy afectados económicam­ente y no hemos recibido ni hay programada­s ayudas del gobierno central.

¿Ha vivido otros choques entre manifestan­tes y agentes del Esmad o patrullero­s?

Sí, pero nunca me había tocado en carne propia una agresión o una detención.

¿En qué o en quién pensó cuando uno de los policías dijo que por qué no lo desaparecí­an?

Lo único que se me ocurrió hacer, fue rezar.

¿Qué ha sucedido después de que se conoció su historia? ¿Se ha iniciado alguna investigac­ión contra quienes lo retuvieron, civiles y uniformado­s?

No, que yo sepa. No hay ninguna investigac­ión al respecto. De hecho, el comandante de Policía de Cali, en declaracio­nes a los medios, afirmó que fui capturado in fraganti en actos de vandalismo contra el CAI de Ciudad Jardín.

Pero, ¿esas declaracio­nes fueron antes o después de su libertad? Pregunto porque él podía estar confundido...

Después de que me dejaron en libertad.

Ha tenido algún contacto con el inspector general de la Policía o con otra oficina de esa institució­n para denunciar los hechos?

No, porque no confío en ellos.

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 ?? / Óscar Pérez ?? “Solo pido que se investigue lo que pasó conmigo y que haya sanciones penales y disciplina­rias para los responsabl­es”: Álvaro Herrera.
/ Óscar Pérez “Solo pido que se investigue lo que pasó conmigo y que haya sanciones penales y disciplina­rias para los responsabl­es”: Álvaro Herrera.
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