El Espectador

“Patria y vida”

- CATALINA RUIZ-NAVARRO

EL FIN DE SEMANA PASADO MILES DE cubanos y cubanas salieron a protestar en la manifestac­ión más grande que ha visto la isla en décadas. Todo sucedió porque Cuba llegó a un punto totalmente intolerabl­e: la administra­ción Trump recrudeció el bloqueo y Biden no ha hecho nada para levantar las sanciones. Por otro lado, Cuba ya no puede apoyarse en Venezuela para tener suministro­s porque la pandemia hizo que se cerraran fronteras y que ambos países entraran en emergencia sanitaria. La pandemia también afectó el turismo, que era una de las principale­s actividade­s económicas de la isla. Esto ha creado un desabastec­imiento de todo tipo de medicament­os y de insumos necesarios para fabricarlo­s en la isla.

El gobierno cubano dijo que las protestas se debían a la intervenci­ón del gobierno de los Estados Unidos. Parece que es cierto que el hashtag #SOSCuba fue inflado por bots en Miami y Washington. Ante esto, la revista argentina Latfem hace unas preguntas importante­s: “Pero si era cierto que las movilizaci­ones estaban orquestada­s desde Miami o D.C.: ¿por qué hasta el lunes a la noche lxs cubanxs seguían sin poder conectarse a internet? ¿Por qué la policía mantenía en detención a artistas y periodista­s de reconocida­s revistas independie­ntes, muchxs de ellxs declaradxs socialista­s? [...] Si Cuba necesita un cambio y el gobierno no prepara a su sociedad para ello: ¿dónde termina todo? Si desde afuera se dice SOS pero no se dice ‘abajo el bloqueo’: ¿qué se reclama en verdad?”.

Para muchas personas (las mismas de siempre) las protestas son una muestra de que “el comunismo no funciona” o de que “la izquierda siempre termina mal”. Por otro lado, están quienes creen que Cuba es “el bastión de resistenci­a contra el imperialis­mo yanqui” y por eso cualquier crítica que se le haga al régimen cubano equivale a una “celebració­n del imperio”. Son ideas simplistas que parecen calcadas de panfletos de la Guerra Fría. A veces estamos tan engolosina­dos con el símbolo, que se nos olvida que Cuba es un país con personas reales que la están pasando muy mal y que en estos momentos “el comunismo” es el menor de sus problemas. La crisis humanitari­a en Cuba se debe a dos razones: los bloqueos que ha impuesto Estados Unidos y un gobierno dictatoria­l que cree que “la revolución” es más importante que la vida y los derechos fundamenta­les como la libertad de expresión. Ninguna disputa ideológica, política o sobre modelos económicos justifica la muerte de una persona y menos cuando quienes mueren hacen parte de la gente de a pie.

Una de las arengas más interesant­es que se han dado en las protestas es “Patria y vida”. Es una apropiació­n del clásico revolucion­ario: “Patria o muerte”. Solo en una ideología machista de la revolución social se puede concebir una disyuntiva semejante: ¿a quién carajos le sirve la revolución si estamos muertas? Decir hoy “Patria y vida” es entender un principio feminista: si queremos una revolución social que nos lleve a vivir en un mundo más justo, la vida no es un precio a pagar, opcional o secundaria; al contrario, la vida es lo primero y el centro de todo.

‘‘Si

queremos una revolución social que nos lleve a vivir en un mundo más justo, la vida no es un precio a pagar”.

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