“El triángulo de las Bermudas”
Dice el adagio que cuando se limpian ciertos lugares hay que asegurarse de que no quede ni una sola mancha, pues si así fuera esta puede expandirse y deshacer lo hecho. Fue en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo cuando América Latina experimentó un ciclo virtuoso de democratización, de final de los regímenes de generales de bigote y charretera, desde el Cono Sur hasta Centroamérica, en un continente donde las únicas democracias eran Colombia, Venezuela, Costa Rica y, en menor escala, el México del dedazo.
El problema es que quedó la mancha: una isla del Caribe que se presentaba como el crisol de la lucha contra el imperialismo, adalid de los no alineados, paraíso de libertades, nirvana de igualdad y prosperidad y tubo de ensayo de una nueva sociedad. Se ignoraban “pequeños” detalles, como que el país se arrodilló, sin rodilleras, ante los también imperialistas soviéticos. La nueva sociedad no era otra que aquella en que los hombres dejaban de ser libres, todas las libertades desaparecían, la cárcel o el paredón era el lugar de los opositores, la sociedad sé igualó en la pobreza y los no alineados terminaron en formación al lado y del Kremlin.
Esa mancha sirvió de ancla a aquellos que han querido emularla. Sin Cuba y sus expertos en control social es dudoso que la dictadura chavista hubiera sobrevivido hasta hoy. Las decenas de miles de cubanos que abandonaron la isla para huir a Florida no difieren mucho de los millones que han abandonado Venezuela, la escasez es la misma; sin embargo, gringo, el saqueo a lo público por parte de los regímenes es de rigor. La absoluta destrucción del aparato productivo no es una causa sino una acción premeditada para convertir a los ciudadanos en dependientes del Estado, ya sean los CLAPS o las “libretas de abastecimiento” implementadas por el mismísimo comandante.
La mancha siguió expandiéndose. Sin rubor alguno el sátrapa nicaragüense Daniel Ortega, quien destrozó lo que pudo haber sido el sueño sandinista de una sociedad libre, encarcela opositores, embarga empresas, cierra diarios y se apropia del erario. Todo con la asistencia de asesores cubanos, quienes aseguran la expansión de la mancha.
No todas las han ganado los cubanos. Ecuador la perdieron y Bolivia sigue ahí en el tire y afloje entre la mancha evista y la democracia. Sin embargo, no se puede subestimar el peligro que representa el “triángulo de las Bermudas”; Cuba, Venezuela y Nicaragua, en medio del cual otras democracias pueden hundirse y la mancha expandirse.
Las democracias no son perfectas, tienen tareas pendientes, fracturas históricas por cicatrizar, pero lo verdaderamente preocupante es que existan sectores que quieran aplicar la “medicina de la mancha”, esa que acaba con la dignidad y humanidad del ser humano. Eso que los miles de cubanos en las calles están tratando de recuperar.