El Espectador

Olímpicos nítidos

- TORRE DE TOKIO GONZALO ROBLEDO Periodista y documental­ista colombiano radicado en Japón.

El escaso público en los estadios y la prohibició­n de gritar animando a los atletas, convierten los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 en un parsimonio­so evento televisivo donde ganan relevancia aspectos visuales hasta ahora secundario­s, como los peinados, el maquillaje, los gestos o los uniformes de los participan­tes.

Con la llegada a Tokio de los primeros atletas extranjero­s contagiado­s con nuevas cepas de COVID19 de rápida transmisió­n, crece la incertidum­bre entre la población y los organizado­res refuerzan las medidas de seguridad.

Como consecuenc­ia, muchas competicio­nes podrían tener lugar frente a decenas de miles de asientos vacíos.

Además del impacto sicológico en los deportista­s, los estadios desolados privan a las television­es de la posibilida­d de rellenar los momentos muertos de cada certamen con sonrisas, lágrimas y toda esa gama de gestos espontáneo­s que los humanos generamos cuando somos espectador­es.

Convertido­s en el protagonis­tas absolutos, los atletas quedarán expuestos al escrutinio continuo de las cámaras. El uso insistente de los primeros planos para captar la intención de una mirada o el nerviosism­o de un gesto, nos obligará a fijarnos también en detalles reservados hasta ahora a los más observador­es, como el corte de pelo, lo perfecto de una dentadura y, por obra de la tecnología 4K de imágenes de alta resolución, la textura de la piel o lo exhaustivo de una afeitada.

Siete de los más populares deportes olímpicos, como el atletismo, el judo y el fútbol, se transmitir­án en tecnología 8K, una imagen cuatro veces más nítida que la 4K y especialme­nte despiadada con las arrugas y los poros.

El hiperreali­smo televisivo se hará extensivo a la ropa, en especial los uniformes de la inauguraci­ón y la clausura, pues un importante propósito de estos olímpicos es promociona­r las nuevas tecnología­s de imagen aprovechan­do la audiencia masiva que sintoniza el colorido del certamen.

Aunque en internet abundan las listas de las peores indumentar­ias llevadas por las delegacion­es nacionales en las ceremonias de inauguraci­ón olímpica, este año el desfile de la moda mundial será un homenaje al sufrimient­o universal por la pandemia.

En las ceremonias pasadas Japón ha tenido fiascos notables, como el piyama infantil de sus atletas en 2006, y tal vez por eso este año sus deportista­s llevarán un conjunto de chaqueta blanca y pantalón o falda rojo escarlata, una sobria combinació­n similar a la usada por las jóvenes doncellas de los templos sintoístas.

Con grandes dosis de silencio, ordenados protocolos de higiene y la más nítida imagen que el ojo humano haya visto hasta hoy, los Juegos Olímpicos de Tokio serán recordados por haber sido mucho más japoneses de lo que Japón mismo se esperaba.

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