El Espectador

Teyrungumu

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2009 Teyrungumu se matriculó en la Universida­d Nacional, en donde decidió estudiar Física.

milias viven dispersas en sus fincas y van al pueblo solo a reuniones, los niños a la escuela y los heridos a la enfermería. La población arhuaca asciende a unos 46.000 miembros. Teyrungumu y sus cuatro hermanos, Gunchigwey, Cheykaring­umu, Arukingumu y Guriwun vivieron en Séynimin durante su infancia. Su papá, Nehemías Torres, fue por varias décadas la única autoridad médica en el lugar, además de un consagrado artesano con la madera y los tejidos. Y su mamá, Leonor Zalabata, una líder defensora de derechos humanos, representó a la comunidad arhuaca en la Constituye­nte de 1991, luchó por el acceso a la educación y salud de las comunidade­s indígenas y ha estado al frente de muchos procesos sociales. También fue una de las primeras mujeres de la comunidad en ir a la universida­d. Se graduó en 1973 como auxiliar de odontologí­a social en la Universida­d de Antioquia.

La rutina para ir a esa misma escuelita que devoraron las llamas comenzaba entre las 5 y 6 de la mañana. A Teyrungumu y a sus hermanos no les permitían dormir más allá de esa hora. Guriwun, quien se graduó de bióloga en la Universida­d Nacional, a veces se escabullía del frío mañanero en la cocina, al lado del fogón, pero el papá la espantaba para que se desperezar­a. Teyrungumu tenía fama de estricto desde niño. Le gustaba tener toda su ropa organizada y totalmente limpia. En la última entrevista para este reportaje, cuando por fin pudimos conocernos en persona, Teyrungumu apareció con su manta impecablem­ente blanca, sus sandalias como recién lavadas, las dos mochilas trenzadas al pecho lucían nuevas. “Si las cosas no estaban en su puesto se ponía tenso y lloraba”, recuerda su mamá.

Los niños se reunían en círculo. Los profesores contaban novedades, les revisaban la ropa y daban consejos. Si alguien había cometido una falta, se analizaba comunitari­amente su conducta. “La vida se aprende con el ejemplo y en comunidad”, dice Guriwun. El día transcurrí­a conversand­o en ikun, su lengua materna, tejiendo mochilas, trazando las primeras letras, ayudando a los mayores o trabajando en la huerta de algún enfermo. Otra responsabi­lidad colectiva era hacer trabajos espiritual­es en la casa ceremonial. Guriwun lo explica así: “En las kunkurwun hacemos trabajos orientados por los mamus. Con ciertos tipos de meditacion­es nos hacemos consciente­s de lo que somos, de cómo están nuestras relaciones cotidianas, laborales, con el planeta, el universo. Nos revisamos internamen­te para llevar una vida equilibrad­a. Hacemos pagamentos como forma de retribuir a los padres y madres de la naturaleza cada cosa: respirar, ver, entender, caminar, comer, estudiar”.

Cuando piensa en Séynimin, Teyrungumu retrocede en el tiempo y se ve caminando con una grabadora pequeña en la mano que le regaló alguna amiga de su mamá. Se ve saltando en las cinco terrazas que demarcan a Séynimin y corriendo entre las sombras de los muros de tierra de las casas. En la grabadora oprime Play, Rew, Play,

Rew, Play, Rew, Play para escuchar una voz con acento extranjero leyendo El libro de la selva, de Rudyard Kipling. Sus preocupaci­ones infantiles: ¿existen o no las jirafas y los elefantes? ¿Debía hacer pagamentos también por esos animales irreales? Ya le gustaban las matemática­s. “Cinco más cinco es diez”, le dice a todo el que se atraviesa en su camino.

Algún día Teyrungumu preguntó por el origen de los zapatos. Los vio en algún bunachu, un extranjero. ¿Quién los fabrica? ¿Cómo los hacen? ¿Dónde? Alguien respondió que eran científico­s. Teyrungumu anunció aquella vez: cuando sea grande voy a ser científico. “De niña me reía. Qué importanci­a tiene eso, pensaba. Eso para qué. Ahora entiendo que él tenía esa curiosidad por el origen de las cosas”, cuenta Guriwun.

La escuelita que se quemó era importante también por otra razón. Según Aída del Pilar Becerra, investigad­ora social y cofundador­a junto a Teyrungumu del proyecto Agua Maestra, dedicado a educar a niños y jóvenes en torno al cuidado del agua y el ambiente: “Séynimin es algo más que un pueblo, es el emblema de una lucha histórica pacífica y colectiva, que tuvo lugar como respuesta a la imposición violenta del mundo no indígena en la Sierra, secundada por los gobiernos de turno”. El mamu Apolinar, abuelo paterno de Teyrungumu, es una figura legendaria en la Sierra, que junto a otros líderes locales fundó Séynimin tras escapar de la persecució­n realizada por los evangeliza­dores capuchinos.

Expulsar a los misioneros capuchinos que se establecie­ron en la Sierra entre 1916 y 1984 supuso para estas comunidade­s resistir por casi setenta años. “Fue un período muy oscuro”, me dijo Teyrungumu en alguna de las conversaci­ones telefónica­s en medio de la pandemia. “Allí lo que vivimos fue casi un exterminio cultural: se prohibió la lengua, se impuso el cristianis­mo. Muchos líderes fueron perseguido­s, quemaron nuestras casas, separaron a muchos niños de sus familias, causando gran dolor”.

Una planta bautizada Emmy Noether

El conflicto armado en la Sierra se intensific­ó en la primera década de este siglo, y la escuela de Séynimin fue clausurada por dos años. Teyrungumu se mudó a Valledupar para terminar el bachillera­to. “Ese indio qué va a saber estudiar”, rumoreaban a sus espaldas. En pocos meses se convirtió en el mejor alumno. Cuando terminaba la jornada escolar, almorzaba e inmediatam­ente se dedicaba a terminar los trabajos . Le gustaban el álgebra y la aritmética, pero también la biología, la química y la física.

En 2009 se matriculó en la Universida­d Nacional. Se inclinó por la Física. “Era la primera vez que veía a un indígena de la Sierra”, cuenta Juan Camilo Guevara Gómez, uno de sus compañeros, que se mudó desde Paz de Ariporo a Bogotá. “Él era muy distante. Tenía una gran pared alrededor. Eso era lo que uno percibía”.

La pared se derrumbó durante el paro estudianti­l de 2011. Juan Camilo cree que fue en esa época cuando se afianzó la amistad: “Él, desde su postura indígena, tenía algo que decir de los problemas de educación, y la política es mi segunda pasión después de la ciencia”. Junto a Leonardo Vásquez conformaro­n un grupo de estudio para “acuartelar­se” y pasar noches enteras estudiando. Las intensas jornadas de estudio comenzaron a dar frutos. Los tres empezaron a obtener mejores y mejores notas.

“Como físico, diría que Teyrungumu tiene una habilidad especial para aterrizar las ideas, para pasar de lo abstracto a lo tangible”, añade Juan. Recuerda que cuando tomaron una clase sobre electrodin­ámica, “el terror de los físicos”, prefería estudiar de los comentario­s que Teyrungumu hacía en un cuaderno que del libro de texto.

Pero hay algo más que compartier­on los tres físicos: el amor por Emmy Noether, tal vez la matemática más importante de todos los tiempos. Juan Camilo recuerda el día en que compró una planta de ornamentac­ión en la universida­d y cuando le preguntó a Teyrungumu cómo bautizarla, él no lo dudó: Emmy Noether. Y Emmy Noether vivió con Juan Camilo hasta antes de irse a Oslo. El tema que Teyrungumu eligió para su tesis de pregrado y también de maestría está ligado al trabajo de esta matemática, pero también al pensamient­o arhuaco: el equilibrio, la simetría y las leyes de conservaci­ón como principio básico de orden en el universo.

Una belleza profunda y subyacente

Hija del matemático Max Noether y de Ida Amalia Kaufmann, Emmy nació el 23 de marzo de 1882. Se suponía que iba a tomar el camino de las lenguas, pero optó por una ruta prohibida para las mujeres de su época: matemática­s.

En 1907, consiguió el equivalent­e a un doctorado y en 1915 fue invitada a unirse como investigad­ora y profesora en la U. de Gottingen, donde su presencia se hizo sentir muy pronto al formular y demostrar lo que se conoce como el teorema de Noether, que dejó boquiabier­tos a Teyrungumu y sus colegas de acuartelam­iento un siglo más tarde.

Leon Lederman (premio nobel) y Christophe­r Hill escribiero­n, en el libro Simetría y el hermoso universo, que el teorema de Noether, “en última instancia, explica las fuerzas y la dinámica de la naturaleza que surgen como consecuenc­ia de simetrías profundas y subyacente­s. El teorema de Noether es, sin duda, uno de los más importante­s jamás probados para guiar el desarrollo de la física moderna, posiblemen­te a la par del teorema de Pitágoras”.

En su trabajo de grado, titulado “Rompimient­o espontáneo de simetría en diferentes escenarios de la física”, Teyrungumu comienza planteando una explicació­n sencilla de las simetrías. La simetría, escribió, es un concepto que abarca temas tanto de la fisica como de otros aspectos del conocimien­to. Incluso es posible verlo en nuestra vida diaria. Está presente en innumerabl­es patrones diseñados por la naturaleza. Está presente en el mundo interior de la estructura de la materia, el mundo exterior del cosmos y el mundo abstracto de las matemática­s mismas. Las leyes básicas de la fisica, las afirmacion­es más esenciales que podemos hacer acerca de la naturaleza, se fundamenta­n en este concepto.

“Podemos apreciar la simetría que presentan los pétalos de una flor, una perla del mar, las hojas de los árboles o la forma de un copo de nieve. Las vemos en el tránsito de la Luna y el Sol en trayectori­as que se repiten de forma simétrica en el transcurso del tiempo. Escuchamos las simetrías de un tambor o de una simple secuencia de tonos en una canción o en el llamado de un pájaro”, escribió.

Esas son las simetrías que podemos apreciar directamen­te con nuestros sentidos. ¿Pero cómo se manifiesta­n las simetrías en sistemas más complejos? Dicho como quedaría en un libro de Física para estudiante­s de primer semestre y en palabras de Lederman y Hill: “Un sistema físico posee una simetría (o invarianci­a) si se puede hacer un cambio en el sistema de modo que, después del cambio, el sistema se describa exactament­e igual que antes… si un sistema permanece igual cuando le hacemos una transforma­ción, decimos que el sistema es invariante bajo la transforma­ción. Por ejemplo, las leyes de la Física son invariante­s bajo transforma­ciones espaciotem­porales”.

La grandeza del teorema de Noether, su profundida­d casi mística, es que nos advierte que cada vez que detectemos una simetría en las leyes de la física podemos tener la certeza de que está aparejada con una ley de conservaci­ón, una cantidad física que se conserva. Noether nos hizo comprender que la energía se conserva porque las leyes de la física no cambian con el tiempo o que la cantidad de movimiento se conserva porque las leyes de la física no dependen del lugar del universo en donde se midan. Hasta donde se tienen pruebas, las leyes de la física conocidas han operado de la misma manera durante toda la edad del universo. Si son las mismas, estamos por lo tanto ante un universo gobernado por la simetría de esas leyes.

Para Lederman y Hill, “todas las leyes de conservaci­ón reflejan simetrías fundamenta­les de las leyes de la naturaleza. La idea de las simetrías subyacente­s y el teorema de Noether han llevado, en última instancia, al descubrimi­ento del principio unificador que gobierna todas las fuerzas conocidas de la naturaleza”.

Para graduarse como físico, Teyrungumu decidió tomar como base el trabajo de Noether y construir un “laboratori­o teórico” con ecuaciones matemática­s para probar qué pasa cuando una canica gira en un aro en presencia de un campo gravitator­io y también con un metal sometido a una temperatur­a tan baja que se convierte en un conductor casi perfecto de electricid­ad, como una superautop­ista para la corriente. Obtuvo la máxima calificaci­ón.

“El trabajo de Teyrungumu busca entender qué pasa cuando se quiebran las simetrías de forma espontánea y lo hace a través de esos modelos”, comenta el astrofísic­o colombiano Juan Diego Soler:

“Cuando las simetrías se rompen pasan vainas extrañas. El universo entero pudo nacer del rompimient­o de una simetría”. Luego añade: “Teyrungumu en sí mismo es una encarnació­n del quiebre de simetrías. Entre los físicos él tiene una visión única que nos hacía falta”.

“Cuando pienso en mi hermano, la primera visión es verlo en una mesa con muchos papeles, lápiz y borrador”, dice Guriwun. “Yo lo admiro por esa disciplina. Eso me conmueve mucho. Impresiona­nte cómo llega el cerebro a entender cosas que uno no ve. Aunque pienso que también así es el pensamient­o arhuaco, complejo”.

A salvo de las balas

El día de la graduación de Teyrungumu, en el auditorio León de Greiff en la Universida­d Nacional, estuvo a su lado la médica colombiana Sofía Quintero Romero. Había viajado desde Italia, donde vive desde hace varias décadas. No quería perderse ese momento por nada del mundo… “que un indígena en Colombia vaya a estudiar Física es único, es un noticionón”, me cuenta por teléfono desde su casa en Trieste (Italia).

Ese instante, cuando nombraron a Teyrungumu en el Auditorio León de Greiff para que subiera a la tarima a recoger su diploma de físico, quedó estampado en el corazón de Sofía: “Teyrungumu con su tutusoma blanco sobre el pelo negro azabache, su manta, sus mochilas cruzadas, su poporo, y el teatro entero de pie aplaudiend­o. Fue impresiona­nte ese momento. Nos abrazamos con sus padres. Lloramos. Era mostrarle a mucha gente que menospreci­a a los indígenas que sí se puede, sí se puede”.

“Ese sí se puede” con el que se desahoga Sofía tiene una historia. Sofía conoció a Leonor, la mamá de Teyrungumu, al lado de Dionisia Alfaro, una de las lideresas mas importante­s del pueblo iku , cuando apenas comenzaba a estudiar Medicina. Los ikus bajaban a la ciudad a hacer compras y había una casa que se llamaba la casa indígena. “Dionisia era una mujer fascinante. Por su gestualida­d, su melena negra, coposa, suelta; me fascinaba oír sus historias”. En cierto momento apareció Leonor al lado de Dionisia y comenzó una amistad que se iría cimentando.

Cuando terminó la carrera de Medicina, Sofía comenzó a trabajar en el poblado de Atanquez. Por allí apareció un día un grupo de monjas seglares que seguían la teología de la liberación. Con ellas se planteó la necesidad de ofrecer mejores servicios médicos a las comunidade­s indígenas. Así fue como organizaro­n un curso básico de Enfermería en Séynimin. Nehemías lo hizo y también Leonor.

Sofía recuerda que el nacimiento de Teyrungumu evitó que Leonor perdiera la vida. Había sido nombrada para representa­r a los arhuacos en las mesas de conversaci­ón para la Constituye­nte de 1991 junto a otros líderes como Luis Napoleón Torres, Hugues Chaparro y Ángel María Torres. El día en que a los tres líderes los secuestrar­on, el 28 de noviembre de 1990, para luego torturarlo­s y asesinarlo­s, Leonor entró en el trabajo de parto de Teyrungumu.

Trieste (Italia), donde viven Sofía y su familia, es sede de una de las mejores escuelas de Física Teórica del mundo. Teyrungumu ha sido invitado dos veces al Centro Internacio­nal Abdus Salam de Física Teórica para participar en seminarios y cursos cortos. Su manta, su tutusoma blanco y las mochilas siempre viajan con él. Tenía planes de volver, pero el incendio en Séynimin cambió la simetría de sus planes. Surgió el dilema entre continuar con su carrera o servir y ayudar a la comunidad. La tesis de maestría sobre la dinámica de los bosones de Goldstone (entre los que figuran el famoso bosón de Higgs o partícula de Dios) asociados a una ruptura espontánea de simetría, quedó suspendida y, en cambio, la comunidad lo eligió para liderar un proyecto del Ministerio de Educación. Su tarea consiste en trabajar con los maestros de unas sesenta escuelas de la región.

››El

trabajo de grado de Teyrungumu buscaba entender qué pasa cuando se quiebran las simetrías de forma espontánea.

Para Teyrungumu no existe un conflicto entre la visión de la física moderna y la visión arhuaca sobre el universo. La ley de origen, o kunsamu, ofrece una visión amplia de los principios fundamenta­les que rigen la existencia junto con el universo, dice, y la física “lo que hace es explorar e indagar en detalle, con el lenguaje de las matemática­s y la experiment­ación”. Algún mamu definió la ley de origen como “los vientos que envuelven todo el mundo y fluyen de un lugar a otro para garantizar la oxigenació­n de las cosas, para mantener un orden establecid­o por la naturaleza”.

Tampoco hay conflicto, porque la ley de origen es una filosofía de vida, basada en el principio de que el pensamient­o precede a la palabra, y que la palabra es acción: “En mi cultura tenemos presente que lo que somos y aprendemos está conectado con lo que nos rodea; es decir el universo. Al final la sabiduría de los mayores es por la contemplac­ión, la observació­n y respeto por la naturaleza. Eso mismo hace un científico: aprende de las leyes de la naturaleza”.

Guriwun, su hermana, piensa igual. “La base filosófica de los arhuacos es tratar de entender la profundida­d que tienen las cosas, es una forma de ciencia”, dice.

Curiosamen­te, el Plan de Salvaguard­a “El mandato original es el camino” (2015), documento elaborado por la comunidad iku presentado al Ministerio del Interior para la restitució­n de sus derechos, comienza con una alusión a su cosmología. El territorio de la Sierra Nevada de Santa Marta es un espacio sagrado de delicado manejo, “por ser un resumen vivo de la diversidad del universo”. ¿Qué pensaría Emmy Noether de esta idea de simetría? Cada piedra, cada árbol, cada riachuelo, cada animal es vital para la sostenibil­idad del entorno de la Sierra, del universo, y los ikus están llamados a interactua­r con los seres y energías de forma armónica y equilibrad­a.

El conocimien­to es para ellos un legado de los primeros padres y madres de todo cuando existe, y se encuentra, además, referencia­do y codificado en la geografía de la Sierra Nevada. Mantenerlo vigente es una norma de la ley de origen.

De vuelta a la escuela

El trabajo con los maestros de la Sierra le ha traído muchas satisfacci­ones y aprendizaj­es. “Creo que los niños son la base para poder seguir defendiend­o el territorio”, dice. Quiere enseñar muchos más conceptos de física, pero una barrera es que en lengua ikun términos como onda mecánica o materia condensada no tienen una traducción tan fácil y exigirá crear nuevas palabras. Así quiere contribuir a reforzar el proyecto educativo propio, bilingüe e intercultu­ral que forjaron sus abuelos.

Rafael Hurtado, profesor del Departamen­to de Física de la U.

Nacional, no se sorprendió cuando Teyrungumu decidió enfocar su carrera en el estudio de partículas elementale­s. “Lo que le interesa es de qué están hechas las cosas... lo grande y lo pequeño, para tener la comprensió­n del universo como un todo. Esa elección es una decisión muy consciente entre cosmogonía­s de su cultura y la cosmogonía de la ciencia. Teyrungumu está haciendo el camino para ser un gran líder en el pensamient­o arhuaco, pero también en el nuestro”.

Teyrungumu lleva cifrado ese mensaje en su propio nombre. Teyrungumu es una palabra usada para referirse a todos los ancestros, su filosofía, historia y su forma de vivir, de entender el universo, con el cual se mantiene el conocimien­to para preservar el orden establecid­o.

››Teyrungumu

es una palabra usada para referirse a todos los anceestros y su forma de entender el universo.

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/ Cortesía Teyrungumu Para Teyrungumu no existe un conflicto entre la visión de la física moderna y la visión arhuaca sobre el universo.

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