La sociedad colombiana como un árbol robusto y flexible
Quince años como directora ejecutiva de Fedemaderas, la Federación Nacional de Empresarios de la Madera, con mayoría de sus miembros reforestadores, han servido para aprender de la economía sostenible, de la capacidad empresarial y de la naturaleza forestal.
Es posible aplicar a la sociedad colombiana ese aprendizaje. Comencemos por la raíz: si en el vivero se han tenido los cuidados necesarios, la raíz será adecuada, y si al momento de sembrar el árbol se le acompaña de retenedores de humedad que apoyan por años, buena parte del desarrollo del árbol va por buen camino. Atender a la infancia, construir una red equilibrada de relaciones madre-padre-hijos y suministrar lo necesario para el desarrollo de esos primeros años es importante.
Luego crece el árbol y la mayoría de especies solo requieren la luz y el agua que la naturaleza provee y el alimento que el suelo entrega. Con lo mínimo necesario el árbol puede crecer y con lo mínimo equiparado en la sociedad, como salud, alimentación, paz y educación básica, hay una población sana, sin lujos o riquezas mayores. Cuando alcanza el árbol su altura, aunque no su grosor o madurez, las ramas son fuertes y hay crecimientos distintos, pero recordemos que todo el árbol, sus raíces y sus hojas han capturado CO2, han prestado un beneficio al medioambiente y mantienen armonía y desarrollo de los ecosistemas a su alrededor. Cabe preguntar: ¿cuándo se ha visto que las ramas de un árbol sano se peleen entre sí? ¿O se disputen el aire, el sol y el agua? ¿O que unas impidan crecer a otras para lograr un mejor árbol?
Allí es opuesta la acción de la naturaleza frente a la sociedad colombiana actual. Si se asimila cada grupo que la constituye a una rama del árbol, ¿por qué se cree que bloqueando el aparato productivo rural y urbano, a los pequeños campesinos y empresarios e impidiéndoles cosechar, vender y generar actividad económica, se va a lograr una sociedad más equitativa? Una rama de la sociedad no va a lograr fortalecerse y obtener una mejor distribución debilitando profundamente a otra rama de la sociedad que son los productores y empresarios urbanos y rurales. El efecto es el contrario, débil esa rama, debilita aún más a todas las demás.
Igual ocurre con los bienes públicos y sus usuarios. Dañar bienes públicos y ocasionar gastos extraordinarios a gobiernos locales para recuperarlos causa debilidad en dos ramas de la sociedad y los recursos que deberían apoyar lo cultural o nuevos bienes para una mejor calidad de vida se invierten en tratar de resolver los destrozos que afectan a la misma rama que quiere mejorar su situación económica.
¿O acaso quienes caminan horas para ir a trabajar porque se dañan los transportes públicos son ciudadanos con patrimonios de miles de millones de pesos? Si aprendemos de la naturaleza forestal, entenderemos que ser una sola sociedad, como un árbol, es la respuesta.