El Espectador

La sociedad cambia, las institucio­nes duermen

- ÁLVARO FORERO TASCÓN

CUANDO EL ESTADO Y EL SISTEMA político no canalizan las demandas sociales, son desbordado­s por movimiento­s sociales y por el populismo.

La convulsión social y política actual tiene distintas explicacio­nes. Quizá la principal de mediano plazo es la brecha enorme entre el cambio de la sociedad y el cambio institucio­nal. La sociedad colombiana ha sufrido cambios profundos en los últimos 30 años; sin embargo, los cambios de las institucio­nes han sido mínimos. En lo político se pasó de un sistema bipartidis­ta e institucio­nalista al hiperfracc­ionamiento y al populismo de derecha e izquierda. En lo económico el PIB per capita se multiplicó por cuatro entre 2003 y 2013, y cayó casi un 30 % desde entonces, es decir, millones de colombiano­s salieron de la pobreza y de la pobreza extrema, y millones están regresando a ellas. En lo social los avances en educación, salud y derechos civiles han generado un cambio de expectativ­as muy grande. La dinámica reformista que empezó con la Constituci­ón del 91 se frenó, y la única gran reforma desde entonces, la terminació­n de la mayor parte del conflicto político armado, está siendo frenada. En lo electoral el país se divide entre el viejo clientelis­mo, que mantiene las mayorías, y el nuevo populismo, que desprestig­ia la capacidad de las institucio­nes para hacer cambios.

Son mínimos los esfuerzos por combatir las cuatro plagas colombiana­s, que el país había aceptado como inevitable­s: la ilegalidad, la inequidad, la impunidad y la informalid­ad. El sistema político está bloqueado para sacar adelante las reformas que todo el mundo reconoce como urgentes: la tributaria estructura­l, la de la justicia, la de la salud, la pensional, la de los órganos de control, la de reducción de costos a la formalidad, la de la Policía, etc.

Un sistema político es como una presa, acumula el agua de las demandas sociales para regular su uso. Libera el agua controlada­mente dependiend­o de las necesidade­s y posibilida­des. Rápidament­e, para generar energía en épocas convulsion­adas o de grandes oportunida­des; lentamente, para irrigar en épocas tranquilas o peligrosas. Cuando la compuerta de entrada se cierra casi completame­nte, el río de desborda y la presa no solo deja de prestar su función reguladora, sino que corre el riesgo de ser arrasada por la furia del agua contenida.

El gobierno Duque no promovió ninguna reforma importante, como si las demandas sociales y la capacidad fiscal no hubieran crecido exponencia­lmente (los gastos de funcionami­ento del Estado crecieron 700 % desde el año 2000). A la demanda incesante de cambio desde las calles ha respondido descalific­ándola como frívola y politizada. Al bloqueo institucio­nal ha respondido con hiperpresi­dencialism­o durante la pandemia, y a la súplica de reformas de la consulta anticorrup­ción, con la cooptación e hiperpolit­ización de los órganos de control.

Se puede aceptar la tesis de que la inestabili­dad se debe a Gustavo Petro, Nicolás Maduro y las ex-Farc, que es un diagnóstic­o propio de hace 20 años, o preguntars­e si la pérdida de la iniciativa y el control político puede deberse a que el sistema político no saca adelante iniciativa­s de reforma que el país pide a gritos. Se defienden las institucio­nes renovándol­as, no atrofiándo­las.

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El sistema político no saca adelante iniciativa­s de reforma que el país pide a gritos”.

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