¡Un auténtico festival bélico!
UN AMIGO EXTRANJERO ME PIDIÓ que le contara sobre las recientes marchas. Para hacerlo me desplacé a Facatativá y le envié el siguiente informe: “¡Un espectáculo magnífico… un festival pirotécnico! Desde temprana hora bloquearon las calles del pueblo con busetas, volquetas y lujosas camionetas blindadas con escoltas pagados por los contribuyentes. Se «cortó la ruta», según la graciosa definición de la CIDH. Los colectivos transportaban a los de la «Primera Línea», a la línea de contraataque y a los «neutralizadores», que son los encargados de disipar los efectos de los gases lacrimógenos. En volqueta llegaron los elementos de ataque y protección (escudos, bates, pasamontañas, máscaras de gas, botas y rodilleras), material que aportó el senador Gustavo Bolívar después de una meritoria campaña de crowdfunding. Los elementos algo más agresivos, los machetes y papas bombas, fueron discretamente entregados como generoso aporte de la minga, el Eln y la Nueva Marquetalia. Los de la retaguardia y las «barras bravas del pueblo» (que llegaron con ladrillos) fueron rociados con pintura roja, y hábilmente maquillados con heridas y quemaduras. Varios practicaban gritos que «nos están matando» y «Uribe paraco, el pueblo está berraco…». (Parece ser que estos alaridos ayudan a despejar los pulmones de COVID). A poca distancia, contribución de los sindicatos de salud, se preparaban los enfermeros de primeros auxilios”.
“Paulatinamente se configuró una numerosa caravana de ONG que incluía a Temblores, Dejusticia (sin el chef ), Amnistía Internacional, Human Rights, Oxfam, CIDH, la Comisión Colombiana de Juristas y, por supuesto, los delegados de 22 agencias de la ONU. A renglón seguido se alistaba la prensa con sus cámaras y videos. Vimos muchas caras conocidas, entre ellas los corresponsales del NY Times y El País de España. Detrás venían los rellenos del Comité del Paro y un contubernio de políticos de extrema izquierda con el ojo derecho tapado, que incluían delegados del «pacto histórico», de los «verdes» y de los «comunes». El senador Bolívar, «pontífice máximo» de la narcoliteratura, cuando no estaba repartiendo cascos y botas, les estaba gritando a los policías «cerdos». Al senador lo escoltaban Alexánder y Wilson, los congresistas recién llegados del Valle. Confieso que no alcancé a ver ni a Roy ni a Armando. Los representantes de los gobiernos de Maduro, Castro y Ortega nos honraban con su augusta presencia. Con discreción operaban los contables de los narcos cubriendo la nómina de las dos líneas, con uno que otro billete largo para pagar la comida y la pauta. Justo detrás venían una divertida traílla de vendedores ambulantes, algunos de bebidas y papas, y otros de sustancias algo más estimulantes. Entre los jíbaros circulaba la marihuana y la coca a rodos. Las líneas blancas de perica eran codiciadas por los extranjeros, tanto de la prensa como de las ONG, que no querían perderse de nuestros principales productos de exportación. Entre todos los actores de sostén y patrocinio sumaban al menos 350 personas. Sobra decir que los del Esmad los estaban esperando y se dio inició a un magnífico espectáculo bélico con una pedrada en la sien a un policía: milagrosamente solo hubo 72 heridos”.
En su respuesta mi amigo reclamó que no hice mención de los manifestantes. “Perdona… es verdad y se me pasó…”, le contesté, “…tengo la casi certeza que vi una joven de camiseta blanca, bluyines elegantes, Nikes a la moda, arropada con la bandera de Colombia y cargando un cartel que decía «No más violencia»”.