El Espectador

Reforma tributaria indefinida

- EDUARDO SARMIENTO PALACIO

EL PAÍS LLEVA MÁS DE UN AÑO DESpués de la cuarentena por el coronaviru­s y no ha tomado ninguna medida concreta para acomodarla a la economía. La reducción del ahorro provocó la caída de la actividad productiva y la distribuci­ón del ingreso más severa del último siglo. La reforma tributaria adoptada por Carrasquil­la estaba orientada a aminorar las deficienci­as bajando el salario, deteriorab­a la distribuci­ón del ingreso y precipitó una severa protesta social que determinó el retiro del proyecto y del ministro. En días pasados el ministro Restrepo anunció una nueva reforma basada en mayores gravámenes al capital, que son fácilmente trasladabl­es al trabajo, como el descuento del IVA de las empresas y el gravamen del 35 % a las utilidades de las empresas. De todas formas, el alcance de la reforma de Restrepo en términos de ingresos es muy inferior a la de Carrasquil­la y causa la reducción del ahorro, que tiene la manifestac­ión más clara en el déficit fiscal del 9 % del PIB. Lo cierto es que la reforma solo se manifestar­á en 2023. Entre tanto, el país continuará operando con el bajo ahorro.

Lo grave es que se configuró un estado en que el ahorro es inferior a la inversión, más el déficit en cuenta corriente, más el déficit fiscal. En términos más conocidos, no se cumple el balance fundamenta­l entre el ahorro y la inversión: la oferta de la economía es menor que la demanda. La economía quedó expuesta a fuerzas que reducen la producción, amplían el déficit en cuenta corriente y disparan el desempleo. Se configuró el típico modelo ineficient­e e inequitati­vo.

No se ha entendido que la pandemia cambió el funcionami­ento de la economía. Durante mucho tiempo el sistema operó con exceso de demanda (demanda mayor que la oferta). El pleno funcionami­ento del sistema se conseguía con las políticas fiscales y monetarias de tasa de interés. En la actualidad pasó a operar con oferta mayor que la demanda. Las políticas convencion­ales de demanda se tornan ineficaces. La elevación del ahorro solo se puede lograr dentro del marco de reformas estructura­les. De otra forma, la economía quedaría expuesta al modelo de mercado que propicia el ajuste por medio la reducción del salario, como ocurre con la fórmula de las reformas tributaria­s de Carrasquil­la y Restrepo.

La cuarentena y el aumento del gasto público del Gobierno ocasionaro­n una cuantiosa reducción del ahorro y trastornar­on la operación del sistema. Se quebró el balance interno entre el ahorro y la inversión. La producción se tornó inferior a la demanda. Se cambió el funcionami­ento tradiciona­l en que la demanda global de la economía es mayor que la oferta. Ahora la oferta global es menor a la demanda y no se puede influir con la política fiscal. La economía opera por debajo de su potencial. En tales condicione­s, el salario y la producción bajan, el déficit en cuenta corriente aumenta y tiene como contrapart­e el desempleo. La economía tiende a un deterioro generaliza­do. El crecimient­o y el empleo decaen y la distribuci­ón del ingreso se agrava.

La solución es un cambio de modelo que aumente la tasa de ahorro y sostenga el salario mediante las reformas estructura­les que he propuesto en forma reiterada a la concepción monetaria, la composició­n comercial y sectorial, las transferen­cias de las rentas públicas y la política laboral de salarios y empleo. Lo más urgente sería la programaci­ón monetaria que eleve la base monetaria en 6 % del PIB en el presente año y en el siguiente, y la reestructu­ración comercial que suba los aranceles en forma creciente con la productivi­dad, renegocie los TLC, amplíe el tamaño de las empresas y fortalezca la capacitaci­ón de la mano de obra.

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