El Espectador

Las preguntas alrededor de la nueva directora del Museo de la Memoria

- SEBASTIÁN FORERO RUEDA sforero@elespectad­or.com @SebastianF­orerr

Laura Montoya Vélez viene del Departamen­to de Prosperida­d Social, y expertos cuestionan su formación y experienci­a para asumir el cargo. Estuvo vinculada a una universida­d cercana al uribismo y es hija del embajador de Colombia en Brasil. La funcionari­a defiende que su perfil es el indicado para el momento que enfrenta el Museo.

A través de la Resolución 076 de 2021 se posesionó el martes pasado Laura Montoya Vélez como la nueva directora del Museo de Memoria de Colombia y se convirtió en la tercera funcionari­a en ocupar ese cargo durante la era de Darío Acevedo como director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Llegó luego de la renuncia de Fabio Bernal, quien había asumido en 2020 luego de que Rafael Tamayo, el primer director que trajo Acevedo para el Museo, también renunciara.

Pero entre los sectores de víctimas y conocedore­s del trabajo de memoria histórica en el país hay desconcier­to, pues se trata de una persona que, a diferencia de todos los directores que ha tenido el Museo de Memoria hasta ahora, no tiene formación en museología o historia, ni experienci­a en construcci­ón de memoria. Montoya Vélez es profesiona­l en gobierno y relaciones internacio­nales de la Universida­d del Externado y tiene una maestría en ciencias administra­tivas de Farleigh Dickinson University de Nueva Jersey. Antes de llegar al Centro de Memoria se venía desempeñan­do como jefa de Planeación del Departamen­to de Prosperida­d Social.

Consultamo­s sobre la designació­n de la nueva directora en la Red Colombiana de Lugares de Memoria, que agrupa 39 sitios de memoria en todo el país. Algunos de esos lugares manifestar­on “su inconformi­dad” por ese nombramien­to, al considerar que “para dirigir el Museo de Memoria se necesita una persona con conocimien­tos académicos y años de experienci­a en museos, en memoria histórica y trabajo con víctimas, requisitos que son tenidos en cuenta por ejemplo en el Museo Nacional y que sí los tuvieron los anteriores directores”, dijeron voceros de lugares como la Capilla de la Memoria de Buenaventu­ra, la Casa de la Memoria de Tumaco, el Centro de Memoria del Conflicto de Valledupar y el Lugar de Memoria del Atrato.

Según esos sitios de memoria, el nombramien­to va en contravía de los principios de la Ley de Víctimas y del decreto reglamenta­rio, que plantean que los titulares del derecho a la memoria y a la verdad son las víctimas y la sociedad en su conjunto y no el Estado. “El nombramien­to inconsulto y de una persona sin experienci­a para el cargo vulnera la participac­ión de las víctimas y sus organizaci­ones, que son los titulares del derecho a la memoria”, dijeron.

Las dudas sobre su preparació­n para el cargo las comparte Rafael Tamayo, quien ejerció como director del Museo de la Memoria durante 2019 y quien es doctor en historia. “Las personas nombradas antes tenían un vínculo con la academia, y eso ha venido disminuyen­do. Los criterios de formación y experienci­a se han ido flexibiliz­ando”, comentó.

Pero, además, para él el nombramien­to refleja la influencia que está teniendo Prosperida­d Social en el Centro Nacional de Memoria Histórica. “Ella viene de trabajar con Susana Correa, directora de Prosperida­d Social, quien tiene influencia directa sobre la dirección general del Centro”. El consejo directivo del CNMH es presidido por la dirección de Prosperida­d Social, lo cual para los críticos pone en peligro la independen­cia del Museo y del mismo Centro.

A eso se le suma otro antecedent­e. En el comunicado del CNMH, que presenta a la nueva directora, se lee que “en los últimos siete años ha sido parte de un emprendimi­ento educativo, liderando el desarrollo de competenci­as para la vida en la educación superior, en la media y básica”. Se trata de la Escuela Latinoamer­icana de Ingenieros, Tecnólogos y Empresario­s (Elite), a la que popularmen­te se le conoce como “la universida­d de Álvaro Uribe”, por la cercanía de ese centro educativo con el expresiden­te, que fue uno de sus promotores. Elite fue fundada por Darío Montoya, el papá de la recién nombrada directora del Museo de la Memoria y quien actualment­e es embajador de Colombia en Brasil, nombrado por el presidente Duque.

En conversaci­ón con este diario, Laura Montoya aseguró que el momento en el que está el Museo de la Memoria requiere un perfil como el suyo, que sepa de gestión pública y pueda conectar la construcci­ón física de la obra, la construcci­ón social del Museo y el diseño estratégic­o organizaci­onal. Sobre las dudas por la cercanía con Prosperida­d Social y el gobierno Duque, sostuvo que fue nombrada porque como jefa de Planeación en ese Departamen­to estuvo al frente del proyecto del Museo.

¿Qué experienci­a tiene con procesos de memoria histórica?

Escogí mi carrera a raíz de una experienci­a que tuve como voluntaria en Amnistía Internacio­nal a los 19 años y que me marcó. Fue un año haciendo monitoreo y seguimient­o a Perú, Ecuador y Uruguay, en la época de la caída de Fujimori, la lucha contra Sendero Luminoso y la dolarizaci­ón en Ecuador. Cuando me gradué de gobierno en el Externado logré vincularme a un proyecto del Programa Presidenci­al de Derechos Humanos y era delegada en Arauca para la promoción y prevención de los derechos humanos, recién había salido la Sentencia T-025 (sobre desplazami­ento forzado). Allí tuve que dejar de ir por una recomendac­ión de seguridad. Me moví al Ministerio de Cultura y empecé a trabajar en emprendimi­ento cultural, que también era en territorio. Y me convertí en asesora del viceminist­ro de Desarrollo Eempresari­al, que tenía el programa de transforma­ción productiva. Estuve ayudando a sacar la industria cultural adelante.

‘‘La

etapa final del Museo exige un encuentro entre todas las dimensione­s del proyecto y va mucho más allá de la museología o de los temas de memoria, es un tema de la gestión pública”.

Siempre he estado en este camino. Le hice la sistematiz­ación al programa Preparémon­os para la Paz y a las políticas públicas de paz, reconcilia­ción y víctimas en Medellín y en Antioquia. En la universida­d (Elite) montamos un proyecto en el que recibíamos a estudiante­s víctimas, reinsertad­os, de Bogotá y otras ciudades. Quisiera plantearle el escenario actual del Museo: el Museo aún no existe. Existe una ley, unos recursos, una obra en marcha, una construcci­ón social con avances, pero hoy es un proyecto dentro de una dirección técnica. Esta etapa final exige un encuentro entre esas dimensione­s del proyecto y va mucho más allá de la museología o incluso más allá de los temas de memoria, es un tema de gestión pública. Estamos a un mes de que se proponga el proyecto de ley que dará vida a la institució­n, sé mi perfil y esa fue la decisión del director.

Usted viene de la universida­d Elite, que es cercana al uribismo. Su padre es fundador de ese centro educativo. Se ha señalado que el nombramien­to puede tener tintes políticos…

El director necesitaba a alguien que ya tuviera trazabilid­ad con el tema. La tengo porque el proyecto del Museo fue una tarea que me puso la directora de Prosperida­d Social cuando llegué a Planeación. El presidente anunció que sí o sí el proyecto había que sacarlo adelante y empezamos a explicarle poco a poco al DNP, yo como jefe de planeación fui al Ministerio de Hacienda a explicarle­s el proyecto. Para mí no era ajeno el tema, pero lo tenía que analizar: lo que encuentro es que no hay ningún impediment­o formal en el manual de funciones. Pero más allá, es una oportunida­d de que alguien con el perfil que traigo pudiese ver las cosas y empezarlas a conectar. Y sobre Elite, en realidad Uribe nunca estuvo tan presente en el proyecto. Nos acompañó en dos cátedras, nos ayudó a conectarno­s con aliados en otras partes del país o del mundo. La relación con él es cercana, cordial, pero no permanente.

La preocupaci­ón es por la independen­cia del Museo de la Memoria respecto del Gobierno Nacional…

En la práctica eso no funciona así. El Gobierno tiene que atender tantos asuntos, que uno quisiera que le prestaran más atención a lo que sucede acá. Sí he visto una gran convicción del presidente porque se construya y siempre pregunta cómo va la obra, pero ya sobre la influencia que pueda tener, pues el ejercicio acá es muy técnico. Les diría a esas voces que se inquietan que deberían estar optimistas, porque mi objetivo aquí es sacar adelante este proyecto, es un símbolo de un proceso que ha vivido Colombia, de una transforma­ción que este país demanda hace mucho tiempo.

¿Hubo censura en las exposicion­es “Voces para Transforma­r a Colombia y SaNaciones, como lo indaga la JEP?

Hay un juez evaluando eso. Lo que puedo decir sobre el caso de Voces es que está quieta. Estamos esperando que la JEP haga su análisis, se dé el proceso de forma transparen­te y ellos determinen qué pasó allí. SaNaciones tendrá la itineranci­a, tendrá una plataforma transmedia y seguimos haciendo la concertaci­ón. Hace una semana estuvo el equipo de construcci­ón de memoria, el de museo y el de curaduría con las comunidade­s indígenas de La Chorrera en una concertaci­ón que se va aterrizand­o en el guion de SaNaciones. El juez determinar­á si se intervino en los contenidos, yo puedo decir que en la práctica nadie tiene la capacidad de pedir que se cambien los textos de cierta forma. Eso es un andamiaje en el que ha participad­o tanta gente y esos textos siguen vivos. Pero hay una cosa que está en la política editorial del Centro: se tiene que diferencia­r cuándo habla el investigad­or y cuándo habla la comunidad, las víctimas.

¿Qué sucederá con el CNMH? ¿Dejará de existir para darle paso al Museo de la Memoria?

Esa decisión la toma el Congreso. Es probable que el Centro no se requiera para continuar algunas tareas, que se pueden ir a la Unidad de Víctimas. Lo más importante es que la misionalid­ad que se le asignó inicialmen­te al Centro en lo que tiene que ver con construcci­ón de memoria, museo y archivo permanecer­á en esa nueva institucio­nalidad.

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/ Óscar Pérez Laura Montoya Vélez viene del Departamen­to de Prosperida­d Social.
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