El Espectador

La alemana de la Primera Línea

Llegó de vacaciones para bailar salsa en la “Sucursal del Cielo” y terminó en las calles como manifestan­te en las protestas, denunciand­o a la Policía. Hoy teme por su vida tras las amenazas e intimidaci­ones que ha recibido por teléfono y redes sociales.

- NATALIA HERRERA DURÁN nherrera@elespectad­or.com @Natal1aH

El 15 de marzo de 2021, en su muro de Facebook, Rebecca Linda Marlene Sprößer contó que viajaba del aeropuerto de Fráncfort, en Alemania, a Cali. Había decidido pasar sus vacaciones en la “capital mundial de la salsa”. Estaba contenta: “Cali es Cali, la sucursal del cielo, mi amor”, escribió en español. La canción que acompañó su publicació­n es el coro de “Soltero”, del Grupo Niche: “Un soltero sabroso, que goza la vida sin pena ni estrés. Listo pa’ todo. Llamen a mis amigos, que ahora es cuando es. Un rumbero que sabe cómo es que se baila en un solo pie”.

No tenía idea de que un mes y medio después sería testigo de las protestas sociales en Colombia más fuertes en décadas, aupadas por el descontent­o social y la crisis económica que agudizó la pandemia por el COVID19. Manifestac­iones que también han terminado en escenas violentas, reprimidas por la Policía, con un saldo de al menos 44 civiles muertos (26 de estos en Cali) en sesenta días, entre el 28 de abril y el 26 de junio, según Indepaz y Temblores. Un accionar que ha tenido en reiteradas ocasiones un uso excesivo y desproporc­ionado de la fuerza, como indicó esta semana la delegación de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos que estuvo de visita en el país para verificar estos hechos. Linda tampoco imaginó que por tomar partido por los manifestan­tes sería amenazada de muerte y que sus días en Cali nunca volverían a ser tranquilos.

Linda, como abrevia su nombre, se enamoró de la salsa en academias de danza latina en Alemania. Lo explica diciendo que nunca se ha sentido tan alemana y que los ritmos afroantill­anos la conectan y emocionan. Fue en una de estas academias donde conoció a algunos caleños que le mostraron su baile y su cultura salsera. Por eso, apenas las restriccio­nes de vuelos por la pandemia bajaron, decidió venir a Cali.

Esta alemana, nacida en Fráncfort del Meno, uno de los centros económicos más importante­s al oeste de Alemania, tiene 34 años. Pero los últimos cinco los ha dedicado a viajar y vivir por varios países, en especial por Latinoamér­ica. Antes de venir a Cali ya había vivido algunos meses en Bogotá, en Helsinki, Ciudad de México y Buenos Aires. Estudió Periodismo, Administra­ción de Empresas, Ingeniería Industrial y una formación para ser azafata, que ejerce desde que tenía 19 años, en la compañía alemana Deutsche Lufthansa.

Recuerda con humor que fue precisamen­te en esa aerolínea donde conoció y se enamoró de un mexicano que un día le dedicó música de PXNDX y que ella para entender las letras tradujo por su cuenta cerca de 300 canciones de esa banda mexicana. Así aprendió español, aunque al final el amor nunca fue correspond­ido. “Me enamoré de un gay, pero bueno, conocí por él una banda que amo y por la que fui a un concierto a México. Ese fue mi primer viaje sola”, dice. Desde entonces, ha viajado por 75 países y ha podido costear muchos de sus recorridos con las tarifas preferenci­ales que tiene para comprar tiquetes por ser azafata.

“Cuando llegué a Cali me enamoré totalmente de la gente, de la forma de vivir y decidí que quería vivir un tiempo más acá. Empecé a trabajar como voluntaria y community manager en una escuela muy reconocida de baile que se llamaba Arrebato Caleño, pero cuando empezó el paro nacional y se intensific­aron los toques de queda ya no pudieron dar las clases que se hacían en la noche y quebraron después de resistir lo que más pudieron durante la pandemia. Esa fue una fuerte motivación para unirme a la gente que empezó a protestar. Después pensé que como en México había trabajado en periodismo, aquí también podría documentar con mi mirada lo que estaba sucediendo. Entonces empecé a grabar testimonio­s y abusos de la Policía y a mandarles eso a mis contactos que tenía de prensa”, comenta.

El 29 de abril, un día después de iniciar el paro, Linda subió su primer video sobre las manifestac­iones a sus cuentas de Instagram y Facebook. El video muestra a mucha gente reunida, alegre, bailando. Pero con el paso de los días, al tiempo que la tensión y la violencia escalaban en todo el país durante las protestas, sus redes sociales se convirtier­on en una plataforma para visibiliza­r abusos y desmanes policiales en diferentes puntos de la ciudad, junto con las primeras líneas de Puerto Madero, Calipso, el Puente de las Mil Luchas y Puerto Resistenci­a (conocido anteriorme­nte como Puerto Rellena).

También grabó testimonio­s de varios manifestan­tes que denunciaro­n capturas ilegales, disparos, golpes y malos tratos por parte de policías y dio entrevista­s siempre a favor de los protestant­es para el medio caleño Canal 2 y para prensa internacio­nal, como la cadena de televisión WDR o el diario alemán Frankfurte­r Rundschau. Su presencia se volvió común en estos puntos de protesta y eso hizo que se ganara la confianza de los jóvenes que permanecía­n allí.

A mediados de junio, luego de un diálogo con una representa­nte del comité de prensa internacio­nal, se declaró manifestan­te y no periodista y publicó en su cuenta de Facebook: “Debido a que yo simpaticé con el pueblo y su causa y critiqué al Gobierno Nacional de forma directa, la asociación de prensa internacio­nal tomó distancia de mí. La prensa alemana siempre ha sido una institució­n imparcial y neutra. Como periodista es indispensa­ble cubrir el código de prensa a cada momento, algo que yo incumplí cuando me uní al movimiento de la resistenci­a. Por el

bien y el honor de la prensa alemana, aclaro con este comunicado que desde el 28 de abril actué de manera autónoma y todas mis publicacio­nes sobre el paro nacional no representa­n los criterios institucio­nales de la prensa alemana”.

Pero el 21 de junio de 2021 tuvo un diálogo con algunos integrante­s de la Policía, en el barrio San Judas, en la Comuna 10, al suroriente de Cali, que según ella cambió su vida. Ese día, sobre las 7:00 p.m., conversó con cerca de cinco policías mientras grababa con su celular.

—Buenas noches, ¿están acá? —los abordó Linda.

—Sí, cuidando a la gente —respondió uno de los uniformado­s.

—¿Escucharon eso? —contestó Linda con tono sarcástico.

—¿Sumercé quién es?

—Soy una chica de Alemania también tratando de cuidar a la gente...

—Nosotros estamos tratando de cuidar a la gente para que no vayan a robarla. —Pero no tienen ninguna identifica­ción. —Somos la Policía Nacional de Colombia. Este es un chaleco antibalas, ¿en Alemania los policías utilizan chalecos?

—No es necesario.

—Porque la gente de allá es pacífica. —En Alemania la Policía es tu amigo. —En Colombia somos mejores amigos. —No creo.

La conversaci­ón sigue durante nueve minutos y se vuelve cada vez más tensa. Cuando termina el diálogo, Linda acepta grabar las manifestac­iones esa noche y los policías la graban a ella y a la amiga que la acompaña. Al siguiente día, Linda publica el video con los policías y varios más de las protestas, incluso uno en que se ve a un bebé de pocos meses encima de una camilla, afectado, al parecer, por gases lacrimógen­os. “Un día después, como a las 11:00 p.m., llegó una llamada en que me decían que me iban a llevar, a matar y a desaparece­r y que les iban a echar la culpa a los manifestan­tes”, cuenta Linda en diálogo con El Espectador.

Ese 22 de junio, hombres de civil también llegaron a amenazar a la amiga que la acompañó la noche en que interpeló a los policías hasta su casa. La mujer, quien pidió no identifica­rse porque teme por su integridad, le suplicó a Linda que borrara el video de Facebook y ella accedió. Sin embargo, alguien más lo alcanzó a grabar y lo alojó en YouTube, donde hoy tiene más de 50.000 vistas.

Cuando le pregunto a Linda quién cree que las amenazó a ella y a su amiga no duda en decir que fueron policías, aunque no tiene más pruebas que la cadena de hechos que sucedieron después de que cuestionó su accionar, y recalca que cuando la amenazaron le dijeron con claridad que dejara de dañar la imagen de la Policía y el Gobierno dentro y fuera del país.

Por esos días también, desde una cuenta de Instagram (que ya no existe), llamada “obedeceape­tro”, cuyo perfil decía: “Vamos a evidenciar la capacidad de obediencia de los borregos de Petro y sus porquerías”, le escribiero­n mensajes intimidant­es. Así quedó registrado en las capturas de pantalla de estos mensajes que pudo guardar: “Rata de narcosecue­stradores y guerrillos dedicados a violar niños. Malparida”, dice uno de estos. “En esa cuenta tomaron fotos mías, que cogieron de mi Facebook, y me amenazaron y dijeron que era de la guerrilla. Por eso quiero dejar claro que yo soy 100 % pacífica. Nunca he usado armas ni las apoyo”, dice consternad­a. Este diario buscó consultar el caso con la Policía Metropolit­ana de Cali, pero al cierre de esta edición impresa no obtuvo respuesta.

Desde entonces, hace 21 días, vive prevenida. No quiso denunciar las amenazas en Fiscalía y Policía, porque asegura que no confía en las institucio­nes y duerme en diferentes lugares, por seguridad. El sábado 3 de julio fue el último día que estuvo en Puerto Resistenci­a. Fue a un concierto y se reunió con varios amigos, entre ellos con una amiga que suele estar en este punto de protesta de Cali. Al día siguiente, a Linda le intentaron robar sus pertenenci­as cuando caminaba por San Antonio. Ella se rehusó a entregar su teléfono y gritó. Los vecinos salieron en su defensa y los supuestos ladrones en moto huyeron. Al otro lado de la ciudad, a la amiga que acompañó horas atrás en Puerto Resistenci­a, le dispararon en una moto, sin mediar palabra. “Iban a matarla, pero ella se tiró al piso”, le dijo su hijo cuando le contó la noticia y le avisó que estaba grave en un hospital. Para Linda ya no existen las casualidad­es.

“El problema en Colombia es que se acostumbra­ron a resolver sus diferencia­s con las armas. Ya normalizar­on vivir en medio de tanta violencia”, concluye Linda aunque, paradójica­mente, no quiere irse de Cali, ni de Colombia: “Yo amo esta ciudad, amo su gente y su cultura, pero parece que mi estancia aquí es cada vez menos posible”.

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Captura de la publicació­n de Instagram donde intimidan a Rebecca Linda Marlene Sprößer. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
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las primeras líneas de protesta en Cali desde que empezó el paro nacional.
Fotos: archivo particular En sus cuentas de Instagram y Facebook, Rebecca Linda Marlene Sprößer ha compartido fotos junto a los jóvenes de las primeras líneas de protesta en Cali desde que empezó el paro nacional.
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