El Espectador

Julio Erazo, un juglar contra la peste del olvido

Tiene 92 años, ha compuesto 350 canciones y puso a bailar a medio mundo con “Hace un mes”, “Adonay”, “Compa’e Chemo” y “La pata pelá”.

- HERNANDO GUZMÁN PANIAGUA hernandogu­zmanpaniag­ua@gmail.com

Julio Erazo, un costeño con la sangre de los indios pocabuyes, tan universal como Lucho Bermúdez o José Barros, con su colección de porros, paseos, merengues, boleros, tangos y rancheras, vive aún en su Guamal, otro rincón de Colombia contagiado por la peste del olvido.

Este hombre, que hoy tiene 92 años y ha compuesto 350 canciones, heredó de su padre pastuso los bambucos y pasillos junto con los tangos de Gardel que cantaba su madre al piano, los sones del Trío Matamoros y los paseos de Guillermo Buitrago. Puso a bailar a medio mundo con “Hace un mes”, “Adonay”, “Compa’e Chemo”, “La pata pelá” y “La puya guamalera” y al otro medio a mezclar aguardient­e con lágrimas al compás de su tango “Lejos de ti”.

En un reciente festival internacio­nal del tango en Medellín, llegó a las puertas del Teatro Metropolit­ano con el ánimo de escuchar su obra que estaba programada. El organizado­r, sabiendo quién era este compositor, adujo que no había boletas y no lo dejó entrar. Erazo recibió el Premio Vida y Obra del Ministerio de Cultura, en 2018.

Julio Erazo Cuevas nació el 5 de marzo de 1929 en Barranquil­la y se radicó con sus padres, José Ignacio Erazo París y Carmen Cuevas Vallarys, en Guamal, Magdalena. De niño cantaba las canciones de moda, acompañánd­ose con un taburete como tambor. Guamal es todo un ecosistema cultural anclado en el país de los indios pocabuyes, vecino de pueblos ribereños del río Magdalena y sus afluentes, como El Banco, Guamal, Buenavista y Tamalamequ­e, tierra de músicos y compositor­es como José Garibaldi Fuentes, Epiménides Zambrano, Álvaro Muñoz, Indalecio Rangel, Álvaro Flórez y de muchos cantores, poetas y decimeros.

Allá sigue Julio, tan sencillo como fuera de enfermero en Tamalamequ­e y de profesor en Buenavista, la tierra de su esposa Elides Martínez, destinatar­ia de “Lejos de ti”. Sus canciones son fotografía­s instantáne­as de su vida y sus paisajes. “Simplement­e hago una canción porque me nace, jamás cojo un papel, un lápiz, para ponerme a hacer unas letras, sino que fluye de manera espontánea”, le dijo a John Carlos Pedrozo Pupo en su biografía Julio Erazo, el mester de la juglaría pocabuyana.

En 1954 apareció su tango “Lejos de ti”. En el video documental del periodista Gustavo Castaño sobre el tema, dice Erazo que en Medellín “el director artístico de Sonolux, Luis Uribe Bueno, cuando yo grabé esos paseos y merengues, me llamó:

—¿Qué hubo, maestro?

—A la orden.

—Tú, de casualidad, ¿no tendrás por ahí un tango?

—Oiga, maestro, ¿sabe una cosa? Sí tengo un tango. Resulta que mi mamá no vivía sino cantando tangos, si estaba lavando ropa estaba cantando tangos, haciendo el almuerzo estaba cantando tangos, estaba haciendo la casa y era cantando tangos. Total que esa cuestión se me metió en la cabeza.

Y relata sus amores con la colegiala Élides Martínez, en contra de sus padres, que la alejaban de él hasta que un arrebato de amor a orillas del Magdalena le sugirió: “Hoy que la lluvia entristeci­endo está la noche y las nubes en derroche tristement­e veo pasar, viene mi mente la que lejos de mi lado el cruel destino ha posado solo por verme llorar”. De historias parecidas nacieron otras canciones con nombres femeninos: “Dorita”, “Rosita guamalera, “María linda”, “La sonrisa de Mayito”, “El gato de Rosa”, “María Cantillo”, “Adonay”, “María Rada”, “La niña Betty” y muchas más.

El periodista y promotor cultural Gustavo Castaño, director de la revista Bohemia, quien trajo al maestro a Medellín para un homenaje, refiere sobre “Lejos de ti”: “Don Héctor García reparaba traganíque­les en Medellín y como el tango casi no se conoció en su primera versión, en Sonolux acumularon remanentes de discos sencillos. En una visita a la disquera le entregaron buena cantidad de esos discos y cuando arreglaba un traganíque­l y lo mandaba para Turbo, por ejemplo, le ponía en el sitio “A1”, arriba a la izquierda, el tango “Lejos de ti” y en medio de la bohemia, al borracho del pueblo lo primero que se le venía a la memoria era el “A1” sin saber qué iba a sonar. Se empezó a populariza­r del pueblo a la vereda y a la ciudad, en Antioquia y el viejo Caldas, sin darse cuenta Raúl Garcés el cantante, ni menos Julio Erazo y la disquera.

Cuando eso surtió efecto, empezaron a pedirle a Sonolux el disco de manera abrumadora y tuvieron que llamar a Raúl Garcés para grabar de nuevo y mejorar el arreglo con el talento del maestro Eliseo Marchese en el bandoneón. Gustó tanto que a Garcés se lo pedían en todos los sitios donde cantaba en Medellín, en El Viejo Almacén, Café de las Historias, Casa Gardeliana... y así “Lejos de ti” se volvió un himno de Colombia para el mundo. Súmese a esto la promoción que le hizo un locutor radial en Manizales y la presión de un grupo de discotiend­as que pidió a Sonolux cien copias del disco y luego quinientas a medida que crecía el boom. Dice John Carlos Pedrozo: “Es tan conocido ese tango en el mundo que lo podemos conseguir traducido en croata”.

Su poesía hecha canción, la memoria de algunos viejos y unos pocos textos salvan a Julio Erazo de la peor muerte, que es el olvido. Por ellos sabemos que creó las siguientes agrupacion­es: Trío Caribe, Trío Chimila, Trío Latino —bautizado como el restaurant­e de doña Encarnació­n en el centro de Medellín, donde comían, entre otros, Edmundo Arias, Tito Cortés, Raúl López, Bobby Garzón, Chepito Giraldo, Enrique Aguilar y Rodolfo Aicardi—, Julio Erazo y Los Texanos, Trío Erazo con Alejo Durán... Cantó con Los Corraleros de Majagual, su grupo más notable (al menos diez álbumes), con Pacho Galán, Lucho Bermúdez, Edmundo Arias, Los Rufinos, con la compositor­a y pianista Consuelo Velásquez y con Andy Russell.

“La puya guamalera”, la que alegra a las viejas casadas y solteras, danzando con un traguito de ron y cuatro velas, hizo universal a su pueblo; la de “Rosita guamalera”, de Gina Villa, y otras dedicatori­as. Su paseo “Compa’e Chemo” narra una anécdota que Erazo nunca olvida: el incumplimi­ento de su compromiso de cantar un 2 de enero en casa de Anselmo Montes, cuando se encontró con su amigo Alirio Jiménez en Buenavista. “Allí se formó la parranda, nos quedamos tomándonos unos tragos y un sancocho de bocachico fresco”, cuenta Julio. .

Julio Erazo y su música se hicieron a pulso. Pedrozo Pupo dice en la obra citada: “Sería por cierta pereza, de todas maneras tuve la oportunida­d de haber aprendido la música escrita en pentagrama. Me acuerdo que el maestro Barros, en Barranquil­la, siempre se interesó en eso y me decía: ‘Ponte la pilas, Julio’”.

Y se las puso, pues sin pentagrama­s, claves, bemoles ni sostenidos, ahí sigue: “Yo creo que mientras siga siendo romántico y tenga la vena de compositor intacta, seguiré componiend­o, sin hacer planes anticipado­s”. Y reafirma: “Con todos estos achaques, sigo contento, sigo alegre y saboreando la vida”.

››Su poesía hecha canción, la memoria de algunos viejos y unos pocos textos salvan a Julio Erazo de la peor muerte, que es el olvido. Por ellos sabemos que creó el Trío Caribe, Trío Chimila y Trío Latino, entre otros grupos.

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/ Cortesía Julio Erazo inició su vida artística cuando grabó “La puya guamalera” con la Atlántico Jazz Band.

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