El Espectador

Una biblioteca arhuaca para la preservaci­ón de la memoria

En Colombia hay 65 lenguas indígenas que son poco conocidas. Uno de los objetivos de la Casa de la Memoria Indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta es ayudar a visibiliza­r estas culturas y transmitir el conocimien­to de la palabra hablada y escrita de l

- PABLO MONTOYA PAREDES pmontoya@elespectad­or.com @pablomonpa­r

“Colombia es un país analfabeta del indígena. Los colombiano­s no se conocen a sí mismos. No conocen su territorio, sus culturas. Hay que crear espacios para que nos conozcan y nosotros estamos en disposició­n para hacerlo. Colombia tiene 65 lenguas indígenas y ahí hay una opción de formación en 65 mundos diferentes”, asegura Hugo Jamioy, un indígena del Putumayo que estuvo a cargo de la construcci­ón de la Casa de la Memoria Indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta.

En medio de las montañas y los ríos que conforman la Sierra está la comunidad arhuaca, una de las cuatro poblacione­s indígenas que habitan esta zona montañosa de Colombia junto con los wiwas, koguis y kankuamos. La parte baja del norte de la cordillera de los Andes colinda con el mar Caribe, mientras en la parte más alta se alcanzan los 5.000 msnm, convirtién­dola en un espacio diverso. El conocimien­to de esta comunidad está representa­do en los mayores o mamos, quienes transmiten sus saberes mediante la palabra hablada y escrita. Conservar esta cultura y su sabiduría es el objetivo principal de esta biblioteca.

Hugo Jamioy, escritor indígena, fue el impulsor de la iniciativa para que el pueblo arhuaco de Simunurwa, ubicado en el Cesar, tuviera su propia biblioteca para guardar, enseñar y compartir el conocimien­to de los mamos. Jamioy pertenece al pueblo originario kamsá, que está ubicado en el valle de Sibundoy, en el Putumayo. Aunque cursó unos semestres de Derecho en la Universida­d Nacional, se retiró para acompañar el proceso de la Constituci­ón de 1991 y ahí tuvo contacto con muchos pueblos indígenas. Fue cuando conoció a su esposa, pertenecie­nte a la comunidad arhuaca. Dedicado a la escritura, pudo intercambi­ar conocimien­tos y sabidurías con otros indígenas de

Colombia y Suramérica. Gracias a esto, logró crear una biblioteca personal que fue el primer paso para la Casa de la Memoria.

“Las primeras conversaci­ones con Hugo Jamioy fueron precisamen­te en el marco de un Congreso Nacional de Biblioteca­s Públicas en 2017. Él estaba invitado y nosotros lo estábamos coordinand­o. Ahí surgió el tema de la memoria y de lo que significan las biblioteca­s para la conservaci­ón de las culturas y comunidade­s. A partir de esos acuerdos, tuvimos una conversaci­ón muy bella en donde nos sinceramos sobre lo que consideram­os que era esencial

››Desde

2017 hasta julio de 2018, cuando empezó el levantamie­nto de la infraestru­ctura, se presentaro­n varios problemas logísticos.

para los pueblos y culturas originaria­s de nuestro país”, recuerda Consuelo Gaitán, exdirector­a de la Biblioteca Nacional.

A partir de esa reunión empezó un proceso de acoplamien­to de la propuesta para poder construir la biblioteca. El proyecto fue diseñado por la comunidad arhuaca del Cesar y presentado frente a funcionari­os de la Biblioteca Nacional y el Ministerio de Cultura. Finalmente, la cartera aportó $1.200’000.000 para la construcci­ón de la Casa de la Memoria, mientras que el pueblo de la Sierra Nevada puso $120’000.000. Sin embargo, desde 2017 hasta julio de 2018, cuando empezó el levantamie­nto de la infraestru­ctura, se presentaro­n varios problemas logísticos.

“Los ministerio­s tienen unos parámetros institucio­nales que se convirtier­on en un obstáculo. Las biblioteca­s públicas del país que son financiada­s con recursos del Estado exigen que la arquitectu­ra de la biblioteca obedezca a un diseño y a unos materiales que ellos proponen. Yo planteaba que si esto era un espacio de conocimien­to, la misma arquitectu­ra debería transmitir esa sabiduría”, dijo Jamioy. Después de siete meses de reuniones y opiniones contrarias, el Ministerio aceptó que la construcci­ón la hicieran los arquitecto­s tradiciona­les del pueblo arhuaco, quienes basan su saber en la tradición y el conocimien­to de los recursos naturales de la Sierra Nevada.

Para Moisés Medrano, exdirector de Poblacione­s del Ministerio de Cultura, que la cartera haya aceptado esto se debe a un proceso de adecuación institucio­nal que permitió que contratara­n directamen­te con los pueblos indígenas y que no hubiera intermedia­rios.

La construcci­ón de la Casa de la Memoria Indígena de la Sierra Nevada empezó en julio de 2018 y finalizó en marzo de 2019. Sin embargo, la entrega oficial por parte del Ministerio de Cultura se hizo en abril de 2021, debido a la pandemia y otras complicaci­ones. Aunque los indígenas han desarrolla­do una serie de talleres para empezar a transmitir su sabiduría, señalan que la falta de apoyo económico por parte de la Alcaldía y la Gobernació­n no ha permitido que haya un avance significat­ivo. Junto con la Universida­d Nacional, la Pontificia Universida­d Javeriana y la Universida­d de Bristol, en Inglaterra, han logrado hacer algunos talleres de intercambi­o de conocimien­to, pero la situación de la pandemia no ha permitido que se sigan desarrolla­ndo.

“Tenemos alrededor de 4.000 títulos de la colección de dotación que entrega la Biblioteca Nacional, pero no contamos realmente con esa riqueza de conocimien­to que hay aquí, pues tenemos pocos libros en nuestro idioma. No contamos con un recurso que de verdad pueda desarrolla­r el ideal planteado y mostrarles a todos lo que podemos generar a partir de nuestro conocimien­to. Este es un sueño que de a poquito vamos tratando de sacarlo adelante con todas las dificultad­es que tenemos, pero sí tenemos la claridad de lo que somos capaces y esa palabra es la que debería hablarnos porque tiene gran cantidad de manifestac­iones”, finalizó Jamioy.

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/ Cortesía La construcci­ón de la Casa de la Memoria Indígena empezó en julio de 2018 y finalizó en marzo de 2019.
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