Perú se convirtió en el centro de la disputa geopolítica latinoamericana
El analista Gonzalo Banda explica cómo su país está en un estado de histeria colectiva, en donde priman la desconfianza y el desencanto. Este es el escenario que viven los peruanos.
El jueves de la semana pasada, mientras la selección de Colombia goleaba al combinado del Perú en Lima, los peruanos no estaban tristes ni enojados, algunos incluso celebraban los goles de los colombianos. Este episodio lo cuenta con asombro el analista político peruano Gonzalo Banda. Y es que considerando que hasta hace poco el combinado nacional era el símbolo de la unión de los peruanos —caso similar al de los colombianos—, el festejo del triunfo de Colombia sorprende. ¿La razón? La campaña política en el país durante estas elecciones generó una histeria colectiva y una desilusión que Banda nunca había visto. En conversación con El Espectador, el experto reflexiona sobre los comicios en su país y los retos que se vienen para el nuevo presidente.
¿Cuándo podríamos decir que hay un presidente?
Nunca habíamos visto un proceso con casi 200.000 votos impugnados. Es inédito. El mensaje que estamos dando es preocupante. Y somos víctimas incluso de la polarización de América Latina: tienes, por ejemplo, a Evo Morales felicitando a Castillo ya, a Alberto Fernández, que es el primer presidente de toda América que lo felicita, está Lula, y algunos senadores españoles, venezolanos y colombianos. Andrés Pastrana, por ejemplo, respondió con un comunicado, firmado con varios expresidentes como Uribe, Macri y Aznar, que piden que no se declare nada hasta que se resuelvan las impugnaciones de Fujimori. Esta es una clara movida de Vargas Llosa, que ha contactado a estas personas porque Perú se ha convertido en el centro de la disputa geopolítica entre la izquierda y la derecha latinoamericana.
¿Qué escenarios se abren tras los comicios?
Todo esto nos trae incertidumbre, que es lo que campea en el Perú, una campaña de fake news sin fundamento, que alimenta la polarización. Y eso está llegando a demencias colectivas que nunca había visto. Aquí en Perú, por ejemplo, había muchos que querían que perdiera la selección en el partido contra Colombia. Y cuando los cafeteros metían gol muchos peruanos celebraban y gritaban. Ese tipo de histeria colectiva nunca la había visto y tiene que ver con la campaña que algunos seleccionados hicieron por Fujimori.
¿El nuevo gobierno llega sin legitimidad?
En la opinión pública ya no se escuchan las voces. La gente prefiere megáfonos que amplifiquen su opinión. Ya no buscan informarse. Los medios, cabe destacar, hicieron campaña por Keiko Fujimori, lo que causó el despido de directores de televisión y de los mejores investigadores de la televisión peruana. Con esto trato de decir que cuando Keiko sembró la duda de fraude, echó un manto de duda no sobre una mesa sino sobre todo el proceso electoral. Hay histeria colectiva por eso. El miércoles hubo una marcha de clase media alta similar a la de los trumpistas en Estados Unidos. ¡Qué cosa más rara! Y siempre enalteciendo el discurso anticomunista, que ha pegado en las élites limeñas. No sé si nos vamos a recuperar pronto. El presidente que salga elegido, que podría ser en teoría Castillo, va a tener muchos problemas por una oposición voraz.
¿Qué le espera a Castillo?
No me lo imagino asumiendo en un ambiente de gran concertación y diálogo. Y aunque un sector pide concertación, hay otro tratando incluso de justificar una intervención de las fuerzas armadas. A mí me habían dicho que era la izquierda la que iba a instalar un totalitarismo dictatorial, pero ya ves que los discursos de ese tipo han venido del otro lado. Lo cual refleja que no se defienden convicciones democráticas sino intereses particulares. No sé a qué extremos lleguemos, pero serán bien ridículos.
¿Hay posibilidad de una intervención del Ejército, como se decía en foros públicos?
No, el Ministerio de Defensa descartó la intervención de las fuerzas armadas porque estas no tienen un carácter deliberante. En este momento no se está escuchando. Los dos lados se están gritando, y en el medio hay un mausoleo de 180.000 muertos producto de la pandemia. Esa es la metáfora del Perú: la gran tristeza es que en los momentos de miseria que hemos vivido como nación, como la pandemia o la Guerra del Pacífico, los peruanos nos encargamos de sumar una miseria más: la división de la dirigencia política.
Castillo ha venido relajando su discurso. Se le ve más conciliador. ¿A qué se debe ese cambio?
Lo que más me preocupaba de Castillo era su improvisación, no tanto el radicalismo. Esa victoria se da por el apoyo en las áreas rurales que consiguió y porque Fujimori es la política más impopular de los últimos diez años, casi como Alan García. Sin esa impopularidad de Keiko, Castillo no sería presidente. Entonces en el discurso Castillo tiene que ser consciente de eso, antes de plantear cualquier reforma tendrá una gran oposición en el Congreso, y a él no le quedará otra que concertar. Castillo está tratando de dirigirse en un tono de ya soy presidente.
¿Este es el final político de Keiko Fujimori?
Creo que ella está cometiendo un grave error con esta campaña sobre fraude, con negarse a aceptar su derrota; conduce al mismo espiral de violencia política que tuvimos en 2016, que terminó con cuatro presidentes y un Congreso disuelto. No aprendió de sus errores del pasado; debería asumir sus derrotas políticas. Pero sobre si es el final de ella, es difícil decirlo. En este país decíamos que Alan García nunca iba a volver a ser presidente tras su gobierno desastroso, y mira, volvió a ser presidente. El fujimorismo ha resistido.
¿Cómo están los peruanos frente al sistema político?
Estamos hechos despojos. Lo que queda del Perú son vestigios de proyectos que alguna vez existieron, por el rifirrafe entre Vizcarra y el Congreso, que terminó en la disolución de uno y la vacancia del otro. La clase política está diezmada por el “vacunagate”, por el “lava jato”, entonces no hay actores políticos en los que confiar en el Perú. La gente no tiene esperanzas en sus políticos, no hay confianza.