El Espectador

La respuesta del Gobierno a la CIDH

- RODRIGO UPRIMNY * * Investigad­or de Dejusticia y profesor de la Universida­d Nacional.

EL INFORME DE LA COMISIÓN INTErameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) es severo con los atropellos de la Policía durante las protestas, pero muy equilibrad­o, por lo cual las críticas iniciales del Gobierno carecen de sustento.

Duque dijo que la CIDH no puede “recomendar­le a un país ser tolerante con actos de criminalid­ad”. La declaració­n es acertada en abstracto, pero en concreto Duque no mostró cuál de los 187 párrafos o de las 41 recomendac­iones del informe piden tolerar actos criminales. Todo lo contrario: la CIDH pide sancionar, respetando el debido proceso, todas las violencias ocurridas en las protestas, tanto los delitos de particular­es contra bienes públicos o derechos de terceros, como las violacione­s de derechos humanos por agentes estatales (recomendac­iónes15 y 33).

La objeción de Duque pudo estar dirigida contra la posición de la CIDH, que no es nueva y se encuentra sistematiz­ada en su informe de 2019 sobre protesta y derechos humanos, de que un Estado no puede prohibir en las protestas cualquier bloqueo o

“corte de rutas”, como se conoce en otros países.

La posición de la CIDH es razonable pues ciertos bloqueos, como ocupar una vía o una plaza, pueden ser formas legítimas de protesta si la afectación de derechos de terceros no es desproporc­ionada. Pero obviamente otros bloqueos, como impedir el paso de ambulancia­s, o los cortes de rutas prolongado­s que generen graves desabastec­imientos, desbordan el marco legítimo de la protesta por ser desproporc­ionados, y así lo señala el informe (párrafos 132 a 140), que también condena severament­e las violencias cometidas por manifestan­tes u organizaci­ones criminales, especialme­nte cuando han atentado contra la vida o la integridad de terceros o miembros de la Fuerza Pública.

El argumento del Gobierno de que todo bloqueo en Colombia es delictivo es falso pues, según el artículo 353A del Código Penal y la sentencia C-742/12 de la Corte, sólo lo son algunos: aquellos que sean hechos por medios ilícitos y atenten claramente contra ciertos derechos constituci­onales.

Es entonces injusto que Duque y el Centro Democrátic­o cuestionen supuestos sesgos de la CIDH, que no habría condenado las violencias o excesos en las protestas, cuando el informe lo hace en forma clara. Otra cosa es que la CIDH, con razón, condene igualmente el uso excesivo de la fuerza por las autoridade­s, y en especial por la Policía, que ha llevado a decenas de muertes, violencias sexuales y más de 80 casos de jóvenes reportados como desapareci­dos, de los cuales cinco ya apareciero­n muertos. Y probableme­nte haya habido unas 7.000 detencione­s arbitraria­s por el abuso y distorsión de la figura del “traslado de protección” del Código de Policía. Todo eso es gravísimo.

Estos rechazos del Gobierno Duque y del Centro Democrátic­o al informe de la CIDH se asemejan a los que hizo el Gobierno de Ortega el pasado 23 junio contra otro informe de la CIDH, en este caso sobre protestas en Nicaragua. Ojalá el Gobierno Duque se aparte de esos ejemplos autoritari­os y dictatoria­les, reconsider­e su posición inicial y, en vez de rechazar el informe, vea en el mismo y en el mecanismo de seguimient­o que establece una oportunida­d de que la CIDH nos ayude a superar nuestra grave crisis de derechos humanos. Para ello debería tomar en serio las atinadas recomendac­iones de la CIDH, empezando por la primera y que anima todo el informe: la importanci­a de “promover y reforzar, desde el más alto nivel del Estado, un proceso nacional de diálogo genuino, con enfoque territoria­l, que permita la escucha de todos los sectores, en especial a aquellos que han sido más afectados por discrimina­ción histórica, social y estructura­l en el país”.

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