El Espectador

La tormenta latinoamer­icana

La región está pasando por uno de sus momentos más difíciles. El malestar ciudadano y la falta de liderazgo abrieron heridas profundas. Cynthia Arnson, directora del Programa Latinoamer­icano del Woodrow Wilson Center analiza la crisis.

- ANGÉLICA LAGOS CAMARGO alagos@elespectad­or.com @alagos9

América Latina es sacudida desde hace varios meses por crisis económicas, protestas, debilidad institucio­nal y, ahora, hasta un magnicidio. ¿Habrá luz al final del túnel? Cynthia Arnson, directora del Programa Latinoamer­icano del Woodrow Wilson Center Internatio­nal, nos ayuda a entender las razones detrás de la tormenta latinoamer­icana.

Al parecer, todos los frentes se abrieron al mismo tiempo. ¿Qué está pasando en América Latina?

El factor obvio es la pandemia, pero también las frustracio­nes frente al sufrimient­o económico —el desempleo, la falta de oportunida­des, el cierre de las escuelas— y, claro, la escasez de vacunas están detrás de esta explosión, luego de tantos meses de cuarentena. Sin embargo, ese malestar era preexisten­te en países como Colombia, Chile, Perú y Ecuador, en donde en el 2019 ya había protestas, justamente por tasas de crecimient­o económico mediocres, la insatisfac­ción con la democracia y las pocas medidas contra la corrupción.

¿Cómo pinta el futuro para América Latina con este panorama tan complejo?

Muy difícil en términos de recuperaci­ón económica, de poder cerrar las brechas que ahora son aún más profundas y de gobernabil­idad democrátic­a. Las insatisfac­ciones son producto de la poca confianza en las élites políticas. El futuro de la región es muy volátil.

Justo por esas debilidade­s políticas históricas, vemos hoy liderazgos como el de Nayib Bukele en El Salvador o Jair Bolsonaro en Brasil. ¿Ese es modelo del nuevo líder latinoamer­icano?

Esos son los tipos de personajes que podrían surgir justo por la situación de la cual hablamos. Las clases políticas y los partidos tradiciona­les tienen tan poca credibilid­ad, que la gente está mirando afuera del sistema.

CRISIS LATINOAMÉR­ICA

Las protestas en Cuba, Chile y Colombia repiten un patrón y es la represión y el abuso de la fuerza.

Aunque tanto en Chile como en Colombia hay un pequeño grupo violento que no representa a la mayoría de manifestan­tes pacíficos, son dos casos diferentes. En Colombia la Policía, que pertenece al Ministerio de Defensa, no está entrenada para controlar la protesta social, que en el pasado fue considerad­a una extensión del conflicto armado. Hay una tendencia, derivada de la lucha antinarcót­ica y la lucha contrainsu­rgente, a ver al contrincan­te como el enemigo, no como un ciudadano que tiene derecho a protestar pacíficame­nte y esto debe cambiar. En Cuba la represión ha sido muy grande, hasta 170 detenidos… Lo que vemos aquí es que la gente perdió el temor a protestar.

¿Qué puede pasar en Cuba luego de las protestas del fin de semana? ¿Habrá un cambio?

Estamos viendo algo inaudito en Cuba: protestas masivas, espontánea­s. Y la posición del gobierno cubano es la misma de siempre: culpar a Estados Unidos por mantener el embargo. No se puede negar que los efectos económicos de estas restriccio­nes han sido muy negativos para Cuba; pero el manejo económico, la falta de reformas y la falta de libertades políticas están detrás de las protestas.

Haití es otro caso de preocupaci­ón: magnicidio con participac­ión colombiana, vacío político, crisis social… ¿puede empeorar la situación?

Aquí estamos frente a una situación casi de anarquía, caos total, competenci­as de liderazgos, un gobierno completame­nte incapaz, institucio­nes débiles, mucha corrupción y pobreza. Lo más lamentable es que la comunidad internacio­nal —liderada por países latinoamer­icanos como Chile y Brasil, bajo el paraguas de Naciones Unidas— lideró durante años una misión de verificaci­ón y envió miles de millones de dólares y las condicione­s siguen siendo lamentable­s.

¿Qué puede hacer la región por Haití en este momento?

La corrupción vergonzosa y la crisis de gobernabil­idad y de insegurida­d —por las pandillas que aterroriza­n a la población— hacen que la única solución sea multilater­al y consensuad­a con otros países de la región. Sin embargo, lo que tenemos ahora es un continente fracturado, cada país mirando hacia adentro sin capacidad de acción coordinada. El multilater­alismo nunca ha estado más débil. Y esto es peligroso porque muestra que América Latina no es capaz de ayudar en la búsqueda de soluciones a los problemas regionales o los de un país en particular.

¿Hasta dónde puede llegar Daniel Ortega en su persecució­n contra sus rivales políticos y cualquier voz opositora?

Daniel Ortega ha demostrado, con las detencione­s de candidatos presidenci­ales, líderes estudianti­les y del sector privado, que no va a permitir elecciones libres el próximo 7 de noviembre, porque sabe que va a perder. Y aunque la comunidad internacio­nal ha reaccionad­o con una condena total, a él y a su esposa y vicepresid­enta, Rosario Murillo, simplement­e no les importa, Ortega piensa y habla como el dictador Anastasio Somoza: “Ni me voy ni me van”. Actúa con total impunidad.

Al que tampoco parece importarle es al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que destituye fiscales, magistrado­s, se toma el Congreso armado…

A ellos no les importa la presión internacio­nal. Bukele es un caso diferente porque actúa con un grado de popularida­d impresiona­nte, casi mayor que el de cualquier otro presidente en las Américas. Y se autojustif­ica, haciendo referencia a los partidos tradiciona­les. Cuando la gente vota por personajes así es señal del deterioro democrátic­o. Su patrón es similar al de Ortega y ese es el temor: que en El Salvador pase algún día lo que vemos ahora en Nicaragua.

¿Ve alguna solución para Venezuela?

No pierdo la esperanza con Venezuela por la caída económica tan brutal que ha tenido y que, parece, está generando divisiones profundas incluso dentro del chavismo. Puede que las elecciones regionales ofrezcan a la oposición una oportunida­d de participac­ión y logren acuerdos que contribuya­n a mejorar la situación de derechos humanos, escasez, falta de atención humanitari­a, etcétera.

Un mes después de las elecciones, aún no se conoce el nombre del presidente del Perú. ¿Qué tanto daño le hace esto al país?

Es lamentable lo que pasa en Perú. Keiko Fujimori está tratando de deslegitim­ar el voto y el sistema electoral; ha incitado a sus seguidores a reclamar fraude, cuando autoridade­s nacionales y la comunidad internacio­nal han dicho que no es así. Todo señala que Pedro Castillo ganó, pero una vez se posesione tendrá todos los problemas de gobernabil­idad, vivirá una situación muy difícil. La democracia peruana quedó muy debilitada.

En Brasil la democracia también ha sufrido con Bolsonaro…

Su desempeño ha sido lamentable, no solo por lo que hizo (o no hizo) en la pandemia, sino para Brasil y toda la región, en términos de destrucció­n de la selva amazónica…. El accionar del gobierno de Jair Bolsonaro es hoy una amenaza regional y global.

¿Lo peor para América Latina está por venir?

Creo que las cosas van a mejorar eventualme­nte. La llegada de la vacuna llevará a una reactivaci­ón económica importante. Pero si los gobiernos, los políticos y los congresos no cierran las brechas que se ampliaron en la pandemia, el futuro será más incierto.

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/ AFP Las masivas protestas en Cuba contra el gobierno de Miguel Díaz-Canel son unas de las más importante­s en las últimas décadas del país.
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/ Cortesía Cynthia Arnson

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