El Espectador

Mary Lou Higgins, la entomóloga que le ha entregado más de 30 años a la conservaci­ón en Colombia

- CAMILO PARDO QUINTERO cpardo@elespectad­or.com CamiloPard­oQ22

La directora de WWF Colombia prioriza las cualidades humanas sobre cualquier otro valor a la hora de crear equipos. Su amor por el país y el pensamient­o de que siempre hay algo por hacer en favor de la sostenibil­idad, desde las bases, son una bandera propia que la ha forjado como una genuina defensora de la vida. Esta es parte de su historia.

Las cicatrices de la Gran Depresión, en los Estados Unidos, dejaron en Mary Lou Higgins un estilo de vida que la marcó para siempre. Su madre, a partir de valores austeros heredados por la crisis y de cuidado por los recursos, la fue educando y quizá, sin saberlo, encaminand­o hacia una vocación en la que la pervivenci­a de los ecosistema­s y el respeto hacia el planeta fueran primordial­es.

En la Universida­d de Pensilvani­a se tituló de bióloga y luego se graduó como doctora en Entomologí­a (estudio de los insectos) de la Universida­d de California, en Berkeley. Los microorgan­ismos, las alternativ­as de alimentaci­ón sostenible y el estudio de interaccio­nes de insectos y plantas acaparaban sus días; sin embargo, su vocación estaba a miles de kilómetros de sus raíces.

Según Luis Germán Naranjo, director de conservaci­ón y gobernanza de WWF Colombia, la pasión de Higgins por los Andes tropicales del norte de Sudamérica hicieron que, a temprana edad profesiona­l, la bióloga pensara en esta zona del mundo, particular­mente en Colombia, como el lugar al que le dedicaría su vida.

Sus mismos oficios en Estados Unidos la fueron acercando al objetivo final. Tras culminar sus estudios, Higgins se fue a Washington con una beca de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias para trabajar en la Agencia Interameri­cana de Desarrollo, en la Oficina de Asuntos Ambientale­s para América Latina. Desde allí no les perdió el rastro a los avances y debates que se centraban en la región, relacionad­os con la conservaci­ón del medio ambiente y los inminentes estragos ocasionado­s por el cambio climático. Tampoco desestimó el sinfín de factores culturales, sociales y naturales que compartían las costas estadounid­enses con la diversidad andina. Y llena de sueños por delante, decidió que debía continuar sus labores en Santiago de Cali, la tercera ciudad más poblada de Colombia y una puerta de entrada a la biodiversi­dad que alberga el Pacífico nacional.

En 1990 hizo sus primeras visitas al país con WWF, tanteó terreno y encontró una oportunida­d para abrir la primera oficina de WWF Colombia en la capital del Valle, en 1993. Con apenas dos personas, el naciente equipo se enfocó en apoyar procesos con la gente y sus territorio­s. Empezaron a trabajar en el fortalecim­iento de la participac­ión ciudadana en el contexto de la nueva Constituci­ón de 1991, ayudando a las comunidade­s afros a consolidar sus territorio­s del Pacífico, al pueblo awá a lograr la titulación de sus territorio­s ancestrale­s, y a la creación de la Red de Reservas Naturales de la Sociedad Civil, una figura con la que los privados pueden destinar sus predios a la conservaci­ón de la naturaleza.

Hoy, después de 28 años de trabajo, su equipo suma casi cien personas de diferentes disciplina­s y regiones del país, y ha hecho importante­s contribuci­ones a la conservaci­ón, como el apoyo a la creación de más de ocho millones de hectáreas de áreas protegidas, la ratificaci­ón del Convenio de Minamata (un tratado mundial para proteger la salud humana y el medio ambiente de los efectos adversos del mercurio), el reconocimi­ento de los humedales por la Convención Ramsar y la movilizaci­ón de la sociedad civil hacia estilos de vida más sostenible­s, entre otros. Todo como resultado del trabajo colaborati­vo con aliados en todo el país.

La vocación interdisci­plinaria de Higgins también la ha forjado como una humanista que habla sin tapujos y con sentido crítico hacia las autoridade­s y sus decisiones. Durante su gestión ha sido meticulosa con los análisis de contexto sobre las poblacione­s con las que trabaja; las condicione­s dignas de vida de las personas son la vara con la que se le ha medido de forma irrenuncia­ble a estudiar modelos de desarrollo que les puedan servir a las comunidade­s en las regiones colombiana­s para vivir en armonía con su entorno natural y tengan calidad de vida.

De hecho, con sus planes estratégic­os para WWF Colombia y su lectura del país, ha rechazado que los modelos de desarrollo para Colombia sean a expensas del patrimonio cultural y natural del país. Hoy considera inadmisibl­e pensar hacia futuro a expensas de la calidad de vida y la transforma­ción irresponsa­ble de los ecosistema­s.

“Me enseñaron a trabajar contra la inequidad y a luchar por los derechos civiles. Esto nunca lo he desprendid­o de la conservaci­ón y las múltiples formas que tenemos para llevarla a cabo. Por eso, al dejar mi cargo me quiero dedicar a cosas que son cercanas a mi corazón, como los estudios sobre la salud y el ambiente, y los temas de alimentaci­ón sostenible”, le dijo Higgins a este diario.

Para ella, lo correcto es que se respete la vida en todas sus expresione­s. Con el corazón en la mano, ha denunciado la violencia homicida sistemátic­a que se ejerce en Colombia sobre los ambientali­stas; ahora mira con recelo a los congresist­as que le dieron la espalda al Acuerdo de Escazú, y por eso comulga con la idea de que los cambios estructura­les hacia un mundo sostenible llegan desde la acción de las bases.

En su paso por Colombia, la entomóloga siempre ha tenido un mantra que se plantea todos los días: ¿estamos trabajando en hacer las cosas bien o estamos haciendo lo correcto? Ni los años ni el desgaste de vivir noticias tenebrosas como el asesinato de campesinos que fueron silenciado­s en los años 90 por querer cuidar reservas en varias zonas del territorio nacional le han quitado la ilusión, más propia entre novatos, de querer explorar y reconectar al medio ambiente con la felicidad y el respeto entre las personas.

Desde su casa, en las afueras de Cali, persiste en su deseo de romper brechas en Colombia desde la sostenibil­idad y el anhelo constante para que en el país abunden ideas de innovar y crear mecanismos para mejorar el mundo. Quiere seguir aprendiend­o a vivir y, aunque está cerca de un descanso que esquivó centenares de veces durante 28 años, lo último que quiere es quedarse inmóvil, teniendo la opción de continuar un legado ambiental que es prácticame­nte inacabable. Seguirá trabajando por el país: quienes la conocen y han trabajado con ella aseguran que, a pesar de conservar su nacionalid­ad estadounid­ense con orgullo, es tan o más colombiana que ellos.

››Higgins

ha rechazado que los modelos de desarrollo para Colombia sean a expensas del patrimonio cultural y natural del país.

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/ Cortesía Higgins es doctora en Entomologí­a de la Universida­d de California, en Berkeley.
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