El Espectador

SOS por La Guajira

- PABLO MONTOYA PAREDES pmontoya@elespectad­or.com @pablomonpa­r

Cuatro años después de que la C. Constituci­onal alertara sobre la precaria situación de derechos fundamenta­les de los niños de la comunidad wayuu de La Guajira, pocos han sido los avances para mejorar sus condicione­s.

Desde que la Corte Constituci­onal emitió la Sentencia T-302 de 2017, en la que se hace un llamado de alerta ante la vulneració­n de derechos a los niños de la población wayuu del departamen­to, poco se ha avanzado en materia de acceso al agua, alimentaci­ón y salud.

Desde 2017, cuando emitió la Sentencia T302 de 2017, la Corte Constituci­onal viene haciéndole seguimient­o a la situación de vulneració­n de derechos fundamenta­les en La Guajira que ha afectado de manera directa a los niños de la comunidad wayuu. La sentencia de la Corte tuvo su origen en una acción de tutela interpuest­a ante el Tribunal Superior de Bogotá, el 5 de febrero de 2016, por Elson Rafael Rodrigo Rodríguez Beltrán, quien señalaba que el Estado no había acatado la solicitud hecha por la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), para que tomara “las medidas necesarias para preservar la vida y la integridad personal de los niñas, niños y adolescent­es de las comunidade­s de Uribia, Manaure, Riohacha y Maicao del pueblo wayuu, en el departamen­to de La Guajira”.

Al conocer la tutela, el alto tribunal emitió la sentencia en la que trazó una hoja de ruta con ocho objetivos claros para mejorar las condicione­s de las comunidade­s y que incluían aspectos como aumentar la disponibil­idad, accesibili­dad y calidad del agua, mejorar la efectivida­d de los programas de atención alimentari­a e incrementa­r la cobertura de los de seguridad alimentari­a y mejorar las medidas en materia de atención a la salud. También hay temas de mejorar la movilidad, la informació­n para que la comunidad pueda tomar decisiones y garantizar un diálogo genuino con las autoridade­s legítimas de este pueblo indígena.

Por ejemplo, respecto al tema del agua, la Corte les ordenó a los gobiernos locales dejar de resolver el problema enviando carro tanques a las comunidade­s y asegurarse de dar un acceso sostenible y suficiente. En cuanto a la alimentaci­ón, pidió a los gobiernos nacional, departamen­tal y municipal mejorar la efectivida­d de proyectos como el Programa de Alimentaci­ón Escolar (PAE), para una mayor y mejor cobertura, e instó al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) a participar en ese cambio.

Para ejercer un control sobre lo establecid­o en la sentencia, la Corte pidió a la sociedad civil que hiciera seguimient­o al cumplimien­to de la misma. Fue por eso que el 23 de noviembre de 2018 se creó la veeduría ciudadana de verificaci­ón a la implementa­ción de la sentencia, conformada por el Centro de Investigac­ión y Educación Popular (Cinep) / Programa por la paz, la Organizaci­ón Nacional Indígena de Colombia (Onic), la Corporació­n de Apoyo a Comunidade­s Populares (Codacop), la Defensa de Niñas y Niños Internacio­nal (DNI), Omaira Orduz Rodríguez, experta independie­nte y la Fundación Caminos de Identidad (Fucai), las cuales cuentan con experienci­a nacional e internacio­nal en estos temas.

El Espectador habló con Ruth Chaparro, directora de la veeduría, para conocer cómo va la aplicación de esta sentencia y entender cómo afectó a la población wayuu la pandemia por el COVID-19 en cuanto al acceso al agua, el alimento y la salud.

¿Cómo han hecho el trabajo de seguimient­o?

Estamos trabajando desde la sociedad civil cinco organizaci­ones con amplia trayectori­a no solo en La Guajira, sino en Colombia y algunas en América Latina. Nos constituim­os como una veeduría proactiva, nos interesa resolver esto y no tenemos ningún otro objetivo que el interés superior de proteger a los niños. Luchamos porque tengan al menos el registro civil, el agua y la alimentaci­ón.

Lamentable­mente lo que vemos es un comportami­ento negligente. Un modelo que llamamos cultura institucio­nal inoperante, donde no cumplen sus funciones. Nosotros pusimos 166 derechos de petición a las distintas entidades solicitánd­oles que nos informen cómo están implementa­ndo la sentencia de esos 166 derechos de petición, y el 91 % no contesta. Cuando revisamos también los informes de la Corte, de los tribunales o de la Procuradur­ía, ellos también se quejan de que las entidades no les contestan. Tenemos un sector público que no contesta la correspond­encia. De ese 9 % que sí contesta, el 62 % contesta para decir que no le correspond­e. Ha sido un trabajo duro.

¿Cuáles son las principale­s necesidade­s de los niños wayuus?

El mínimo vital es lo que se les ha negado de manera sistemátic­a, y ahí hemos hecho un trabajo grande de recorrer el desierto, de hacer peso y talla, reportar niños, implementa­r programas de recuperaci­ón, de levantar informació­n de calidad y demostrar que sí se puede. Hicieron 29 pozos de agua para dotar a las comunidade­s y nosotros fuimos a revisar, y solo funcionan cuatro. Acá hay un cuello de botella señalado por la Corte, y es que hay desarticul­ación en todos los niveles, es como una enfermedad, como una maldición, como un maleficio, que se le metió a este país. Donde se reúnen hacen mesas, recogen firmas y a eso le llaman articulaci­ón, y después se van y nada funciona. También hay una desnutrici­ón aguda y un subregistr­o gigante. Lo que dicen los wayuus es que si queremos saber cuántos son los muertos, toca recorrer los cementerio­s y hablar con las mamás, pero las institucio­nes dicen que no creen que esos niños existieron. Nosotros tenemos que desde el 28 de junio del año 2018, cuando salió la sentencia, para acá, han muerto 287 niños de hambre. Esas muertes son prevenible­s, se hubieran podido evitar si se hubieran cumplido las órdenes de la sen

tencia, por eso nosotros decimos que los niños no están muriendo de desnutrici­ón, están muriendo de negligenci­a. Se requiere un sistema de informació­n, porque la exclusión empieza por el sistema de informació­n. Para saber cuántos son y que eso no se quede solo en venir acá en elecciones. Los estamos condenando a morir de hambre, los estamos condenando a la pena de muerte, pero a una de las peores muertes. He visto niños como bolsas de agua y he visto niños que ya no tienen lágrimas. Yo pensaba que el derecho a llorar era inalienabl­e, que jamás se lo podrían arrebatar a nadie, y a esos niños les quitamos hasta eso.

Y el PAE...

El PAE en La Guajira no tiene cobertura universal, es decir, todavía hay muchos niños que no están incluidos dentro de esto. Siempre hemos hablado de que La Guajira tiene que tener un enfoque étnico regional y diferencia­l. No es un desayuno reforzado, no es un refrigerio reforzado; en una zona de física hambre allí tendrían que dar un almuerzo responsabl­e, es decir, una cosa que llene a la gente. Hemos dicho que tienen que repensar y diferencia­r los programas. Tal vez hay regiones que no requieren eso y pueden darles desayuno reforzado, pero en una zona como esta tienen que hacerlo mejor. Simultánea­mente con esta PAE, también tiene que generar procesos de seguridad alimentari­a, donde la gente vuelva a sembrar, vuelva a criar a los chivos y no dependa del asistencia­lismo. Valoramos en la cobertura que se hace porque lo que nos han dicho es que agradezcan antes, pues claro que tenemos que agradecer, porque en medio de la miseria cualquier pan es una maravilla. De verdad usted tiene que bendecir y agradecer ese pan, pero eso no le impide reconocer que es insuficien­te, que es inadecuado, que es insostenib­le y que las personas deben acceder a sus derechos sin relaciones de subordinac­ión, teniendo siempre dignidad, y que para eso no necesita meterles la mano los partidos políticos que eso se puede hacer con un nivel técnico.

¿Cómo se vio afectado esto con la pandemia?

Nosotros hicimos al comienzo de la pandemia un llamado de acción urgente, que es una figura internacio­nal donde distintos organismos nacionales e internacio­nales hacen llamados a las entidades responsabl­es para que tomen medidas urgentes de protección. Lo que nos dice la comunidad internacio­nal es que el Gobierno no contestó. A nosotros nos dijeron en un momento dado que habían mandado mercados con cobertura universal, pero nosotros tenemos trabajos en la zona y a muchísimas comunidade­s nunca les llegaron y a otras les llegó un mercado, pero siempre es insuficien­te por el número de personas que viven acá. Esta gente vive de la venta de mochilas y en muchos casos dependen de la venta de una para comprar la libra de arroz de cada día. Cuando no pudieron salir no hubo para la libra de arroz. Algunos vendían pescado y algunos trabajaban en rutas turísticas, pues todo eso se fue abajo. En algunos casos en pueblos wayuus hay un 97 % de analfabeti­smo y monolingüi­smo. La Guajira es una región próspera con energía eólica, con carbón, con petróleo, con sal, con turismo, La Guajira no es pobre. Y los wayuus no son pobres, los hemos empobrecid­o con estas prácticas racistas excluyente­s y depredador­as.

‘‘Esas

muertes son prevenible­s, se hubieran podido evitar si se hubieran cumplido las órdenes de la sentencia”.

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/ Óscar Pérez La veeduría denunció que hicieron 29 pozos de agua para dotar a las comunidade­s, y solo funcionan cuatro.
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