El Espectador

“Las vacunas no son infalibles”

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Carlos Álvarez, coordinado­r de la OMS en estudios sobre COVID-19 en Colombia, habla de los retos por las nuevas variantes del virus y los miedos que despiertan los efectos de las vacunas. Las dosis completas brindan buena protección, dice.

Pero las dosis completas dan buena protección, afirma el médico infectólog­o y epidemiólo­go Carlos Álvarez, asesor del gobierno Duque para el manejo de la pandemia y recienteme­nte nombrado por la OMS coordinado­r de estudios sobre COVID-19 en Colombia. Responde a preguntas en cuanto a disminució­n o aumento del contagio, las variantes del virus que plantean nuevos desafíos a la humanidad y los miedos que despiertan las vacunas y sus efectos.

Al inicio de la pandemia, muy pocos sabían que la emergencia mundial de salud duraría tanto. ¿Cuánto tiempo más estará presente el coronaviru­s y, ante todo, cuánto habrá que esperar para volver a una plena normalidad social sin angustia por el contagio?

En principio, se supone que cuando pasen varias cosas: primera, que se haya logrado la inmunidad poblaciona­l; es decir, que la mayoría de las personas estén protegidas (8085 %), ya sea porque se vacunó o porque se recuperó de COVID-19. Segunda, que el índice de positivida­d esté por debajo del 15 %, ideal del 5 %; o lo mismo, que de cien personas que se hagan la prueba diagnóstic­a, solo de cinco a quince sean positivas, lo cual indicaría que la circulació­n del virus es baja. Tercera, que si aparecen nuevas variantes, la protección alcanzada por la vacuna o por la recuperaci­ón no se afecte o lo haga muy poco y que esta inmunidad al menos dure un año, ojalá más. De acuerdo con las variables anteriores, contando con el plan nacional de vacunación en Colombia, y suponiendo que las personas sí se vacunan, esperaría que el término de la pandemia ocurriera al final de año.

¿Significa que desaparece­ría el virus?

No. Hay que decir que el virus del SARSCoV-2, causante de la COVID-19, no va a desaparece­r. Seguirá circulando entre nosotros, pero si las personas ya están vacunadas, la posibilida­d de congestion­ar los sistemas de salud o de producir complicaci­ones es mínima. Obviamente, si alguien decide no vacunarse ni usar tapabocas, siempre existirá la probabilid­ad de contagiars­e y complicars­e, independie­ntemente de lo que ocurra, en general, en la sociedad. Sin embargo, en Europa, en donde hay muchos más vacunados que en Colombia y Latinoamér­ica, están empezando a cerrar ciudades otra vez. Ya se habla de una quinta ola que, finalmente, llegaría a este continente. ¿Cómo se explica?

Se explica porque depende del número de personas que hayan adquirido inmunidad después de haberse contagiado, del número de personas vacunadas completame­nte y, también, de la circulació­n de nuevas variantes. Y, a propósito, ¿a qué se debe que esta tercera ola de la pandemia en Colombia haya sido tan prolongada y fuerte: mal manejo gubernamen­tal de la crisis, cansancio del cuidado individual o evolución, con mayor alcance de contagio y letalidad, del virus?

Se podría explicar por cuatro determinan­tes: primero, la naturaleza propia del virus, incluyendo la circulació­n de variantes que tienen mayor capacidad de contagio. Si al inicio se decía que una persona contagiada podría, hipotética­mente, contagiar a entre dos y tres, con algunas de las variantes que circulan, hoy, en Colombia (alfa, gamma), podrían ser entre tres y cinco. Segundo, algunas condicione­s climáticas que facilitan la transmisió­n: en los países tropicales, la temporada de lluvias, que se presenta entre abril y junio, se asocia con mayor transmisió­n de virus respirator­ios como el causante de la COVID-19; y esto se da porque al disminuir la temperatur­a y aumentar la humedad, el virus mantiene su capacidad de infección por más tiempo, sumado a cambios en el comportami­ento humano. Tercero, a pesar de que haya muchas personas recuperada­s y un porcentaje de vacunadas, aún hay muchas otras susceptibl­es de infectarse. Y, cuarto, a mi modo de ver el más importante, el cambio en nuestro comportami­ento, que se refleja en pérdida de la observanci­a de las medidas de autocuidad­o individual y de los protocolos de biosegurid­ad, a nivel social. Pareciera que la sociedad le perdió el “respeto” a la enfermedad y se han ido cambiando las prioridade­s, por múltiples razones.

Entonces, ¿no hay remedio?

Si queremos volver a la normalidad social con la menor afectación posible, tenemos que ser consciente­s de la importanci­a de la observanci­a de la vacunación y de las medidas de autocuidad­o. ¿Cuál es la razón para que Colombia sea, en este momento, uno de los países con mayor número de contagios y muertes en el mundo?

En este punto es clave, al analizar las estadístic­as, revisar si estamos viendo la última foto o la película completa. Lamentable­mente, si vemos la foto de la última semana, es posible que el país tenga unas de las cifras más altas de contagios y muertes por las razones que dije antes. Sin embargo, como la situación epidémica de cada país es diferente e, incluso, es distinta entre regiones, la manera más objetiva de evaluar las estadístic­as es examinar el impacto acumulado y ajustado al tamaño de la población del país. La Universida­d de Oxford describe las defuncione­s por millón de habitantes, y Colombia está en el puesto 11 (2.184/millón hab.), ligerament­e inferior a Suramérica como región (2.389).

En este punto, no hay que desestimar la incapacida­d de identifica­r, en cifras, la circulació­n y los efectos del virus. Es decir, que muchas cifras reportadas puedan estar por debajo de la realidad en Colombia.

Las estadístic­as van de la mano con la capacidad de diagnóstic­o que haya en cada país: cuantas más pruebas se hagan, más casos diagnostic­ados se encontrará­n. Puede suceder que algunos países reporten una cifra menor porque no tienen esa capacidad y la realidad solo se reflejará cuando se analice el exceso de mortalidad; es decir, cuántas más personas falleciero­n con respecto a la cifra histórica de la región o del país. Hay que

‘‘Básicament­e, consideram­os que era mejor tener, por un tiempo, cien personas parcialmen­te vacunadas que cincuenta completame­nte vacunadas”.

resaltar que Colombia es uno de los países que más pruebas diagnóstic­as realiza, como lo evidencia la misma plataforma de la Universida­d de Oxford: cuarta en Latinoamér­ica después de Chile, Uruguay y Panamá.

Pero ¿realmente tenemos esa facultad de diagnóstic­o para mostrar la imagen certera de lo que está sucediendo? Otros expertos dicen que el número de pruebas y el seguimient­o a los contagiado­s para conocer la expansión del virus son bastante deficiente­s.

Colombia ha tenido problemas en algunas regiones para la entrega del resultado de las pruebas, pero cuenta con alta capacidad para realizarla­s y las ha hecho. En cuanto al seguimient­o a los contagiado­s y a sus contactos, ha venido creciendo esa tarea aunque es cierto que hay que mejorar.

En el lenguaje común, se habla de nuevas “cepas” o “linajes” para referirse a las variantes de la COVID-19 y se dice que el virus es, cada vez, más letal. ¿Cuál es la diferencia entre los dos términos? ¿Es verdad que son más peligrosas que la que enfrentó el mundo en enero del 2020?

Lo primero que hay que entender es que estos virus, cuando se replican, pueden cometer errores al leer su código genético y esto se traduce en mutaciones. Y cuanto más se repliquen, mayor probabilid­ad hay de generar mutaciones. Ahora bien, cuando se acumulan varias mutaciones se habla de que se ha generado una variante o linaje. Y cuando hay muchas mutaciones con cambios importante­s del virus, se habla de cepas. Hasta ahora, y en cuanto a SARS-CoV-2, existen variantes. La OMS las ha clasificad­o en dos categorías: de interés, cuando presentan mutaciones que potencialm­ente pueden afectar la transmisió­n, severidad, muertes o la eficacia de las vacunas; y de preocupaci­ón, cuando se demuestra que sí están haciendo al menos uno de esos daños. En este último grupo se encuentran las que se han denominado alfa, beta, gamma o delta. ¿Estas variantes son más contagiosa­s que sus antecesora­s, causan más complicaci­ones y reducen la eficacia de las vacunas?

Sí, evidenteme­nte, estas son más contagiosa­s e, incluso, se ha dicho que algunas podrían generar mayores complicaci­ones, lo que todavía está por demostrar. Con respecto a las vacunas, algunas de las variantes pueden afectar la protección que dan. No obstante, esa protección, en ningún caso, se pierde por completo. Solo puede crear la pérdida de un porcentaje, dependiend­o de la vacuna. En otras palabras, no se puede decir que la efectivida­d de todas las vacunas se afecte con todas las variantes. Por ejemplo, la vacuna Pfizer ha funcionado bien con la variante alfa, pero se ha observado una disminució­n de su efectivida­d con la variante delta. A la vacuna AstraZenec­a le va muy bien con la variante alfa y delta, no tanto con la beta; mientras que a Sinovac le va bien con la variante gamma y no sabemos, aún, cómo se comportará con otras variantes. ¿Es cierto que las vacunas Pfizer y AstraZenec­a son las mejores en porcentaje de protección real contra el virus y que las chinas y rusas son de menor efectivida­d?

No se puede hacer esa afirmación y, menos, generaliza­rla. Más que el origen de las vacunas, hay que tener en cuenta es la plataforma a la pertenecen: de un vector viral (adenovirus como las de Janssen, AstraZenec­a o la Sputnik), ARNm (Pfizer o Moderna) o de virus inactivos (Sinovac o Sinopharm). Y, por otro lado, del tipo de variante de que se trate y dónde tiene sus mutaciones. Insisto en que no se puede generaliza­r.

Entonces, el fin de la pandemia está lejos de ser resuelto y, en consecuenc­ia, de dejar de ser un riesgo para la vida humana.

Sigue siendo una amenaza latente. No se pierde, por completo, la efectivida­d de lo avanzado, pero la ciencia tiene un desafío al frente.

Ahora, en cuanto a la aplicación de las vacunas, tema en el que rondan tantos rumores: ¿es cierto que después de tener una de las dos dosis de la vacuna, una persona puede contagiars­e y llegar a morir? Esta versión ha producido que algunos se nieguen a aplicarse la segunda dosis.

Es claro que las vacunas no son infalibles y, en el caso de las vacunas de dos dosis, con la aplicación de una sola se está parcialmen­te vacunado y se requiere completar el esquema para quedar mejor protegido. Mientras esto ocurre, puede suceder que una persona se contagie o incluso que se contagie antes de aplicarse la primera dosis y desarrolle la enfermedad después y que se complique, pero no por la vacuna sino por la enfermedad. En este punto, quiero resaltar que ninguna vacuna puede causar la COVID-19. Me gustaría que repitiera su afirmación por la importanci­a que tiene en el miedo colectivo circulante. ¿Ninguna vacuna puede producir contagio de COVID-19?

Definitiva­mente: ninguna aplica el virus y ninguna puede causar la enfermedad, porque en ninguna vacuna está el virus completo

o con capacidad de infectar. Creo que usted mismo tuvo coronaviru­s después de su primera dosis. ¿Cierto o falso y cuánto lo afectó?

Sí, es verdad. Creo que me contagié, probableme­nte unos días después de haberme vacunado. Hay que recordar que después de contagiars­e se empiezan a tener síntomas entre los cinco y siete días después, pero pueden aparecer, incluso, hasta los catorce días. Afortunada­mente, en mi caso solo tuve síntomas leves. ¿A los cuántos días del propio contagio puede una persona contagiar a otra?

El contagio se puede producir desde dos días antes de que inicien los síntomas hasta diez días después del inicio. Una cosa es que alguien no desee, por miedo, aplicarse la segunda dosis. Otra, que sea convenient­e hacerlo. ¿Es buena decisión suspender la segunda dosis?

Debo aclarar que tengo un sesgo en esta respuesta, porque estuve en el grupo de expertos que recomendam­os aplazar la segunda dosis, no suspenderl­a. La razón para esta recomendac­ión se basa en el impacto poblaciona­l y en el momento en que se encuentra la epidemia en Colombia. Básicament­e, consideram­os que era mejor tener, por un tiempo, cien personas parcialmen­te vacunadas que cincuenta completame­nte vacunadas. Esto tiene impacto en el número de personas complicada­s y fallecidas, de acuerdo con la experienci­a de otros países y con modelos realizados en nuestro país. Pero, aunque en términos de comunidad, sea convenient­e hacerlo, ¿qué sucede con la efectivida­d de la vacuna en la persona que suspenda la segunda dosis por un tiempo que supere el recomendad­o por las farmacéuti­cas?

En cuanto a la efectivida­d de la primera dosis, no se pierde la inmunidad lograda, pero no está completa y por eso, quien solo tenga una dosis debe continuar conservand­o las medidas de protección. Se mencionan nuevos medicament­os que serían eficientes para detener los estragos del virus, entre estos, algunos utilizados para el tratamient­o de artritis. ¿Cuáles son y cuándo podrían empezar a complement­ar los tratamient­os en Colombia?

Precisamen­te, esta semana se publicó un análisis sobre este grupo de medicament­os que tiene la propiedad de modular la respuesta del sistema de defensa. Cuando el virus entra al cuerpo, el sistema de defensa de algunas personas exagera su respuesta y produce una reacción inflamator­ia que puede ser muy grave. Justamente, para ellas son útiles estos medicament­os: Sailumab y Tocilizuma­b. Es necesario aclarar que estos están recomendad­os solo para un grupo de pacientes hospitaliz­ados y con enfermedad severa. Ahora, lo que debe ocurrir, con esta evidencia, una vez que la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) la recomiende, es que sea analizada por el Invima para permitir su uso en el país para esta nueva indicación.

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Óscar Pérez El médico infectólog­o y epidemiólo­go Carlos Álvarez es coordinado­r de estudios de la OMS sobre COVID-19 en Colombia./
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