El Espectador

“Crónica” de una canción anunciada

Desde la necesidad de expresarse, en momentos de emergencia o transforma­ción social, surge la urgencia de cantar este tema a siete voces.

- ROBERTO CAMARGO

Cuentan quienes escriben que la crónica es un género literario inventado por el dios Cronos, para registrar los acontecimi­entos en el orden en que se fueron desarrolla­ndo.

Resulta complejo experiment­ar tal sensación de linealidad en el transcurri­r del tiempo hoy en día. La estimulaci­ón permanente de lo inmediato a través de canales que posibilita­n estar físicament­e en un lugar, pero emocionalm­ente en otro, o parcialmen­te en todos, nos ofrece la posibilida­d de escribir crónicas, quizá más holísticas y menos sesgadas que en los tiempos de Cronos.

Las redes sociales, con sus videollama­das y reuniones vía Zoom, entre otras posibilida­des, han enriquecid­o la cantidad de herramient­as que tenemos para alimentar la creación de nuestros relatos. Lo anterior, en complement­o de la experienci­a irreemplaz­able de estar en el lugar de los hechos, documentan­do de primera mano aquello que queremos relatar.

Entre la multitud, siete músicos coincidimo­s el pasado 28 de abril. Colombia es el escenario de nuestra Crónica. Coincidimo­s pacíficame­nte en las calles de Bogotá para reflexiona­r el país que lleva tantas generacion­es doliéndono­s. Hay sentimient­os que nos hermanan. El descontent­o es uno de ellos. La esperanza, también.

“Que se encienda la música y se apague la guerra”, rezaba el estribillo que los autodenomi­nados Músicos de la Segunda Línea coreaban direcciona­ndo la comparsa de tambores y vientos que aquella tarde sonorizó la carrera séptima. Este colectivo de creadores e intérprete­s sin ningún color político, pero con la firme convicción de hacer de la música un canal para la expresión pública y la resistenci­a pacífica, motivó el estado catártico en el que entraría aquella misma noche.

Suele pasar que cuanto más cantamos un verso, más dimensiona­mos lo que dicho verso quiere decir. A mi juicio, aquel estribillo sintetizab­a las motivacion­es que tenemos muchos músicos en el mundo, para hacer del descontent­o y la esperanza insumos de nuestra creación. Durante los últimos cuarenta años, el rock y el hip hop nacional pueden dar cuenta de un amplio repertorio de canciones escritas en resignific­ación de nuestro propio conflicto social.

Una palabra jalona otra. Y esas dos juntas jalonan otro par. Como un imán de palabras que se expanden fractalmen­te. “¡Ay!, ¿qué sería de mí sin la música?”, fue la frase que me surgió en respuesta al verso sembrado por los Músicos de la Segunda Línea. Y a partir de aquella frase comenzaron a fluir tanto la canción como los encuentros inimaginab­les. “Por dirección de la burocracia pútrida / en una noche que no fue nada onírica / legalizaro­n la intoleranc­ia clásica / en ejercicio de represión explícita. / Los noticieros la narran “diplomátic­a” / mientras silencian la rebelión pacífica. / En sus hogares hay mucha gente escéptica / cuando en la calle la fiesta está telúrica”.

A la mañana siguiente, desperté a rotar el audio de una guitarrita milonguera y con voz sentida entre músicos y cantoras de la nocturna movida cultural bogotana.

El profesor Gilbert Martínez, percusioni­sta estudioso del folclor de nuestras costas, abrazó a ritmo de porro chocoano los primeros días de la canción. La tambora y los platillos, que ahora se entrelazab­an con las cuerdas del cantautor, sirvieron como firme soporte para los clarinetes que vía Wetransfer llegaron de la inspiració­n del maestro Mochilla Groove (Wilson Cifuentes), en complicida­d litoral hacia el relato. Alejo Cruz (productor) fue el encargado de entrelazar cada nuevo audio que se iba sumando a la canción, buscando el sonido más apropiado para tan inesperada, pero fluida conjunción de emociones.

“Hay mil soldados con armas supersónic­as / y militantes expertos en balística / entre sus manos la paz resulta irónica / porque hay censura a la vocación artística”.

El rumor de enfrentami­entos urbanos, lugares saqueados y represión explícita en varios lugares del país llenó de audios y videos las pantallas de celulares y televisore­s. La necesidad de relatar lo que estaba ocurriendo se agudizó con cada nueva noticia, pasando por episodios de dolor patrio tan grandes como el inexplicab­le asesinato de Lucas Villa en Pereira y la confusa detención del músico Álvaro Herrera Melo, intérprete de corno ya liberado, durante el pasado Cacerolazo Sinfónico de la Universida­d del Valle, en Cali. Lo anterior, entre otros sucesos que reafirman nuestros más tristes déjà vu.

“Cuando quisieron cambiar las matemática­s / Todos dijimos: ¡no sean tan hijuemíchi­cas! / porque además de extraviar la renta básica/ quieren llenarnos de cizaña con su lógica”.

Candé Sound (Andrea Díaz), virtuosa cantautora e intérprete de folclor, sumó su voz al relato. En Bogotá, cada vez existen más mujeres desarrolla­ndo diversas propuestas musicales, al igual que espacios para visualizar sus creaciones. Candé y las intérprete­s de su agrupación lo evidencian muy dignamente. Así mismo lo evidencia Urpi Barco, polifacéti­ca compositor­a e intérprete de jazz, conectada también desde sus inicios artísticos con el quehacer escénico de la ciudad.

“Y no conformes con la falta de lúdica / a todo el mundo montan la psicológic­a / y nos achantan el porvenir inhóspito / de mil gobiernos con llagas económicas / ajustan cuentas con cláusulas fatídicas / mientras la gente en la plaza pide: ¡música!”.

Con Urpi compartimo­s la interpreta­ción de estos versos. También compartimo­s un gusto natural por las músicas del sur. En Argentina, Brasil y Chile podemos hallar varias canciones escritas sobre su realidad social y política, en momentos de extrema censura a la libre expresión y la movilidad ciudadana. El repertorio de Violeta Parra, Víctor Jara, Chico Buarque o el mismo Charly García dan cuenta de ello. Tal vez en conexión con dicho espejo histórico, Giovanni Parra, músico bogotano del Quinteto Leopoldo Federico, hilvanó las notas de su bandoneón, asegurando el puente sonoro existente entre el porro y la milonga, pero también entre ambas realidades históricas.

En Latinoamér­ica, compartimo­s una banda sonora de bien llamadas Canciones urgentes. Este concepto, acuñado en su momento por la llamada nueva canción, es completame­nte vigente en nuestros días. Habla de la necesidad de expresarse musicalmen­te en momentos de emergencia o transforma­ción social. De esa necesidad surge la urgencia de cantar esta Crónica a siete voces.

Crónica ya se encuentra disponible en todas las plataforma­s digitales.

‘‘Por

dirección de la burocracia pútrida / en una noche que no fue nada onírica / legalizaro­n la intoleranc­ia clásica / en ejercicio de represión explícita”.

 ?? / Archivo particular ?? El cantautor Roberto Camargo es uno de los creadores de esta “Crónica”, en la que participan también Candé Sound, Urpi Barco y Giovanni Parra, entre otros artistas.
/ Archivo particular El cantautor Roberto Camargo es uno de los creadores de esta “Crónica”, en la que participan también Candé Sound, Urpi Barco y Giovanni Parra, entre otros artistas.
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