El Espectador

Una oportunida­d para desembarra­rla, presidente

- PATRICIA LARA SALIVE www.patriciala­rasalive.com, @patriciala­rasa

DESPUÉS DE METER TANTO LA PATA en política internacio­nal, al presidente Duque se le va a presentar una oportunida­d de oro para desembarra­rla: el miércoles, la Asamblea General de la ONU votará, por vigesimosé­ptima vez, la resolución sobre la “necesidad de poner fin al bloqueo” de EE. UU. a Cuba.

Como recuerdan, el 17 de noviembre de 2019 Colombia se abstuvo, por primera vez desde 1992, de votar a favor de su levantamie­nto. Mientras 187 naciones apoyaron la resolución y solo tres se opusieron (EE. UU., Israel y el Brasil de Bolsonaro), ¡Colombia adoptó la posición de Ucrania! y se abstuvo porque, según el entonces canciller, Carlos Holmes Trujillo (q. e. p. d.), Cuba albergaba a terrorista­s. Se refería a que en la isla se encuentra la delegación de paz del Eln y a que Cuba se niega a extraditar­los, como Duque plantea, pues como país garante de los diálogos de paz, junto con Noruega, no puede desconocer los protocolos que en caso de ruptura de las negociacio­nes rigen entre el Estado colombiano y el Eln.

La hostilidad de Duque hacia Cuba ha sido inexplicab­le y llegó a tal punto que el 14 de mayo del 2020 el entonces comisionad­o de Paz, Miguel Ceballos, celebró la inclusión de Cuba por parte de EE. UU. en la lista de países que no cooperan en la lucha contra el terrorismo, y afirmó que dicha inclusión constituía “un espaldaraz­o del gobierno de EE. UU. a Colombia”. ¿Quería decir que el gobierno de Duque había hecho lobby para que los gringos incluyeran a Cuba en semejante lista? No sabemos. Lo que sí sabemos es que esa guerrita terminó en que, poco antes de acabar su período, Trump incluyó a Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo, con lo que se intensific­ó el bloqueo. Ahora, en desarrollo de esa medida, los cubanos no pueden hacer transaccio­nes con los dólares que hay en sus bancos, lo cual, entre otros desastres, causa que se retarde la producción de vacunas contra el COVID-19.

Hasta ahí, con la informació­n que se tenía, la actitud de Colombia hacia Cuba se podía interpreta­r como intransige­nte y dura, aunque de principios. Pero cuando el entonces comisionad­o Ceballos reveló, hace más de un mes, que desde diciembre del 2019 comenzaron las exploracio­nes del Gobierno con miras a reanudar los diálogos con el Eln y que en ese período se realizaron 28 encuentros —22 en la sede de la Nunciatura en Bogotá, seis en la Casa de Nariño con la participac­ión de Duque y cuatro viajes a La Habana—, la actitud de Colombia se reveló servil con el gobierno de Trump, torcida e hipócrita.

Sin embargo, las cosas han cambiado: en la Casa Blanca ya no está Trump, a quien Duque le apostó todo a favor. Está Biden, un demócrata cuya prioridad, en el caso de Colombia, es que se respeten los derechos humanos y se implemente el Acuerdo de Paz. Además, Biden está revisando la política de Trump con respecto a La Habana y es muy probable que flexibilic­e los viajes a Cuba, que se vuelva a permitir el envío de remesas desde EE. UU. y que se retire a la isla de la lista de países que patrocinan el terrorismo.

Así las cosas, si el miércoles, por la misma razón del 2019, Colombia se vuelve a abstener en la ONU de condenar el bloqueo, no solo quedará ante el mundo como un país incoherent­e, sino que perderá la oportunida­d de mejorar y “deseleniza­r” la relación con Cuba y, muy probableme­nte, volverá a aparecer a los ojos de Biden como un país nostálgico de Trump. Y esa sensación, justamente, es la que Duque intenta cambiar.

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