El desastre de la Copa América
Una vez más la organización de la Copa América es un desastre, un torneo cuya historia está salpicada de boicots y problemas organizacionales. En perspectiva, el período de oro fueron las que se celebraron entre 1987 y 1999. Aun así, cuando coincidía con las eliminatorias al Mundial, era un torneo parcialmente devaluado. La Copa América de la pandemia, como no podía ser de otra manera, no es la excepción. Todo comenzó con una propuesta geográficamente carente de sentido: dividir la organización de la Copa América entre los dos países más lejanos de Suramérica; la mitad en Colombia, la mitad en Argentina. Climas y alturas completamente diferentes. Alguno jugaría en el calor colombiano para pasar al otoño argentino. Luego, por supuesto, la pandemia trastocó los planes. Lo hizo en Suramérica y en el resto del mundo. En Europa como en Suramérica, unos gobiernos manejaron mejor que otros el problema del virus. Con la reactivación, se abrió el camino a la Copa América. La clave estaba en montar una burbuja hermética, como se ha hecho en Europa, por ejemplo. Habría algunos casos de COVID-19, por supuesto, pero no debería ser impedimento para desarrollar el torneo.
Con el concepto listo, la Copa América se fue cayendo poco a poco. Primero Colombia, país incapaz de organizar un torneo de cierta magnitud. Un grupo minoritario decidió que no se podía jugar al fútbol. La debilidad del Gobierno lo llevó a renunciar elegantemente a realizar el evento. Después Argentina. Allá, donde se juega al fútbol doméstico sin mayor problema hace ya varios meses, los crecientes casos de coronavirus asustaron.
La Conmebol, incapaz de estructurar el torneo, dejó además que creciera la sensación de que el fútbol sobraba. Ha logrado lo que nunca en Suramérica: que la gente desprecie al deporte rey. Creció la ridícula idea de que la Copa América era una excusa de algún gobierno para alegrar al pueblo. Algunos se imaginaron a Hitler promoviendo los Olímpicos de 1936. No, la Copa América hace años, quizás nunca, ha sido un evento de la magnitud necesaria como para que el pueblo se olvidara de sus problemas. No era un Argentina 78. Era un simple evento para promover en alguna medida la reactivación económica. Impulsar los hoteles, el transporte, algo el comercio. No mucho más. Por el contrario, la desorganización continental logró que en Brasil la mayoría de la población esté en contra de la realización del torneo.
Y no se ayudan. Que días antes de arrancar, Venezuela tenga trece casos de COVID se explica por la debilidad de los protocolos de Conmebol. Porque o bien no los diseñaron, o no los implementaron correctamente. A mí me preocupa que estén matando el fútbol en Suramérica.