El Espectador

19J en Brasil, 500 mil muertos

- BEATRIZ MIRANDA

Hace días Brasil temía la llegada de este momento: el registro de 500 mil muertos debido al COVID-19. Detrás de cada vida, una historia, una familia, una pérdida y un dolor. Sin embargo, 500 mil muertes que podrían haber sido evitadas con tan solo “dos dosis de vacunas”, que podrían haber sido compradas o incluso fabricadas oportuname­nte. ¡Esta realidad no hay cómo invisibili­zarla!

En las calles del país, y en algunas importante­s capitales del mundo, hay un sentimient­o colectivo de indignació­n, de repudio y, simultánea­mente, de impotencia. Si se recuerda, en un país que pareciera haber perdido la memoria histórica, existe un grito contenido desde el primer día, cuando Jair Bolsonaro anunciaba con bombos y platillos toda su capacidad de desinstitu­cionalizac­ión y el compromiso tácito de transforma­r la Amazonia en un “infierno verde”. Todo eso con la venia y gracia de un gabinete sin proyecto de país y con una visión rasa del mundo y de millones de electores que, en pleno ejercicio de la democracia, optaron consciente o inconscien­temente por llevar a Bolsonaro al Palacio del Planalto y transforma­rlo en un “mito”.

El 19 de junio fue el día: el número de muertos de Brasil llegó a los 500.022. Vale resaltar que, según expertos, este número debe ser aproximada­mente 30 % más. Según la Investigac­ión de la Comisión Parlamenta­ria del COVID-19, desde el inicio de la pandemia, el presidente Bolsonaro no ha contestado más de 40 correos electrónic­os de la farmacéuti­ca Pfizer, por medio de los cuales la empresa le ofrecía millones de dosis de vacunas.

El gobierno ha reiterado que ya distribuyó 110 millones de vacunas, lo que lo ubica como el cuarto país que más vacunó en el mundo. Sin embargo, si se toma en cuenta la población brasileña, esto no correspond­e a la realidad. Es apenas una forma de disfrazar la dramática situación por la que pasa el país.

Recienteme­nte, Bolsonaro junto con sus aliados en la Amazonia, puso en tela de juicio la efectivida­d de la vacuna contra el coronaviru­s, criticó el uso del tapabocas y volvió a recomendar el uso de hidroxiclo­roquina, aunque todas las evidencias científica­s nieguen su eficacia.

Hay un sentimient­o ambiguo: por un lado, ver a los brasileños utilizando las calles como un espacio para reivindica­r sus derechos democrátic­os trae a Brasil una esperanza similar a la traída por las “Directas Ya”, cuando el pueblo se unió en plena dictadura. Sin embargo, ver estos miles de brasileños en la calle demuestra desesperac­ión, un “basta ya” que puede, en pocos días, disparar aún más el número de contagiado­s y muertos.

De todo esto queda la sensación de que hoy miles de brasileños prefieren morir luchando por un

Brasil mejor. Sin embargo, no podemos menos que sentir miedo al pensar que lo peor está por venir, pues en una noche oscura, un excapitán presionado puede ser más amenazador de lo que ya es.

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