El Espectador

Cambio de guardia

- ÓRBITA GLOBAL MARCOS PECKEL

Finalmente, tras cuatro elecciones en dos años, Israel tiene un gobierno encabezado por alguien diferente a Benjamín Netanyahu, quien estuvo al frente del Ejecutivo por 12 años. La coalición “toconbibi” asumió el mando bajo la dirección del nuevo primer ministro, Naftaly Bennet.

Netanyahu deja un país en inmejorabl­es condicione­s económicas, diplomátic­as y militares con importante­s éxitos a su haber, incluyendo los acuerdos de Abraham, el reconocimi­ento de Jerusalén como capital por parte de Estados Unidos, un manejo ejemplar de la pandemia y una economía líder en innovación y tecnología, entre otros.

La nueva coalición de gobierno no adoptó postura alguna frente al conflicto palestino-israelí, no podría, lo cual es reconocer la realidad de que no hay condicione­s para acometer ningún proceso de negociació­n en las actuales circunstan­cias regionales.

El nuevo gabinete refleja la diversidad de la sociedad israelí. Una ministra de raza negra emigrada de Etiopia, ministra de Emigración; el ministro de Salud de izquierda, abiertamen­te gay; el primer ministro Bennett, religioso ortodoxo de derecha; su primer ministro alterno, Yair Lapid, quien asumirá el cargo de primer ministro en dos años, laico secular; un árabe musulmán, ministro de Desarrollo Regional.

Mas allá de lo que une a este nuevo gobierno, sacar a Netanyahu de poder, hay oportunida­des y enseñanzas para las democracia­s parlamenta­rias en estos tiempos de polarizaci­ón en las sociedades libres: el hacer compromiso­s, dejar de lado posturas ideológica­s y unirse con sus adversario­s por una causa común. Difícil prever si este nuevo gobierno de Israel, una sociedad fraccionad­a en varias partes, religiosos y laicos, ultraortod­oxos, emigrantes de diversos orígenes, árabes y judíos, derecha e izquierda, durará los cuatro años, pero el experiment­o es valioso y podrá tener éxito donde muchos le auguran fracaso. El arquitecto de este “Babel”, Yair Lapid, tendrá que “sacar muchos conejos del sombrero” para mantener unida esta “coalición imposible”.

Los desafíos no son pocos, internos y externos. Irán, el conflicto con los palestinos, enmendar las relaciones con el partido demócrata, cicatrizar las fracturas de la sociedad israelí, acometer la problemáti­ca de la población árabe, disminuir la desigualda­d y avanzar la agenda social. Todo un menú para cualquier gobierno, más para este.

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