El Espectador

Un paso para reducir la desigualda­d global

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PARECE QUE POR FIN EL MUNDO ESTÁ utilizando el sentido común frente al tema de los impuestos, pocos, que pagan las multinacio­nales. Después de muchas negociacio­nes y de un impulso especial por parte de la administra­ción de Joe Biden en los Estados Unidos, el G-7 —grupo de los países con las economías más importante­s del mundo, salvo China y Rusia— acordó imponer un impuesto mínimo global de 15 % para las empresas que operan en distintas jurisdicci­ones. La tasa elegida todavía es muy baja y faltan muchas negociacio­nes antes de que se concrete, pero es un frente unido que puede ayudar a solucionar la desigualda­d que produce la existencia de paraísos fiscales para quienes acumulan grandes fortunas.

Las empresas multinacio­nales, en especial las tecnológic­as, se han aprovechad­o de dos condicione­s para pagar menos impuestos. La primera es la existencia de paraísos fiscales, países del mundo que tienen tasas impositiva­s muy bajas en donde estas compañías pueden ubicar sus casas matrices. Entonces, por ejemplo, como cuenta la BBC, Google tuvo hasta el 2017 una empresa en las Bermudas que utilizaba para contratar con las compañías que tenía en otros lugares. Sus ingresos eran reportados allí y de esa manera eludía las tasas más altas en otros países.

La segunda herramient­a es que, pese a que venden productos y servicios en un país, no tienen obligacion­es tributaria­s allí. Eso a todas luces es injusto. ¿Por qué si una empresa se lucra en un determinad­o país no debe aportar para mejorar las condicione­s de ese lugar? La respuesta no responde a la lógica, sino a la existencia de estatutos tributario­s desiguales.

Ahora, sin embargo, hay una propuesta de cambio. Canadá, Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido y los Estados Unidos llegaron a dos acuerdos. El primero es que las empresas multinacio­nales tendrán que pagar impuestos en todos los lugares donde hagan negocios. El segundo es imponer un impuesto global, de por lo menos 15 %, de tal forma que desaparezc­an los paraísos fiscales.

Hay críticas, es cierto. La directora de Oxfam, Gabriela Bucher, le dijo a la BBC que “la tasa que decidieron es similar a las tasas blandas cobradas en paraísos fiscales como Irlanda, Suiza y Singapur”. Otros economista­s han hecho eco de esa idea. En efecto, sigue siendo una tasa muy baja. Un análisis del Financial Times encontró que “los impuestos adicionale­s recaudados —estimados en cerca del 4 % de lo que actualment­e pagan las empresas— serían poco más que un error de aproximaci­ón en las cuentas de las compañías”.

Y falta también el componente político. Ahora la discusión se llevará al G-20, donde China en particular, con su nueva estrategia de matoneo internacio­nal para imponer sus intereses, puede ser un palo en la rueda. Si sale de allí, tendrá que llegar al resto de países. Porque esa es la debilidad: si hay un Estado que no apoye el mínimo, todo el plan se desarma. Cuando menos, todavía nos esperan varios años de polémica y debates.

Con todo, se trata de una medida necesaria. Colombia debería respaldarl­a en todos los escenarios internacio­nales donde participa. La elusión de impuestos es uno de los principale­s obstáculos para romper con la desigualda­d. Un frente unido de países para atacarla es la única solución posible.

‘‘Si

bien estamos lejos de verlo en la práctica, el acuerdo para imponer un impuesto mínimo global de 15 % a las empresas que operan en distintas jurisdicci­ones es un avance necesario”.

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