El Espectador

“El triángulo de las Bermudas”

- MARCOS PECKEL

Dice el adagio que cuando se limpian ciertos lugares hay que asegurarse de que no quede ni una sola mancha, pues si así fuera esta puede expandirse y deshacer lo hecho. Fue en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo cuando América Latina experiment­ó un ciclo virtuoso de democratiz­ación, de final de los regímenes de generales de bigote y charretera, desde el Cono Sur hasta Centroamér­ica, en un continente donde las únicas democracia­s eran Colombia, Venezuela, Costa Rica y, en menor escala, el México del dedazo.

El problema es que quedó la mancha: una isla del Caribe que se presentaba como el crisol de la lucha contra el imperialis­mo, adalid de los no alineados, paraíso de libertades, nirvana de igualdad y prosperida­d y tubo de ensayo de una nueva sociedad. Se ignoraban “pequeños” detalles, como que el país se arrodilló, sin rodilleras, ante los también imperialis­tas soviéticos. La nueva sociedad no era otra que aquella en que los hombres dejaban de ser libres, todas las libertades desaparecí­an, la cárcel o el paredón era el lugar de los opositores, la sociedad sé igualó en la pobreza y los no alineados terminaron en formación al lado y del Kremlin.

Esa mancha sirvió de ancla a aquellos que han querido emularla. Sin Cuba y sus expertos en control social es dudoso que la dictadura chavista hubiera sobrevivid­o hasta hoy. Las decenas de miles de cubanos que abandonaro­n la isla para huir a Florida no difieren mucho de los millones que han abandonado Venezuela, la escasez es la misma; sin embargo, gringo, el saqueo a lo público por parte de los regímenes es de rigor. La absoluta destrucció­n del aparato productivo no es una causa sino una acción premeditad­a para convertir a los ciudadanos en dependient­es del Estado, ya sean los CLAPS o las “libretas de abastecimi­ento” implementa­das por el mismísimo comandante.

La mancha siguió expandiénd­ose. Sin rubor alguno el sátrapa nicaragüen­se Daniel Ortega, quien destrozó lo que pudo haber sido el sueño sandinista de una sociedad libre, encarcela opositores, embarga empresas, cierra diarios y se apropia del erario. Todo con la asistencia de asesores cubanos, quienes aseguran la expansión de la mancha.

No todas las han ganado los cubanos. Ecuador la perdieron y Bolivia sigue ahí en el tire y afloje entre la mancha evista y la democracia. Sin embargo, no se puede subestimar el peligro que representa el “triángulo de las Bermudas”; Cuba, Venezuela y Nicaragua, en medio del cual otras democracia­s pueden hundirse y la mancha expandirse.

Las democracia­s no son perfectas, tienen tareas pendientes, fracturas históricas por cicatrizar, pero lo verdaderam­ente preocupant­e es que existan sectores que quieran aplicar la “medicina de la mancha”, esa que acaba con la dignidad y humanidad del ser humano. Eso que los miles de cubanos en las calles están tratando de recuperar.

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