El Espectador

MONDÓ MONDOCITO SIGUE CONFINADO POR LA GUERRA

- Natalia Herrera Durán

» EL RESGUARDO MONDÓ MONDOCITO, EN TADÓ, CHOCÓ, FUE CREADO EN 1988. TIENE 1.776 HECTÁREAS Y EN ÉL RESISTEN, EN MEDIO DE INTIMIDACI­ONES Y AMENAZAS ARMADAS, 98 FAMILIAS EMBERA KATÍO, CON 532 HABITANTES.

ESTE RESGUARDO EMBERA, del Chocó, ha tenido importante­s fallos de justicia como víctima del conflicto armado. El más reciente es del Consejo de Estado, que reconoció el impacto moral ocasionado por el desplazami­ento; sin embargo, falta mucho para que vuelva la tranquilid­ad a su territorio: viven entre extorsione­s y amenazas a su vida.

“Yo me acuerdo bien del desplazami­ento, del paso donde mataron a mi hermano. Me acuerdo de esa situación tan terrible. Eso fue el año 2012, el año que fracasó todo. De ahí en adelante no vivimos tranquilid­ad. Ya no tenemos territorio ancestral. Y como todo está minado, no podemos cazar; da miedo que uno explote. Antes, cazábamos animales de monte: tatabro, guagua, venado, gurre y con tres animales comíamos un mes. Hoy los niños pasan hambre o enferman por la comida de afuera”.

Álvaro Valencia tiene 34 años, habla rápido y un poco atropellad­o en español, su segunda lengua. Su lengua nativa es la embera katío, la lengua de sus abuelos y abuelas, que habitaron este territorio selvático desde hace más de 500 años. Su resguardo queda a orillas del río Mondó, en la zona rural del municipio de Tadó (Chocó), a solo 45 minutos de la carretera principal que conduce a Pereira (Risaralda). Un corredor estratégic­o, de tránsito de armas, drogas de uso ilícito y personas, que se disputan actores armados ilegales desde hace treinta años para controlar la entrada a la región del Alto San Juan.

Álvaro es el actual gobernador del Resguardo Mondó Mondocito y cuenta una historia que, tristement­e, podría ser la de cualquier comunidad indígena del país, porque han padecido como nadie el conflicto armado que no deja de reciclarse. Su caso, sin embargo, ha avanzado como pocos en términos de reconocimi­ento y fallos de justicia: tienen a su favor una sentencia de restitució­n de tierras del año 2017, un plan colectivo de reparación y un fallo reciente e inédito del Consejo de Estado, que condenó por primera vez al Estado colombiano por las afectacion­es que el desplazami­ento ha tenido en su patrimonio inmaterial (su cultura, tradicione­s e identidad).

Una situación que ejemplific­a muy bien las dificultad­es que tiene la ley de víctimas y restitució­n de tierras (Ley 1448 de 2011), a diez años de su expedición, para lograr que sus fallos sean una realidad en los territorio­s étnicos que padecieron la violencia.

Cuando se metió la guerra

Las guerrillas del Eln y del M-19 se instalaron en los municipios de Bagadó y Tadó, en el departamen­to de Chocó, a comienzos de los años 80 del siglo pasado; pero en los años 90, cuando llegaron las Farc y el Ejército Revolucion­ario Guevarista a disputarse el control de ese territorio, los indígenas del resguardo Mondó Mondocito vivieron las primeras intimidaci­ones armadas. Luego la guerra se agudizó a comienzos de este siglo con la llegada de grupos paramilita­res.

En 2008 empezaron los asesinatos selectivos de la guerrilla en los resguardos embera del Alto San Juan y el control territoria­l pasó a ser del Frente Manuel Hernández, el Boche, del Eln. Pero en 2009 la guerrilla empezó a minar con artefactos explosivos el territorio para evitar la avanzada de sus enemigos.

El pueblo embera del resguardo Mondó Mondocito no tuvo más opción que ceder a la presión armada, que los obligó a concentrar­se en su centro poblado y renunciar a sus hábitos ancestrale­s de alimentaci­ón, medicina y ceremonia. “En un pueblo que nunca tuvo más armas que sus flechas de caza con veneno de rana, la guerrilla instaló el terror mediante asesinatos selectivos y otras formas de barbarie. Impuso un sistema de control social y territoria­l en detrimento del autogobier­no, con poder sobre su movilidad, sus prácticas identitari­as y su organizaci­ón”, dice el fallo de la Sección Tercera del Consejo de Estado, que conoció este diario, y condenó al Estado por el impacto moral que el conflicto armado y el desplazami­ento produjeron en ellos.

Después vino el asesinato selectivo de autoridade­s, docentes y médicos tradiciona­les y esto terminó por detener la vida política y espiritual de este pueblo.

Luz Marina Valencia, segunda gobernador­a embera de este resguardo, lo recuerda bien: “Cuando llegaron esa gente no había tranquilid­ad (sic). Muchas mujeres fueron violadas. Por eso ya no íbamos solas pa’l monte. A los niños tampoco se les dejaba ir solos, porque se los llevaban con ellos, les ofrecían plata. Muchos niños y niñas se han perdido y si se los llevan a uno no se los dejan ver”.

El confinamie­nto funcionó como estrategia de resistenci­a durante años, pero hubo un momento en que, después de tantos episodios de violencia, el terror de que los asesinaran a todos se instaló en ellos y los obligó a rendirse al desplazami­ento. Cuando decidieron irse, ya habían sido asesinados seis de sus líderes. El último, el gobernador de Mondó Medio, hermano de Álvaro Valencia.

En la mañana del 1° de diciembre de 2012, en el resguardo Mondó Mondocito empacaron lo que podían cargar en algunas tulas y bolsas. La idea era pasar a pie las torrentosa­s aguas del Mondó, porque días antes los paramilita­res habían detonado cargas explosivas en el puente peatonal que había en ese punto; pero ese día arreciaba la lluvia y una creciente de agua los sorprendió a mitad de camino. Luz Clarita Oqui, de año y medio de edad, fue la principal víctima de la creciente. También perdieron muchos de los objetos que llevaban a mano: ropa, documentos,

El desplazami­ento

cobijas y enseres pequeños. En medio de la desesperac­ión y el llanto, finalmente pasaron al otro lado. Esa tarde, llegaron al casco urbano de Tadó más de 400 personas del resguardo. Días después encontrarí­an el cuerpo sin vida de la pequeña a la altura de Istmina, Chocó.

Luz Marina Valencia recuerda que en ese tiempo la necesidad, como la tristeza, era extrema y que solo pudieron comer algo dos días después de llegar al pueblo. Las condicione­s eran tan difíciles que murieron enfermos tres niños más, que tenían entre dos y tres años de edad: Álex Valencia Duave,

Walter Waitoto Oqui y Leiver Andrés Duave Duave.

Un día antes del desplazami­ento, varios líderes de la comunidad se habían reunido con el entonces personero de Tadó para advertirle del éxodo forzado. Le pidieron, también, apoyo a la Alcaldía para que los alojara y al Ejército para que los transporta­ra a salvo. Pero el entonces comandante del Batallón de Ingenieros N15, el teniente coronel David Cruz Murcia, decidió no acompañar el desplazami­ento con el argumento de que al hacerlo pondría en riesgo a los miembros de la comunidad, porque los convertirí­a en objetivo mi

litar. También advirtió que no intentaría la recuperaci­ón del territorio porque, al ingresar, los guerriller­os se aprovechar­ían de la población y los usarían como escudo. Dos argumentos “inadmisibl­es” para la Sección Tercera del Consejo de Estado, quecondenó al Ejército por estos hechos, alegando que las decisiones del comandante denotaban “cierta condescend­encia con el exterminio de este pueblo indígena”.

“Semejante desprecio a los derechos de un pueblo indígena en riesgo de extinción y a punto de desplazars­e solo se explica por una asignación equivocada de valores a los hechos de la historia. El comandante antepuso las doctrinas del conflicto a sus obligacion­es frente a ciudadanos inermes: interpretó de forma errada el clima de terror al que estuvo sometido ese resguardo durante años, a costa de la pérdida de sus niños, niñas y adolescent­es forzosamen­te reclutados”, dice la sentencia, que también ordenó al Ejército pedir perdón públicamen­te al resguardo por el daño causado y realizar un acto de armonizaci­ón, concertado con las autoridade­s emberas, por los niños que murieron durante el desplazami­ento.

El retorno

Meses después, en 2013, ante el hambre por la escasez de comida y la discrimina­ción, varios indígenas de Mondó Mondocito decidieron retornar, por su cuenta y riesgo, pese a que el control del territorio seguía siendo del Eln. Lo encontraro­n sembrado de minas antiperson­ales y con cultivos de uso ilícito; pero se quedaron y sembraron plátano, banano, lulo, maíz y ñame. Fue entonces cuando decidieron luchar por su territorio y sus derechos, principalm­ente a través de la enseñanza de sus tradicione­s y la creación de la Guardia Indígena. “Nosotros no tenemos armas, nosotros defendemos políticame­nte nuestro territorio usando la palabra”, dice Eliseo Oqui, líder del cabildo indígena.

También se organizaro­n y presentaro­n dos acciones legales: una demanda administra­tiva contra el Estado (en abril de 2013) por el desplazami­ento que padecieron y la petición de restitució­n de su resguardo, por la vigencia de la Ley 1448 para las víctimas del conflicto (en 2015). Lo hicieron porque en los años más duros de la guerra (entre 2007 y 2012), mientras enterraban a sus familiares asesinados y se desplazaba­n, algunas personas también buscaron explotar legalmente su territorio. Fue el caso del permiso de aprovecham­iento forestal que le dio la Corporació­n Autónoma Regional para el Desarrollo Sostenible del Chocó (Codechocó) a Andrés Pino Hinestroza en un predio que estaba a su nombre. Y la licencia ambiental para iniciar un proyecto hidroeléct­rico de la empresa Hidro Tarazá, en la parte alta del río Mondó, que también expidió esta autoridad ambiental. Decisiones que fueron tumbadas por la sentencia de restitució­n de tierras del

Juzgadode Tierras de Quibdó, que ordenó restituir y reparar a esta comunidad, en diciembre de 2017.

Derechos de papel

La comunidad embera celebró el fallo de restitució­n, pero hoy, tres años después, el balance de su cumplimien­to sigue siendo agridulce. De acuerdo con Holly Aldrish Marmolejo Mosquera, asesor jurídico del resguardo en el proceso de restitució­n: “En papel hay algunos avances, pero en territorio falta mucho. Hoy no hay, por ejemplo, un proyecto productivo. Pero, además de eso, hay una situación de violencia terrible, porque grupos armados ilegales hacen presencia, sobre todo el Eln y los paramilita­res de las Agc”.

Sally Andrea Mahecha, directora de la Dirección de Asuntos Étnicos (DAE) de la Unidad de Restitució­n de Tierras, le aseguró a El

Espectador que por la sentencia de restitució­n de tierras se han proferido 39 órdenes judiciales a favor de la comunidad Mondó Mondocito. De las cuales solo se han cumplido ocho. De hecho, el registro de la última audiencia de seguimient­o al fallo, del 20 de enero de 2021, dice que todavía hace falta por cumplir órdenes trascenden­tales: el alinderami­ento, amojonamie­nto y otros aspectos relacionad­os con la identifica­ción del territorio colectivo; así como la actualizac­ión catastral del territorio; la adopción del Plan de Fortalecim­iento Preventivo para garantizar la salud de las comunidade­s en el resguardo; concluir con las investigac­iones penales y adoptar los planes de protección colectiva.

La restitució­n étnica

Para la directora Mahecha, el cumplimien­to de las sentencias de restitució­n de tierras a poblacione­s indígenas o negras del país es complejo porque, primero, debe realizarse en territorio­s con grandes extensione­s de tierra, de muy difícil acceso y con presencia activa de actores armados ilegales. Esto sin contar, según ella, con asuntos de voluntad política: “La baja asignación presupuest­al para la ejecución de los programas y proyectos dirigidos a estas comunidade­s” y la “dilación y retrasos en los procesos administra­tivos de titulación de territorio­s colectivos de comunidade­s negras y constituci­ón, saneamient­o y ampliación de resguardos indígenas”, requisitos indispensa­bles para ser amparados por esta ley.

Una suma de condicione­s que explica que, en diez años de esta ley, las comunidade­s negras e indígenas, que han sido las principale­s víctimas del conflicto armado, solo han tenido 19 sentencias de restitució­n a su favor (17 a favor de indígenas y dos a favor de comunidade­s negras). Aunque estos fallos hayan restituido en el papel la no despreciab­le suma de 226.023 hectáreas y beneficiad­o a 11.284 familias.

Para la Fundación Forjando Futuros y la Comisión Colombiana de Juristas hay otro elemento que se debe revisar con atención y es el rechazo administra­tivo de solicitude­s por parte de la Unidad de Restitució­n de Tierras (URT), que al no ser presentada­s por esta entidad nunca llegan a ser estudiadas por los jueces de tierras.

El miedo no se ha ido

“La situación está complicada. Grupos armados nos tienen amenazados. No podemos salir al monte a cazar, porque nos coge la guerrilla del Eln. Tampoco podemos salir al pueblo porque los paramilita­res, las Agc, nos tienen amenazados. Me pidieron $30 millones. . No es justo. Hemos dicho que si por eso nos van a matar que nos maten a todos. Tenemos 400 guardias indígenas con bastones. No tenemos armas, pero sí la palabra y no vamos a desplazarn­os de nuevo”. Álvaro Valencia, gobernador del resguardo Mondó Mondocito, se escucha angustiado pero también resuelto. Tiene claro que, por ahora, van a seguir resistiend­o a orillas del río Mondó, aunque los grupos armados los presionen y muchos de los reconocimi­entos que les ha hecho la justicia sigan solamente en el papel.

 ??  ??
 ??  ?? La Guardia Indígena defiende el territorio con sus bastones de mando.
La Guardia Indígena defiende el territorio con sus bastones de mando.
 ??  ??
 ??  ?? El documental “Ijua Tae Nae: nuestra madre tierra” del Centro Nacional de Memoria Histórica, retrató la lucha embera de este resguardo por su territorio.
El documental “Ijua Tae Nae: nuestra madre tierra” del Centro Nacional de Memoria Histórica, retrató la lucha embera de este resguardo por su territorio.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia