Un fallo sobre la “Casa de Nari” que da vergüenza
RESULTA DESCONCERTANTE, POR CAlificarla de manera suave, la decisión del juez Manuel José Pulido, de absolver a dos funcionarios del círculo más cercano del entonces presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, por los hechos sombríos en que incurrieron, entre 2007 y 2008, desde sus oficinas de la Casa de Nariño —a pocos metros de la del omnímodo jefe de Estado—, cuando recibieron, en calidad de invitados, a delincuentes de la peor laya, y cuando aceptaron concertar, con estos, ciertas actuaciones: recibir de ellos materiales ilegales y distribuirlos, después, a periodistas cómplices que publicaban, como si fueran “noticias” y “chivas”, ese sartal de falsedades. Los protagonistas directos e indirectos de la trama descrita hicieron parte de un engranaje delictivo y no les importó. Tampoco ahora, porque el poder político protege su impunidad y el poder judicial casi no existe. Los beneficiados por Pulido, pese a las evidencias y testimonios que tuvo a mano pero que no vio, y pese al propio contexto histórico que tampoco parece tener en cuenta aunque ha sido probado judicialmente en no menos de 20 sentencias de condena contra otros partícipes de esos episodios, son Edmundo del Castillo, secretario jurídico de la Presidencia, y César Mauricio Velásquez, secretario de Prensa.
El juez Pulido concluyó, en su fallo de 65 páginas que escribió con rapidez inusitada entre viernes, sábado y domingo pasados, que “las pruebas de cargo... no permitieron arribar al conocimiento, más allá de la duda razonable sobre la autoría... del delito (concierto para delinquir) por el cual fueron llamados a juicio...”, motivo por el cual los absuelve. La esencia de la acusación en contra de Del Castillo y Velásquez se encuentra, como dije, en su asistencia a reuniones con bandidos, una de estas con alias Job, un sicario del paramilitar alias Don Berna, en un hecho que no tiene que ser probado ante ningún juez, “más allá de la duda razonable” porque hay evidencia plena y archisabida: un video publicado hasta en los medios parroquiales del país, de su ingreso por los pasillos entapetados de la “Casa de Nari”, como la denominó Job en famosa llamada a alias Don Berna al salir de la cita. Del Castillo y Velásquez integraron el enorme grupo presidencial que atentó contra el Estado de derecho cuando pretendió destruir a la Corte Suprema debido a que sus magistrados procesaban, por nexos con los paramilitares, al primo y aliado de Uribe Vélez, el entonces senador Mario Uribe Escobar.
Otro episodio en que estuvieron involucrados Del Castillo y Velásquez, sin prueba suficiente según el togado, es el “caso paseo”. Pues bien, recuerdo perfectamente aquel capítulo porque en ese tiempo colaboraba con la extinta revista Semana: allí se publicó, en abril de 2008, un gran escándalo periodístico titulado “El ‘mecenas’ de la justicia”. Relataba, con pormenores sorprendentes, el viaje de varios magistrados de la Suprema a Neiva, supuestamente pagado por el presunto socio de un narcotraficante. Unos directivos de la revista descubrieron que una de sus periodistas, cuyo nombre omito porque falleció, fue convocada por la Casa de Nariño para entregarle las “evidencias” que demostrarían las malas compañías de la Corte, y que habían sido recopiladas —torcida e ilegalmente— por agentes del DAS al servicio de la Presidencia. Lo que el testigo de la revista contó y el juez consideró irrelevante es que Del Castillo y Velásquez llamaron insistentemente a la periodista, después de desatado el escándalo, para que devolviera los soportes que le habían entregado y borrar así su rastro. Tanto afán tenían que enviaron a retirarlos a una asistente de Del Castillo que fue grabada cuando entraba a la sede de la revista. Según el fallador Pulido, esa prueba no demuestra la culpa de los acusados. Absueltos pero no inocentes.