El Espectador

La verdad del sacerdote secuestrad­o por el Eln en la iglesia La María

- VALENTINA PARADA LUGO vparada@elespectad­or.com @valentinap­lugo

Jorge Humberto Cadavid presidía la misa en la iglesia La María, al sur de Cali, el 30 de mayo de 1999, cuando el Eln irrumpió para secuestrar a 194 feligreses, incluido él. Dice que después de 22 años hay otras víctimas que lo señalan de cómplice de la guerrilla.

El padre Jorge Humberto Cadavid, de 72 años, párroco de la iglesia Cristo del Perdón y de la Universida­d del Valle, recita de memoria su verdad sobre el secuestro de 194 feligreses en la iglesia La María, ubicada en el corregimie­nto de Pance, al sur de Cali, el 30 de mayo de 1999. Ese día, miembros del frente José María Becerra, del Ejército de Liberación Nacional (Eln), irrumpiero­n la misa matutina para fingir un operativo militar y raptarlos. Ese domingo fue el comienzo de un secuestro no solo físico, sino social, dice Cadavid, pues desde entonces es señalado por otras víctimas de haber sido cómplice y colaborado­r de la guerrilla para cometer ese delito, aunque la Fiscalía nunca tuvo en cuenta esta hipótesis.

Aunque el caso todavía no se ha desenredad­o y muchas de las personas que vivieron el secuestro decidieron exiliarse por seguridad, sus relatos siguen vigentes y por eso la Comisión de la Verdad viajó hasta Cali, el pasado 26 de junio, para conocer su verdad. Casi todas las voces fueron escuchadas menos la del padre Cadavid, quien a pesar de haber estado 15 días en cautiverio, no fue tenido en cuenta para ese encuentro. En entrevista con Colombia +20, el sacerdote habló sobre la estigmatiz­ación que ha vivido y aseguró que sí hubo pagos de extorsión al Eln para las liberacion­es.

¿Cómo recuerda el día del secuestro?

En ese momento la iglesia La María estaba en construcci­ón. Recuerdo que había llegado a Cali dos días antes, el viernes por la tarde, después de estar en Bucaramang­a, porque estaba enterrando a mi papá. Cuando llegué a Cali pensé que iba a poder vivir bien mi duelo, que iba a poder gritar, pero el grito fue el secuestro. Ese día llegué unos minutos tarde a la misa y cuando íbamos por la consagraci­ón, como en la mitad, vino el secuestro. Eran unos hombres de camuflado que me dijeron que pidiera desalojar la iglesia porque había una supuesta amenaza de explosivo. Al principio les creí, pero luego vi que tenían botas de caucho, entonces supe que era la guerrilla. Y ahí empezaron las órdenes: dígale a la gente esto, que lo otro, que salgan, y yo intenté demorarme para ganar tiempo y que alguien se percatara y llamara a las autoridade­s, pero no pasó, y bueno, se dio el secuestro.

¿Por qué dice que lo han tildado de cómplice de la guerrilla?

Después de mi liberación duré 20 días en los que les pedía a quienes luego fueron liberados ir a su casa, pero todos se negaban. No me daban la dirección ni el teléfono, hasta que por fin un día una señora que también había sido secuestrad­a me dijo que la consigna entre las otras víctimas era que no me hablaran nada de teléfonos ni de direccione­s. Después en un video afirmaron que yo era el que les pasaba la informació­n de sus casas y familias a los guerriller­os para las extorsione­s, datos que no tiene sentido que yo conociera, porque llevaba apenas dos meses en esa parroquia. No conocía la gente y además estaba en esa iglesia porque me la habían asignado, pues ya era párroco de una iglesia en Los Cristales.

Más allá de la posible conexión que hizo la gente de su posible relación con el secuestro, ¿pasó algo más para que ellas pensaran eso?

Para mí la iglesia nace de un estilo totalmente socialista. Pero no del socialismo político que uno conoce, sino del hecho de compartir todo, entonces, mi predicació­n va mucho por ese lado. Y hubo otros comentario­s mal interpreta­dos. Cuando recién llegué a esa iglesia apenas estaba en construcci­ón y con la junta pensamos poner una cuota mensual o unos fondos por familia, para poder terminarla, y ellos se negaron. Cuando nos secuestrar­on, les dije: “No quisieron dar $50.000 para la construcci­ón y ahora les va tocar dar millones para que el Eln compre armas y nos maten”. Hubo otra cosa adicional. Cuando llegué recién a esa parroquia una señora se me acercó y me dijo que no querían trabajar conmigo porque, supuestame­nte, yo me busqué esa parroquia y saqué al anterior cura. Le dije que era todo lo contrario, que yo estaba cumpliendo órdenes y que, de hecho, estaba contra mi voluntad. Todo eso fue sumando para lo que ellos decían.

Se dice también que fue porque, según otras víctimas, la guerrilla sabía muchas cosas de usted, ¿no?

Todo. Me habían estudiado por completo y yo les pregunté sobre eso cuando estábamos secuestrad­os. Me respondier­on que era porque antes de llegar a La María, cuando era párroco en una iglesia en Los Cristales, yo subía cada mes a celebrar misa en la iglesia del corregimie­nto de Peñas Blancas, en los Farallones de Cali, y a varias zonas rurales de mucha presencia guerriller­a. Muchas veces la comunidad me alertaba que los guerriller­os entraban a la iglesia, vestidos de civil, como feligreses. Por otro lado, en la Universida­d del Valle, donde soy párroco también, conocí a un estudiante que cuando me liberaron fue a mi oficina y me dijo que le habían contado que yo les caí muy bien a los del Eln por todas las cosas que les hablaba. La pregunté quién le dijo eso y me habló de dos guerriller­os que conocí allá y entendí todo.

¿Le llegaron a pedir dinero a cambio de su liberación?

A mí no. En eso fui muy claro con los guerriller­os desde el principio cuando ellos empezaron a insinuarlo y a decir que necesitaba­n plata porque sus armas estaban muy viejas. Les dije que de mí no iban a recibir cinco centavos porque era capaz de impedir que les den dinero. De pronto el hecho de que fuera el sacerdote también hizo que hubiera algo de respeto. Pero ahí hubo gente que dio muchísimo dinero y eso es algo que nunca han querido reconocer.

Hace una semana hubo un encuentro de la Comisión de la Verdad sobre secuestros en el Valle del Cauca y usted no participó, ¿no lo invitaron o no quiso estar?

Me enteré que la Comisión del padre De Roux había venido a Cali a hablar de secuestros porque lo vi en las noticias, pero no recibí ninguna invitación para participar. Tampoco sé si me hubiera prestado para ciertas cosas que vi ahí. Rendí versión ante la Comisión de la Verdad como dos o tres veces, cuando vinieron a la parroquia, y a ellos sí les conté detalles más delicados sobre lo que sé.

¿Usted se considera una víctima del conflicto?

No sé qué soy. Sí viví el secuestro, pero no me considero tanto víctima del Eln, sino de la sociedad civil, empezando por la gente de mi parroquia, por la misma Iglesia. Y no porque quiera recuperar mi nombre o mi honor, porque esto es una cuestión de conciencia, y la tengo tranquila, pero creo que el problema en Colombia no es solo que se repare el daño cometido, sino que se contribuya a que las víctimas sientan que sus victimario­s sepan bien el daño que le hicieron al país.

‘‘En un video afirmaron que yo era el que les pasaba la informació­n de sus casas y familiares a los guerriller­os”.

Padre Jorge Humberto Cadavid.

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/ Andrés Carmona El padre Cadavid es el párroco de la iglesia Cristo del Perdón (sur de Cali) y de la Univalle.
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