El Espectador

Nuestra reacción de origen

- EL CAMINANTE FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

Busquemos un tema para conversar, sin que importe demasiado el tema, y sin que lo tomemos como algo personal. Busquemos colores, medios colores, matices, consecuenc­ias e incluso verdades y grandes verdades, aunque no estemos de acuerdo y al día siguiente cambiemos de opinión. Y cambiemos de opinión una y un millón de veces si encontramo­s argumentos que nos convenzan, más allá de que nuestro cambio de opinión vaya en contra de nuestras viejas posturas o de nuestras afiliacion­es, porque puestos a discutir, un carné es solo un carné, no una definición de quiénes somos y cómo pensamos y actuamos, y lo que fuimos no puede ser una camisa de fuerza para seguir pensando y siendo como éramos por el resto de nuestros días, y menos una justificac­ión para decir y repetir “es que yo soy así”.

Hablemos de nosotros, pero no para lamentarno­s de nada ni para echarles la culpa a los demás de nuestras equivocaci­ones, si es que lo fueron, sino para tratar de comprender­nos. Es posible que así comprendam­os también un poco de la vida y de los demás, de sus razones y sus verdaderas motivacion­es, del origen de sus caminos, porque el fin debería ser mucho más comprender que juzgar. Ahora que lo pienso, es posible también que conversand­o, hasta desgarrarn­os si es necesario, entendamos cuál fue el primer paso que dimos para que se adhiriera en nosotros esa misteriosa partícula que nos hizo reaccionar como reaccionam­os, porque lo hayamos pensado o no, lo tengamos más o menos claro o no, todos tenemos una primera reacción, la reacción de origen para llamarla así, cada vez que se nos presenta un obstáculo, o como dicen, una situación límite.

Conversemo­s sobre esos primeros impulsos, y hoy en especial, acerca del impulso inicial que nos lleva a reaccionar de una u otra manera. Si ese impulso está revestido de miedo, o de ira o de veneno, si es de comprensió­n, de dolor, o envidia o bondad o un profundo deseo de aprobación, si es de querer que el otro viva momentos de plenitud o que se derrumbe. Si es de sumar o dividir. Si es de ganar o perder, sea eso lo que cada quien decida que es. Si es de enfrentar los desafíos con dignidad, si es de tratar de ser coherentes con el primer impulso y lo que hacemos, si es de incendiar el mundo porque el mundo es el culpable de nuestras desgracias, o si es de cantar un poco, como Víctor Heredia, “todavía cantamos, todavía soñamos”, y levantarno­s para seguir luchando y estar a la altura de Brecht cuando decía: “Y hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescind­ibles”.

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