Conectar para progresar
UNO DE LOS RETOS QUE MÁS HA COStado trabajo resolver en Colombia es el de la disparidad en el desarrollo entre regiones. En el país hay ciudades con indicadores que se comparan con algunos del mundo más desarrollados, como Bogotá o Medellín. Hay otras que están en camino de llegar allá, como Barranquilla, Bucaramanga o Cali. Pero aún hay regiones que se comparan más con países de ingreso bajo e, incluso, algunas tan marginadas que podrían compararse con las más pobres del planeta.
Lograr generar actividad económica, llevar servicios educativos y de salud, en fin, todo lo que significa el mundo desarrollado, es una tarea titánica. La falta de Estado ha sido un común denominador en las regiones más periféricas a la zona Andina, el Eje Cafetero y las ciudades principales de la Costa Atlántica. Y ahí ha echado raíces el narcotráfico, el crimen y las bandas organizadas, haciendo aún más complejo sacar a estas regiones de la pobreza y el subdesarrollo.
De esto se ha hablado de manera constante y permanente durante muchos años en Colombia. Sin embargo, aunque se ha avanzado en algunos temas, hay uno que destaca por su falta de resultados. Me refiero al de la infraestructura de transporte que conecte estos municipios con los principales centros de producción y consumo del país.
Han existido esfuerzos en el pasado para conectar a estos municipios al “país desarrollado”. Programas de vías terciarias, departamentales y municipales abundan en los planes de gobierno de los últimos años, pero con poco éxito. Y para realmente lograr que despegue el desarrollo en estas regiones apartadas, más que inversiones locales se requiere es conexión.
Una de las razones por la cual hacer inversiones a nivel local es problemático es un tema de escala. La mayoría de regiones no tienen una economía lo suficientemente grande, o poblaciones lo suficientemente robustas para soportar inversiones locales. Hacer una escuela aquí o allá, un puesto de salud en cada pueblo o municipio, no es la mejor forma de aprovechar los recursos escasos de inversión.
La infraestructura de transporte logra, entre otras cosas, construir esa escala. La conectividad entre regiones permitiría localizar inversiones de salud, de educación, de producción, etc. que puedan ser compartidas entre varios municipios que por sí solos verían difícil lograr la escala necesaria. Además, la infraestructura de transporte y de conexión logra que productores localizados en estas regiones puedan llevar sus productos a centros de consumo más grandes, pero con costos eficientes.
Si a nivel nacional aún hay retos grandes de infraestructura por resolver, los locales sí que están lejos de solucionarse. Para comenzar a generar escala tanto a nivel de demanda como de recursos se requiere el trabajo conjunto de alcaldes, gobernadores y agencias de nivel nacional. Las regalías son un recurso diseñado precisamente para este tipo de inversiones, pero el complejísimo gobierno que decide cómo destinar estas regalías a los mejores proyectos claramente no ha dado resultados. Sería importante, nuevamente, repensar la forma como se ejecutan las regalías. Involucrar agencias de desarrollo que apliquen prácticas de selección, gestión y ejecución de proyectos de transporte a niveles local y regional es una forma de hacerlo.
Ser más exigentes con la calidad de los proyectos, despolitizar los órganos que gobiernan la ejecución de regalías, es necesario para lograr el objetivo de conectar las regiones. De lo contrario, no habrá recurso que alcance para comenzar a desarrollar los sitios más apartados y menos conectados del país.