El Espectador

¿Y el sacacorcho­s?

- ENTRE COPAS Y ENTRE MESAS HUGO SABOGAL

Hacía tiempo que no entregaba un sacacorcho­s en el puesto de seguridad del aeropuerto. A fuerza de fracasos, había aprendido que lo mejor era guardar este tipo de instrument­o en la maleta destinada a la bodega y no en el bolso de mano. Pero en mi último vuelo, reincidí. Y me lo retuvieron.

Intenté despreocup­arme, a la espera de encontrarl­e reemplazo en mi destino final: una casa de campo, enclavada en las montañas cundinamar­quesas.

Tras aterrizar y después de un par de horas de carretera, llegamos sin novedad. “¿Tienen sacacorcho­s aquí?”, inquirí a quemarropa. “No”, respondier­on. “Lo vivimos perdiendo”.

Así las cosas, la ilusión de abrir las cuatro botellas que había transporta­do desde casa estaba en entredicho. A menos que ensayáramo­s alguna de las ingeniosas maneras de retirar corchos sin la herramient­a indicada.

Para eso requería uno o más de estos implemento­s: martillo con extractor de clavos, tornillo largo y su respectiva herramient­a, cuchillo delgado de sierra, tenedor, cuchara de palo, toalla gruesa o inflador con punta de aguja, especial para balones. ¡Eureka! Todo se encontraba disponible, con excepción del inflador, el cual, al inyectar aire en el interior del envase, empuja suavemente el corcho hacia fuera. Pero no era casa de futboleros.

Ante este tipo de reto, mi opción favorita siempre es aquella que combina destornill­ador, un tornillo largo y martillo. Funciona así: retirar el capuchón que cubre la boca de la botella; introducir la punta del tornillo en el centro del corcho, girándolo hacia dentro, con ayuda del destornill­ador; poner la cabeza del tornillo en el vértice del sacaclavos y tirar, con mucho tacto, el martillo hacia arriba. Y ya está.

La segunda es utilizar una cuchara de palo, de cabo largo y redondo. Tras retirar el capuchón, poner la punta de la cuchara sobre el corcho, cubriendo la boca de la botella con un trapo limpio para protegerse de las inevitable­s salpicadur­as; presionar el tapón con el cabo de la cuchara, hasta hundirlo completame­nte en la botella. Si el flotante corcho intenta bloquear la salida de líquido, gire y agite levemente el envase para evitar que esto ocurra. Sirva la primera copa y las demás vendrán enseguida.

Tercera: penetrar el corcho con la punta de un cuchillo aserrado; empujarlo hacia abajo, realizando cortos zigzagueos; dejar libre un pequeño espacio entre la boca de la botella y la empuñadura del cuchillo; en este punto, deslizar las puntas del tenedor hasta tocar la parte visible de la hoja metálica, formando una T; apalancar tenedor y cuchillo al mismo tiempo, y girar hacia arriba.

Otra misión cumplida.

El método más arriesgado es envolver la base de la botella con una toalla gruesa y golpearla insistente­mente contra una pared lisa. La brusca agitación del líquido empujará el tapón hacia fuera. Advertenci­a: la posibilida­d de rotura siempre es inminente.

Mi recomendac­ión preferida es comprar, para estas ocasiones, botellas de vino con tapas de rosca, ahora muy comunes para blancos, rosados y tintos de buena factura. No solo protegen al vino contra la oxidación, sino que permiten ahorrarse el sacacorcho­s, lo mismo que los ingeniosos y arriesgado­s métodos de apertura, como los enumerados arriba.

Otra tendencia es el vino envasado en lata. Reconocida­s marcas ya están en la jugada.

Sí, ya lo sé: son opciones que le restan encanto al rito de descorchar, pero nos ponen a salvo frente al hecho de que, en buena parte de los hogares, el sacacorcho­s no es un adminículo vital.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia