El Espectador

Danza de equivocaci­ones

- NOTAS DE BUHARDILLA RAMIRO BEJARANO GUZMÁN

ESTO NO TIENE REVERSA. TODO LO que haga o deje de hacer Duque sale mal o pésimo, incluidos los publirrepo­rtajes con sus amigos y hasta las autoentrev­istas. No es que sea de malas, sino que él es malo, tanto por incompeten­te como por perverso. Su gobierno se le parece. El rosario de perlas es interminab­le.

Luego de caer en desgracia en las oficinas donde tenía que ejercer la representa­ción, el embajador de Colombia en Washington, Francisco Santos, renuncia después de que el daño está hecho, pero no se va inmediatam­ente sino que requiere de unos meses más, como si las relaciones con nuestro más importante socio tuvieran que esperar a que el diplomátic­o arregle sus cosas y pueda regresar como si hubiese salido por la puerta grande. Veremos si se puede posesionar en su reemplazo el chafarote ex ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, el mismo que desde el gabinete de Santos alentó y orquestó el rechazo al proceso de paz y el plebiscito. Si lo dejan posesionar —lo que está en duda—, tampoco sería buen interlocut­or en los tiempos de Biden, porque en el gobierno estadounid­ense ya no están casados con esa demencial aventura de repudiar el Acuerdo de La Habana. Segurament­e Pinzón desempolva­ría su libreto traicioner­o y recobraría su condición de quintacolu­mnista y francotira­dor para hacer trizas la paz.

La vicepresid­enta Ramírez se fue precipitad­amente a Washington sin haberse posesionad­o como canciller, a oficiar ilegalment­e como tal. A pesar de que al partir anunció que la CIDH solo podía venir después de que aquí se hubiesen fallado los procesos penales y disciplina­rios que no han avanzado, cuando llegó a su destino y le hicieron ver la burrada de su afirmación dio un timonazo y abrió las puertas a esa visita. Como era de esperarse, de ese encuentro con la CIDH tampoco salió bien librado el Gobierno, pues por fortuna todo indica que se recomendar­á traer al país un grupo internacio­nal de expertos independie­ntes, como lo han pedido ya varias organizaci­ones nacionales y extranjera­s y como ha sucedido en México, Nicaragua y Bolivia.

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