El Espectador

Germán Castro Caycedo: el nombre de la crónica

Germán Castro Caycedo deja un legado en el periodismo y la literatura colombiana. Su pluma nos permitió conocer un país en su diversidad y complejida­d máxima. En homenaje a su vida y obra, recordamos sus orígenes, así como sus experienci­as y visiones en e

- MARÍA JOSÉ NORIEGA RAMÍREZ ANDRÉS OSORIO GUILLOT

Germán Castro Caycedo falleció ayer a los 81 años, tras luchar contra el cáncer. El cronista dejó un legado en el periodismo y en la literatura, develando a este país en su diversidad y complejida­d máximas. Homenaje.

“Escribir una crónica es narrar. Narrar la vida, contar historias, pero contarlas bien”, decía el escritor Germán Castro Caycedo. Haber crecido en un hogar en el que su madre, aficionada a la literatura, al arte y a la historia, les enseñó a él y a sus hermanos a leer, así como a sumar y a restar, lo llevó a acercarse en su adolescenc­ia a las crónicas que se publicaban en El Espectador y en El Tiempo. El ritmo y el contraste dentro de una historia eran elementos fundamenta­les en su narración, pues así veía la vida, como un contraste entre el amor y el odio, la vida y la muerte.

Los medios de comunicaci­ón en Zipaquirá, su pueblo natal, fueron testigos de sus primeros pasos en el oficio. La voz de Cundinamar­ca, estando aún en el bachillera­to, vio nacer Oro y grana, un programa que conducía los lunes a las 7:00 p.m., durante media hora, y que a lo largo de su época universita­ria lo acompañó hasta la Emisora Mariana. Pero fue en Deporte Gráfico donde tuvo la oportunida­d de recorrer a la par del pedaleo de Cochise Rodríguez la mayor parte de América, conociendo la riqueza cultural del continente, bajo la premisa de que donde estuviera un deportista colombiano debía estar un periodista. La firma de sus columnas en ese medio, con el complement­o “colaboraci­ón de Deporte Gráfico”, lo llevó a trabajar en El Tiempo.

En esa casa periodísti­ca, Castro Caycedo empezó como reportero, cubriendo las noticias de Cundinamar­ca y remitiéndo­se a las fuentes comunes: el secretario de Gobierno, de Hacienda, entre otros más. Sin embargo, la noticia del hallazgo por parte de José Bernal, inspector del camino del páramo de Pisba, de calaveras de posibles hombres pertenecie­ntes al Ejército Libertador, cambió su rumbo como escritor. La noticia llegó a las 5:00 p.m. al periódico y Castro Caycedo emprendió viaje a la capital de Boyacá, en compañía de un fotógrafo, una hora después. Su nota sobre el páramo de Pisba, el cual conoció a partir de las narracione­s de Bernal, a pesar de la niebla que reposaba sobre sus ojos, lo hizo darse cuenta de que la última hora, lo que sucedía de improvisto e inmediato, no era lo suyo. Hernando Santos Castillo se lo dijo: “No más noticias de Cundinamar­ca, lo tuyo es esto”.

“Colombia está compuesta por varias naciones culturales diferentes. La cultura son usos y costumbres: vocabulari­o, culto a la muerte, relaciones hombre-mujer, comida, creencias”, decía. Por eso, la observació­n y la investigac­ión fueron las herramient­as primarias de su periodismo. Creyendo que la crónica no exige “esa maravillos­a fatiga” del oficio, Castro Caycedo no creía en la llamada objetivida­d periodísti­ca, pues en medio del ejercicio hay seres humanos. Según él, el periodismo tiene dos rasgos: equilibrio y precisión, no más. Y bajo esos preceptos saltó de la prensa a la televisión, llevando la crónica escrita a un escenario más grande, y a los libros. Así publicó, en 1983, Colombia amarga.

Germán Castro Caycedo supo responder con disciplina a las preguntas de por qué y para qué se da la vida. La supo ofrecer a su oficio cuando aceptó, por ejemplo, con el temor que reafirma la naturaleza humana, su condición de secuestrad­o para poder entrevista­r a Jaime Báteman, comandante del M19, y así entender la ideología del movimiento revolucion­ario y así ofrecerle la explicació­n a todo el país del sentido de sus acciones; también cuando publicó en Nuestra guerra ajena cómo con la complicida­d de Estados Unidos se proliferó la violencia y el narcotráfi­co en Colombia para luego justificar una especie de intervenci­ón política y militar a lo largo y ancho del territorio nacional.

Mi alma se la dejo al diablo, El

Alcaraván, El Hueco, Con las manos en alto, Sin tregua, Operación Pablo Escobar, El palacio sin máscara, Tormenta, La bruja, Perdido en el Amazonas, Una verdad Oscura, Huellas, entre otros libros deja un hombre que se aferró siempre a la crónica y a la investigac­ión, que extendió el sentido de la famosa frase de “la noticia es el primer borrador de la historia” al ver en ellas la fuente de inspiració­n para su próxima obra.

De la noticia a la curiosidad, de la curiosidad a la rigurosida­d, de la rigurosida­d a la disciplina constante. De escalón en escalón se construye entonces una gran obra, un legado que sirvió a muchos, incluso a quienes escribimos este homenaje, para creer en este camino, para soñar con algo de ingenuidad y con algo de nobleza en que desde el periodismo es posible romper con las verdades que ocultan otras tantas, y que desde eso que estuvo oculto se puede vislumbrar otra sociedad. Leer a Germán Castro Caycedo era, es y será leer al país desde sus problemas estructura­les, esos que parecen perpetuars­e. Escuchar en la radio que su vida se apagó fue volver a tantas otras veces en que nos enteramos de la partida de otros tan grandes como él, incluso fue sentir de nuevo ese salto al vacío que se percibió hace un poco menos de dos años cuando nos dejó también Alfredo Molano Bravo, otro autor de historias que contaron un país que a veces nos resulta lejano.

Decía Cris Carbone que “cuando muere un poeta, el mundo pierde pedacitos de esperanza”. Que se permita por esta vez adaptar un poema para decir que cuando muere un escritor como Germán Castro Caycedo, el mundo pierde pedacitos de valentía para seguir escudriñan­do en las verdades que puede que hagan más difícil la vida, pero que segurament­e la harán también más interesant­e de ser realizada.

››El

ritmo y el contraste dentro de una historia eran elementos fundamenta­les en la narración de Germán Castro Caycedo, pues así él veía la vida, como un contraste entre el amor y el odio, la vida y la muerte.

 ?? / Andrés Torres - El Espectador ?? Germán Castro Caycedo, quien nació en 1940 y falleció ayer en Bogotá, fue uno de los más profundos narradores de la historia de los últimos 50 años en Colombia.
/ Andrés Torres - El Espectador Germán Castro Caycedo, quien nació en 1940 y falleció ayer en Bogotá, fue uno de los más profundos narradores de la historia de los últimos 50 años en Colombia.
 ?? / Andrés Torres - El Espectador ?? Germán Castro Caycedo es autor de “Perdido en el Amazonas”, “Una verdad oscura”, “Huellas”, entre otras publicacio­nes.
/ Andrés Torres - El Espectador Germán Castro Caycedo es autor de “Perdido en el Amazonas”, “Una verdad oscura”, “Huellas”, entre otras publicacio­nes.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia