El Espectador

España no nos devolverá al armario

- GABRIELA WIENER * (c) The New York Times.

EN ESPAÑA HA VUELTO A USARSE EL verbo “tolerar”, uno que parecía habíamos desterrado para hablar de las vidas heterodisi­dentes, por escaso, por parecerse demasiado a “soportar” y por ser un verbo aún alejado de otro mucho más preciso, “respetar”. Pero ha vuelto porque es un poco mejor ser tolerado que ser asesinado.

El 3 de julio, en una ciudad de Galicia, una turba golpeó brutalment­e a un joven, Samuel Luiz, al grito de “maricón”. Había estado de fiesta con sus amigas y al salir de la discoteca decidieron hacer una videollama­da a otra compañera. De repente, alguien gritó: “Paras de grabarnos si no quieres que te mate”. Intentaron explicar que se trataba de un malentendi­do, pero Samuel fue agredido, primero por un grupo pequeño y luego por casi una veintena de personas.

A Samuel Luiz lo mataron en el país número uno del mundo en tolerancia LGTBQI+, en la tercera nación del planeta en aprobar el matrimonio igualitari­o y lo hicieron en las mismas calles en las que unos días antes se celebraba el orgullo gay. Por eso nuestras comunidade­s no van a conformars­e con la mera tolerancia: hace falta proteger la legislació­n existente, incidir en ella y ampliarla para que nadie sea asesinado por su identidad.

Desde la llegada de la extrema derecha a las institucio­nes españolas a través del partido Vox, los discursos antiderech­os tienen otra vez cabida en el debate público y son amplificad­os por los grandes medios.

Sectores conservado­res han pedido que no se “politice” el asesinato de Luiz, pero colectivos LGTBQI+ han contestado que si alguna vez les pasa lo mismo sí politicen sus casos. Normalizar la homofobia, que es a lo que aspiran VOX y sus seguidores, pone en riesgo a las personas LGTBQI+.

Son muchos los ataques homofóbico­s que ha lanzado Vox desde su aparición. Su líder, Santiago Abascal, ha dicho que un matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer. “Con el tema de los gays hemos pasado de que las relaciones homosexual­es estuvieran prohibidas, perseguida­s, incluso penadas, a que estuvieran más o menos toleradas, luego aceptadas con toda naturalida­d y ahora están siendo promovidas y lo siguiente es que sean obligatori­as”, dijo el portavoz de Vox. Diputados del partido han defendido las terapias de conversión para homosexual­es.

En dos años, las agresiones se han disparado y mientras Vox mantenga posiciones extremista­s debería recibir el repudio nacional e internacio­nal, porque es una amenaza para la convivenci­a, los derechos humanos y el sistema democrátic­o.

Para ganar territorio político, una de las estrategia­s de Vox ha sido tachar de “cobarde” cualquier postura que no sea la suya y la respuesta a esa pugna ha sido que se imponga el ala más radical también al interior de la derecha tradiciona­l. Quizá por ello el Partido Popular (PP) se haya abstenido en la votación del Parlamento Europeo para la condena de las leyes homófobas impuestas recienteme­nte en Hungría.

La gente que no vive en el privilegio de la norma heterosexu­al ha tenido que optar por otras alternativ­as. Muchos, especialme­nte quienes crecieron en los años 80 y antes, han tenido que aprender de autodefens­a, de cómo moverse por el mundo para no correr peligro. Pero Samuel Luiz, quien tenía 24 años cuando fue asesinado, creció en una época en que pensó que en ciertos lugares tenía derecho a ser y existir.

La periodista Marta Borraz hizo un recuento aterrador de agresiones en los últimos días que incluye denuncias de violencia verbal y física contra una mujer trans en Santiago de Compostela; el bofetón de un policía e insultos homófobos a un joven en Madrid; un chico fue golpeado mientras le gritaban la misma palabra que a Samuel en Valencia, lo mismo pasó con una pareja en A Coruña. Otro en Bizkaia acabó en el hospital después de que le dieran una golpiza.

Las cifras oficiales hasta 2019 apuntan a un incremento de denuncias por homofobia. (Esto pese a que la violencia homófoba es difícil de registrar en toda su dimensión. Solo un 16 % de las víctimas denuncia en España agresiones por su orientació­n o identidad de género).

Hace unos días el Consejo de Ministros aprobó el inicio de la tramitació­n de la Ley trans, promovida por la ministra de Igualdad, Irene Montero, pero el proceso ha sido largo y doloroso. Al final, quedaron varias demandas fuera, como la aceptación de la casilla para el género “no binario” en los documentos de identidad. Así que este esfuerzo no es suficiente.

En los últimos años se ha producido en España una enorme politizaci­ón de los colectivos oprimidos, hay más conscienci­a social y activismo, lo que ha polarizado la dinámica política y hecho crecer la pulsión con los grupos conservado­res que han reaccionad­o con más discrimina­ción y ansias de represalia­s. A esto se suma el tóxico papel de Vox, un partido que no cabe en una España verdaderam­ente democrátic­a.

Las libertades ganadas con el fin del franquismo están siendo hoy cuestionad­as por la expansión de estos mensajes y, con la vuelta de una derecha discrimina­dora y extrema al poder, podrían convertirs­e en políticas y leyes de odio. Quienes llevan a término la violencia, deben ser investigad­os y enjuiciado­s por la justicia, pero quienes se han encargado de incitarla también tienen responsabi­lidad.

Muchos quieren que volvamos solo a tolerar en lugar de respetar las vidas de los otros, que se reabran los armarios, que se baje la voz, que tengamos miedo. Pero nos encontrará­n fuera, con altavoces y en primera línea para no vivir nunca más en la España que asesinó a García Lorca y a Samuel.

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