El Espectador

Policía “in blue”

- GUSTAVO GALLÓN GIRALDO* * Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljurista­s.org)

EL PRESIDENTE DUQUE PRESENTARÁ al Congreso unas propuestas de reforma a la Policía el próximo 20 de julio. Para que la policía militariza­da que tenemos se convierta en un cuerpo civil, como está previsto en la Constituci­ón, estas iniciativa­s deben realizarse por entidades distintas de la propia institució­n policial. De lo contrario, serán ineficaces, como lo fueron la reforma adoptada mediante la Ley 62 de 1993 o las recomendad­as por una misión especial en 2003 y por una comisión de alto nivel en 2017, que nunca se aplicaron.

Entre las innovacion­es previstas mencionó el presidente una dirección y un observator­io de derechos humanos a cargo de un civil en la Policía. En la Ley 62 de 1993 se estableció un comisionad­o nacional para la Policía encargado de tramitar las quejas de la ciudadanía. Debía ser “un funcionari­o no uniformado”. El doctor Adolfo Salamanca, destacado jurista que más tarde sería vicefiscal general de la Nación, trató de ejercer sus funciones como comisionad­o en medio de la hostilidad implacable de coroneles y generales, que lograron que el cargo fuera eliminado (Decreto 1670 de 1997). La Corte Constituci­onal ordenó restablece­rlo (Sent. C-140/98), lo cual se hizo aparenteme­nte, pero la figura del comisionad­o se asfixió en la práctica (Decretos 1932/97 y 1512/00).

Civiles encargados de derechos humanos dentro de la Fuerza Pública no tienen muchas posibilida­des de ser vistos con respeto por quienes portan charretera­s. La dirección y el observator­io de derechos humanos para la Policía deben desarrolla­rse desde una entidad exterior a ella, con poder institucio­nal propio. Así se propone, por ejemplo, en el proyecto de ley 319/20, pendiente de primer debate en el Senado: una auditoría policial adscrita a la Defensoría del Pueblo como Unidad Administra­tiva Especial tendría a su cargo la recepción de denuncias por abusos policiales y su presentaci­ón y seguimient­o ante la Procuradur­ía, la Inspección de la Policía o la Fiscalía.

La misma lógica tendría que aplicarse en relación con la universida­d policial anunciada por el presidente como un centro de formación en derechos humanos, que debería impartirla la Defensoría del Pueblo. A ella le correspond­e recomendar las políticas para su enseñanza, según la Constituci­ón (art. 282.2). También podría hacerlo la Escuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla, que depende de la Rama Judicial e infundiría respeto.

El presidente se refirió igualmente a la participac­ión ciudadana para la transforma­ción constante e integral del servicio de policía. La Ley 62 de 1993 creó una Comisión Nacional de Policía y de Participac­ión Ciudadana, con funciones como la de proponer políticas para una orientació­n ética, civilista y democrátic­a en la relación comunidad-Policía. Está integrada por 24 miembros: funcionari­os estatales y voceros de la sociedad civil, pero nunca ha funcionado. El proyecto 319/20 prevé que la Secretaría Técnica sea asumida por la Defensoría del Pueblo.

Si enfoques civilistas como estos se plasman en los mecanismos materiales de ejecución de la reforma, puede que hasta sirva que el uniforme de la Policía no siga siendo verde sino azul, como también lo ha propuesto el presidente. Si no, sería pura cosmética.

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