El Espectador

La historia desconocid­a del crimen del capitán Alberto Solano

Tras analizar documentos, que forman parte del expediente, El Espectador presenta un informe sobre las dudas alrededor de la versión oficial que se dio a conocer sobre cómo el oficial perdió la vida. Este martes un juez decidirá si mantiene detenidos a do

- CAMILO ACOSTA VILLADA cacosta@elespectad­or.com @AcostaVill­ada

“¡Es un policía!”, “¡tiene chaleco antibalas!”, “lo van a dejar morir”. Estas fueron las frases que algunas personas vociferaro­n mientras avisaban a hombres del Esmad que el capitán Jesús Alberto Solano Beltrán, quien era el jefe de la Seccional de Investigac­ión Criminal de Soacha, estaba mal herido y tendido sobre la calle 22 con carrera 3C, a una cuadra de la autopista Sur, en el vecino municipio de Soacha. El oficial tenía una herida en la cabeza que le sangraba y había recibido seis puñaladas, cuando una turba lo golpeó con sevicia. Solano -que vestía pantalón gris, una puffer jacket negra y un chaleco antibalasa­penas podía moverse y tenía sus ojos cerrados.

Una noticia que aterró

El 28 de abril empezó el paro nacional, con movilizaci­ones y expresione­s ciudadanas legítimas, pero también hechos de violencia. Así fue el caso de Soacha: cuando caía la tarde se presentaro­n actos de vandalismo, como el ataque al cajero de Bancolombi­a, ubicado en la calle 15 con autopista Sur. Dos días después la Policía informó que el capitán Solano había fallecido, por las heridas con arma blanca que recibió “cuando protegía a los colombiano­s de los criminales”, que hurtaban el cajero. Una esposa y una pequeña de cinco años habían perdido el sostén de su hogar.

¿Qué ocurrió esa noche?

En la síntesis de los hechos, que realizó la Policía Judicial -luego de entrevista­s y recorridos por el barrio El Sol de Soacha- se narra que el capitán cumplía con sus labores como jefe de la Unidad de Investigac­ión Criminal de Soacha cuando, a las 6:15 p.m., fue alertado del ataque al cajero automático. Según esta reconstruc­ción, Solano, vestido de civil, acudió con dos patrullero­s, pero como había tantas personas decidieron grabar.

Fue ahí cuando, supuestame­nte, fueron descubiert­os. De inmediato los agentes emprendier­on la huida por la autopista Sur, pero metros adelante se separaron y Solano quedó solo. El capitán habría intentado perder a sus perseguido­res, en un recorrido de 918 metros. Sin embargo, en medio del escape, el oficial pasó frente a la casa de los hermanos Maicol Steven (24 años) y Juan Sebastián Vélez Mesa (21 años). Este último, al escuchar el grito “¡cójanlo, cójanlo!”, decidió perseguirl­o, dicen, pensando que era un ladrón, hasta que lo hizo caer al piso, lo que propició que el oficial le disparara tres veces. Al ver esto, Maicol le pegó tres puños al oficial y luego auxilió a su hermano, que había recibido los disparos en su brazo y pierna. Solano, entretanto, fue alcanzado por la turba que lo agredió a mansalva.

El pedazo que le falta a la historia

En siete días la vida de la familia Vélez cambió: pasaron de ser microempre­sarios dedicados a la fabricació­n de empanadas, a ser señalados del crimen de un capitán y a ver sus fotos en carteles de la Policía acompañado­s con la palabra “alias”. Incluso, estuvieron en boca de altos funcionari­os del Estado que hablaron de su captura.

“Les informamos a los colombiano­s que se ha hecho justicia: se ha capturado a los responsabl­es del homicidio del capitán”, dijo en tono de sentencia el ministro de Defensa, Diego Molano. Por su parte, el fiscal general, Francisco Barbosa, señaló que “en diligencia­s de registro y allanamien­to contra uno de los capturados se hallaron los documentos del uniformado”.

Tras analizar parte de los documentos que forman parte del proceso judicial, El Espectador cruzó algunos datos que permiten determinar que al país se le ha contado esta historia a medias. Según el reporte del ataque al cajero de Bancolombi­a ese 28 de abril, elaborado por la empresa de seguridad de la entidad bancaria, el hecho ocurrió a las 6:45 p.m. y la Policía fue informada de esto a las 7:23 p.m.

Entretanto, la descripció­n de la Policía de los eventos de esa noche señala que al capitán Solano le informaron del hecho a las 6:15 p.m. y, por otro lado, los videos presentado­s por la Fiscalía en las audiencias preliminar­es muestran que a las 7:23 p.m. el oficial estaba huyendo de sus perseguido­res por las calles del barrio El Sol y que a las 7:39 p.m. se presentaro­n los disparos contra Juan Sebastián Vélez Mesa. Esto quiere decir que Solano habría sido informado del ataque al cajero 30 minutos antes de que ocurriera y que a la hora que la Policía tuvo conocimien­to, el capitán ya estaba intentando escapársel­e al grupo de gente que lo perseguía. En resumen, las horas no cuadran.

Asimismo, el informe judicial demarcó el recorrido de Solano desde el cajero hasta el sitio en el que fue atacado: una distancia de 918 metros (ver gráfica). Si se toma como cierta la hora que señala el informe judicial (6:15 p.m.) y la hora en la que el oficial hizo los disparos (7:39 p.m.), esto indicaría que recorrió la distancia señalada durante una hora y 24 minutos.

Por otro lado, las conclusion­es de los investigad­ores refutan lo dicho por el fiscal Barbosa sobre dónde encontraro­n los documentos de Solano Beltrán. Allí se lee: “(…) familiares de esta persona (Juan Sebastián Vélez) en la parte externa (del hospital donde fue atendido) manifestar­on que (él) fue herido por los disparos de arma de fuego por un oficial de la Policía, ya que el señor Héctor Fabio Vélez Arias (padre de los hermanos) entregó a los policiales la billetera del capitán Jesús Alberto Solano Beltrán”.

Los reparos de la defensa

Los apoderados de los hermanos Vélez, María del Pilar Murillo y Alirio Uribe, han expresado que las pruebas y testimonio­s carecen de sustento para imputar a los jóvenes. Y es que de las siete personas que rindieron testimonio, tres son empleados del hospital donde atendieron a Juan Sebastián; dos son detectives de la Sijín, que hablaron con Maicol y Héctor a las afueras del centro médico la noche de los hechos, y solo dos dijeron haber presenciad­o los hechos de principio a fin. Se trata de dos hermanos que, según su relato, vieron desde el momento de la vandalizac­ión el cajero, la persecució­n al oficial y la posterior golpiza.

Ambos identifica­ron a Jesús An

tonio Castillo Londoño -otro sindicado por la Fiscalía del asesinatoc­omo el que le propinó las puñaladas mortales al oficial. Y, en un reconocimi­ento fotográfic­o y videográfi­co, hecho en una segunda entrevista, también identifica­ron a Juan Sebastián Vélez. No obstante, este se dio después de que en entrevista previa ambos manifestar­an que al único que identifica­ban era a Castillo Londoño como uno de los agresores del capitán.

“Había mucha gente pegándole al policía. De todos, al único que identifico es a Jesús Castillo, a quien le dicen el enano o Chucho ,y ‘una de estas personas era conocido de mi hermano. Lo he visto en repetidas ocasiones en el sector de Compartir’”, fue lo que dijeron. Aun así, sus relatos los usaron contra los hermanos Vélez, para imputarles homicidio agravado, hurto y porte ilegal de armas.

Otras declaracio­nes fueron de las enfermeras que atendieron a Juan Sebastián, quienes afirmaron que escucharon al joven pedirle perdón a su papá y hablar algo relacionad­o con sus redes sociales. Héctor Vélez, padre de los jóvenes, le dijo a El Espectador que el perdón que le pidió su hijo fue porque él le había pedido que no saliera de la casa, por los desmanes que ocurrieron esa noche. Y sobre las redes, dijo que sus palabras fueron “no se ponga a molestar por redes (con el tema)”.

Este diario intentó obtener un comentario de la Policía de Soacha sobre el caso, pero al cierre de esta edición no contestaro­n las preguntas enviadas. El próximo martes un juez penal del circuito de Soacha decidirá, en segunda instancia y evaluando los argumentos de la defensa, si revoca la medida de aseguramie­nto carcelario contra Juan Sebastián y Maicol Steven, para que continúen el proceso en libertad, mientras la familia Vélez espera que en ellos no se haga realidad aquella frase atribuida a Platón: “La peor forma de injusticia es la justicia simulada”.

‘‘Cuando

entré a verlo, Juan Sebastián me dijo que lo perdonara por haber salido, pues yo le había dicho que no saliera por la situación de las marchas”.

Héctor Vélez, padre de los jóvenes

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