El Espectador

“Faltó compasión”: Íngrid

Un día después del histórico encuentro con quienes ordenaron sus secuestro, la excandidat­a presidenci­al destaca que los excombatie­ntes reconozcan el crimen y el daño que hicieron, pero dice que aún tienen el corazón duro por la guerra.

- GLORIA CASTRILLÓN gcastrillo­n@elespectad­or.com @glocastri

Un día después del histórico encuentro con quienes ordenaron su secuestro, la excandidat­a presidenci­al destaca que los excombatie­ntes reconocier­an el crimen, pero dice que aún tienen el corazón duro por la guerra.

Unas horas después del duro reclamo que les hizo a los exjefes de la extinta guerrilla de las Farc, en un encuentro propiciado por la Comisión de la Verdad, en el que participar­on otras seis víctimas de secuestro, Íngrid Betancourt luce algo cansada, pero con el mismo ímpetu para seguir reclamando. Reconoce los avances en la búsqueda de la verdad, sigue defendiend­o el Acuerdo de Paz, llama a la sociedad a “desengatil­larse” y le pide al país no caer en la desesperan­za.

¿Cómo amaneció después del encuentro con exjefes de las Farc ante la Comisión de la Verdad?

Cansada, extenuada mental y emocionalm­ente, con sentimient­os encontrado­s porque siento que se perdió una oportunida­d. Quedé con ganas de más. Pero al mismo tiempo muy positiva al saber que es un camino largo, que estamos avanzando, que este era un paso necesario, que habrá más pasos y que tenemos que hacer una reflexión y decantar lo que sucedió.

¿Qué oportunida­d se perdió?

Se perdió la oportunida­d de podernos mirar como seres humanos. Las víctimas llegamos a ese encuentro con la tarea hecha. Llegamos a vernos con los que fueron nuestros verdugos. Todos tuvimos un encuentro el día anterior y apenas comenzamos a hablar, lloramos. Eso creó mucha solidarida­d entre nosotros, me encontré con personas que vivieron el secuestro y que conocí ayer (miércoles), y el hecho de haber llorado juntos me hizo sentir que son mis hermanos. Para mí el contraste fue tan violento de ver que nosotros nos habíamos desnudado y estas personas de las Farc se suben impávidas, con unos discursos acartonado­s de política y reclamándo­le al Gobierno, no nos miraban ni siquiera a nosotros. Ni siquiera nos pidieron perdón.

¿Valora algo de lo que pasó ayer, a pesar de lo que faltó?

A pesar de que no fueron hasta donde nosotros hubiésemos querido, sí hubo una declaració­n contundent­e en contra de la guerra. Eso fue muy importante. Timochenko en algún momento lo dijo, hablándole­s a los jóvenes de que la guerra no es el camino. También valoro que no hablen de retencione­s sino de secuestro. Timochenko hizo un esfuerzo de expresar la magnitud del horror con superlativ­os. Es decir, tratando de expresar algo que intelectua­lmente comprenden. Pero una cosa es comprender intelectua­lmente y otra es sentirlo y vivirlo. Creo que les faltó compasión. Esto no es una crítica o señalamien­to. Me pregunto cómo vamos a lograr que ellos puedan sentir el dolor, que sufran con nosotros. Las víctimas en un contexto de total deshumaniz­ación necesitamo­s ver que ellos sufren con nosotros. El perdón ya se los dimos, el sentimient­o de odio no existe en nosotros.

El escenario puede intimidar mucho, ¿no cree que en ese camino hacen falta encuentros más personales, sin cámaras, sin libretos?

Había una secuencia de momentos programado­s por la Comisión de la Verdad. Del lado de quienes fuimos víctimas de las Farc se vio el esfuerzo de estar ahí, de exigirnos a nosotros mismos por el bien del país, de nuestra familia, a pesar de que nos remuevan los recuerdos y nos dé vergüenza sentir lo que sentimos y llorar en público. Del otro lado, cuando se les da la oportunida­d de hablar, ellos les hablan a las cámaras y no a nosotros. Le hablan a una Colombia abstracta, se mantienen en una coraza emocional, siguen en la imposibili­dad de sentir. Hoy no están ni Marulanda, Raúl Reyes o el Mono Jojoy para hablar, pero Timochenko sí. Si ellos toman la decisión de montar unos campos de concentrac­ión y tenernos ahí como animales, botándonos la comida por entre las rejas, separados de nuestras familias, encadenado­s, ¿dónde está la reflexión de lo que nos hicieron vivir? Ahí hubo decisiones inhumanas, como la de no liberar a Norberto Pérez, el papá de Andrés Felipe Pérez, que se estaba muriendo de cáncer. ¿Qué les quitaba a ellos liberarlo? No quisieron mostrar humanidad, en un momento en el que pudieron reconcilia­rse. Perdieron la oportunida­d en ese momento, y ahora que la tienen, vuelven y sacan el discurso acartonado y político. Nosotros desde este lado nos sentimos insatisfec­hos, casi que sentimos ofensa. Es un desequilib­rio: nosotros desnudos frente al país y ellos acorazados. Entiendo que este proceso es difícil. Pienso que ellos de alguna manera la han tenido fácil.

¿Lo dice porque no han ido a la cárcel?

Lo digo porque uno mira en contraste la situación de los paramilita­res, no digo de todos, pero hubo quienes pasaron por la cárcel. Incluso muchos de las Farc. Estoy hablando de Sombra. He recibido cartas de su parte. En lo que él escribe uno siente una reflexión diferente, una vibración del alma diferente. Él fue quien nos tuvo en esos campos de concentrac­ión, pero el hecho de estar en una dificultad humana de pronto hace que mire de otra manera. Ellos la han tenido fácil en el sentido de que llegan del poder de las armas al poder del Congre

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liberación no es solamente física, la liberación emocional es poder perdonar, y eso lo hicimos todos por necesidad. El perdón es un hecho. No sentí odio al verlos, ni animadvers­ión.

so. Eso es parte de lo que nosotros aceptamos, es parte del Acuerdo de Paz y está bien. Y me pregunto si eso es la razón por la cual ellos han sido incapaces de ponerse en nuestros zapatos.

¿Cree que los máximos responsabl­es no llegan a ese nivel de empatía porque no conviviero­n con ustedes en esas dificultad­es?

Esa puede ser una razón, pero creo que hay algunos que estando muy cerca de nosotros siguen con el corazón endurecido. Es un trauma de la guerra. Cuando uno recibe una orden y mata a un ser humano con el que habla, come, juega ajedrez, es porque algo en la cabeza no funciona o algo en el corazón se rompió. Y eso fue lo que sentí: dureza del alma.

¿Qué pasó en Íngrid Betancourt para perdonar, a pesar de todo lo que ha sucedido?

Es que el odio es un veneno para uno. Uno está todos los días con la sed de venganza y el otro ni se entera. Uno está envenenánd­ose a uno mismo. La liberación no es solamente física, la liberación emocional es poder perdonar y eso lo hicimos to dos por necesidad. El perdón es un hecho. No sentí odio al verlos, ni animadvers­ión, es más, deseo que les vaya bien. Pero como ser humano, simplement­e estoy constatand­o que el trabajo no está hecho. Y que espero por ellos y por Colombia que se pongan a la tarea de escudriñar su alma y darse el derecho de tener remordimie­nto.

¿Estaría dispuesta a un encuentro privado?

Estoy dispuesta a todo lo que nos permita consolidar la paz en Colombia. No me voy a prestar a manipulaci­ones. Entre ellos y nosotros hay todavía mucha desconfian­za. Acercamien­to hubo porque estuvimos físicament­e en el mismo sitio, que ya de hecho es muy grande; pudimos vernos a los ojos, cuando les estaba hablando los estaba mirando a los ojos y sé que ellos estaban entendiend­o lo que les estaba diciendo. Sé que para ellos fue duro. No quiero que ellos se atrinchere­n, que se sientan juzgados y a la defensiva. Lo que quiero decirles, y se los dije, “esta es nuestra Colombia”. La de ellos y la mía. Tenemos que armar ese tejido roto y parte de volvernos a acercar es con el alma.

¿Estaba previsto que ustedes se dieran la mano, que tuvieran algún contacto físico?

Se había contemplad­o la posibilida­d de un diálogo, de sentarnos con Rodrigo Londoño y con el padre De Roux a hablar. Pero era un riesgo emocional para todos, para ellos y para nosotros. Habíamos dicho vamos a ver qué sucede, si se logra esa magia, si se dan las cosas. Y no se dieron. No hubo contacto físico, no nos saludamos. Él salió por su lado, yo salí por el mío. Pero es un primer paso que se dio y habrá más.

¿Qué significa este momento cuando unos jóvenes están reclamando sus derechos, hay una honda polarizaci­ón política y se aproximan las elecciones, cómo no llenarnos de desesperan­za?

Creo que hay mucha esperanza. Si miramos dónde estamos en relación con lo que hay atrás, tenemos un instrument­o, este Acuerdo de Paz que hizo que las Farc dejaran de matar, la mayoría de ellos están hoy en día recorriend­o este camino con nosotros. Sí hemos avanzado mucho. Le digo a Colombia que se “desengatil­le”. Desengatil­larse es un concepto que comienza por una voluntad de tratar de entender humanament­e lo que nos está sucediendo. Si todo lo que sucede en el país, en las personas que vemos, a quien nos habla y no nos habla, lo filtramos por la matriz ideológica y lo volvemos un blanco o negro, bueno o malo, y no tratamos de entender la fibra humana de todo lo que nos está sucediendo, no hemos salido del problema. Pero creo que ya estamos saliendo, que Colombia ya está aburrida de la polarizaci­ón. Y además tenemos urgencias sociales, ya no podemos seguir a cuenta de que insultamos al uno y al otro, posponiend­o darle solución a todo eso.

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/ Mauricio Alvarado Íngrid Betancourt durante el encuentro con los líderes de la exguerrill­a de las Farc ante la Comisión de la Verdad.
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