El Espectador

El impulso a los campesinos en sus planes de conservaci­ón

La firma de un acuerdo entre las autoridade­s del sector agropecuar­io y ambiental y las comunidade­s rurales del Caquetá y sur del Meta, crea el Sistema Nacional de Zonas de Reserva Campesina.

- *Infoamazon­ia es una alianza periodísti­ca entre Amazon Conservati­on Team y El Espectador. JULIANA JAIMES VARGAS jjaimes@elespectad­or.com @julsjaimes

La zona de reserva campesina El Pato-Balsillas —ubicada al norocciden­te del Caquetá, entre el Parque Nacional Los Picachos, en la Amazonia, y el Meta— fue la primera que se conformó en el país. Víctor Ayala, uno de sus precursore­s, cuenta que en 1997, cuando la tala de árboles sobrepasó los límites y los cultivos ilícitos llegaron al territorio, ya no se podía sembrar. “Uno no veía ni siquiera una mata de yuca”, dice. Pero ante la crisis, la principal respuesta que encontraro­n las 28 comunidade­s que aún habitan el territorio fue la conservaci­ón. “Nuestros ancestros fueron grandes depredador­es y deforestad­ores, pero nosotros decidimos cambiar la historia”.

La figura de Zonas de Reserva Campesina (ZRC) se formalizó con la Ley 160 de 1994 y desde entonces se ha convertido en una oportunida­d para que las comunidade­s rurales puedan gestionar planes de desarrollo sostenible que buscan, además de conformar un papel para gestionar su propio territorio, la conservaci­ón ambiental y la reducción de la frontera agrícola, una de las principale­s causas de deforestac­ión en el país. Pero lo cierto es que —aunque la legislació­n lleva 27 años y se han demostrado casos exitosos, como el de El Pato-Balsillas, en la Amazonia, o el de Cabrera, en Cundinamar­ca— hasta la fecha solo se han declarado siete de estos espacios y hay más de veinte en espera de constituci­ón.

Según Visnu Posada, ingeniero ambiental e integrante de la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina (Anzorc), la razón es la falta de coordinaci­ón entre autoridade­s que reconocen formalment­e estos espacios. “Una reserva campesina es un acuerdo del sector agropecuar­io, el sector ambiental y del campesinad­o para estabiliza­r sus pobladores y, producto de eso, cerrar la frontera agropecuar­ia. El problema es que la figura no tiene dientes para ejecutar esos planes de desarrollo sostenible que se diseñan y la gestión es muy gaseosa; es decir, no es sistemátic­a”.

En respuesta a esta problemáti­ca —y, según las comunidade­s, es uno de los logros que se le adjudican al paro nacional—, el pasado 6 de junio se firmó un acuerdo entre organizaci­ones campesinas y autoridade­s del sector agrícola y ambiental, para ejecutar la creación del Sistema Nacional de Zonas de Reserva Campesina. Un empujón necesario que permitirá acortar procesos para crear las áreas, según explica Robert Escobar, vocero de la delegación de campesinos del Caquetá y sur del Meta. “Lo que se quiere es que el Gobierno Nacional siente un responsabl­e para hacer mucho más factible la creación y financiaci­ón de las zonas de reserva campesinas como una incitativa que ayudaría a la solución de problemáti­cas socioambie­ntales en los territorio­s”.

Tanto el Gobierno como las comunidade­s campesinas tienen un plazo máximo de tres meses para diseñar un documento que formalice el sistema y un programa que agrupará varios procesos de ZRC estancados: ambas apuestas contarán con equipos técnicos del Ministerio de Agricultur­a, Ministerio de Ambiente y representa­ntes rurales. Las zonas escogidas para un primer piloto fueron la Amazonia, en el departamen­to del Caquetá, y el sur del Meta; dos de los lugares más deforestad­os del país.

Pero, ¿cómo la creación de un Sistema Nacional de ZRC ayudará a detener la expansión de la frontera agrícola? Según Visnu Posada, una de las principale­s problemáti­cas que esta figura tiene, y que espera solucionar con la creación del sistema, es que a pesar de que la producción agrícola cumple con estándares de conservaci­ón —al no talar los bosques primarios, conservar las fuentes hídricas y no pasarse de una cantidad de hectáreas sembradas—, los productos no son lo suficiente­mente apoyados en su comerciali­zación. Los campesinos necesitan estabilida­d económica para seguir con los acuerdos.

“La norma dice que en una zona de reserva campesina la oferta del Estado tiene que ser preferente, porque necesita cumplir con unos objetivos de estabiliza­r esa población, que en su origen eran colonos que estaban abriendo la frontera agropecuar­ia y llegaron a acuerdos internos para evitarlo. Ellos necesitan la oferta del sector agropecuar­io, que les den los títulos de la tierra, el acceso a créditos y la asistencia agropecuar­ia”, agrega Posada, también asesor de territorio­s rurales de la Universida­d EAN.

Algo en lo que concuerda Víctor Ayala, quien explica que en la ZRC El Pato-Balsillas entendiero­n hace tiempo que no necesitan 500 hectáreas de tierra para poder ser productivo­s pues, según cuenta, con diez bien trabajadas basta. “Nosotros no necesitamo­s grandes extensione­s de tierra para la agricultur­a. Lo importante es tecnificar las prácticas y que compren los productos. En diez hectáreas se puede sembrar yuca, plátano, mora, lulo, café y lo que el clima permita. Es decir, los campesinos necesitamo­s ayuda económica y técnica para vivir mejor y talar menos; no necesitamo­s 500 hectáreas”..

Según un informe del Instituto Humboldt publicado en 2018, las Zonas de Reserva Campesina, que por lo general comparten terreno con espacios estratégic­os para la biodiversi­dad del país, permiten que se construyan economías locales basadas en la conservaci­ón, diseñadas y puestas en práctica desde lo local. Algo que, según Alejandra Osejo Verona, líder de la línea de investigac­ión en gobernanza y equidad del Humboldt, puede traducirse en una sola cosa: un control estratégic­o de los ecosistema­s a cargo de los actores que inciden principalm­ente en la tierra.

“La posibilida­d que brinda una figura como las ZRC es que la conservaci­ón y el uso sostenible de la biodiversi­dad estén a cargo de las mismas organizaci­ones que tienen una incidencia directa en el territorio y para eso las figuras tienen un elemento muy importante, que son los planes de desarrollo campesino y eso es fundamenta­l cuando hablamos de situacione­s donde hay conflictos latentes por la conservaci­ón de zonas pobladas con procesos de colonizaci­ón, pero es una zona de ecosistema estratégic­o”.

En el camino de la transición hacia la sostenibil­idad es fundamenta­l contar con acuerdos comunitari­os y darles la voz a quienes habitan y trabajan las zonas que deben ser conservada­s: los campesinos y las comunidade­s que han diseñado planes sostenible­s y que hoy, más que nunca, necesitan un empujón para que surtan efecto. “Si las economías campesinas se estabiliza­n vamos a evitar la deforestac­ión, la ampliación de la frontera agrícola para ganadería y la vinculació­n con economías ilícitas. Entender que la conservaci­ón no es un asunto exclusivam­ente del Gobierno nos abre la posibilida­d de vincular diferentes actores y reconocer los esfuerzos que estos han estado haciendo en sus territorio­s”, concluye Osejo, del Instituto Humboldt.

››La figura de Zonas de Reserva Campesina (ZRC) se formalizó en 1994, pero solo se han declarado siete espacios.

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/ Gustavo Torrijos El Sistema Nacional de ZRC pretende ayudar a detener la expansión de la frontera agrícola.
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