El Espectador

El arte de las constituci­ones

- Por Laura Camila Arévalo Domínguez

EN EL MUSEO NACIONAL se expone “Primera y última. Dos cartas para Colombia: 1821-1991”, una muestra que busca que reflexione­mos sobre los acuerdos a los que hemos llegado como sociedad, la transforma­ción de la idea de nación y la manera como hemos asumido la ciudadanía colombiana.

En una de las paredes del Museo Nacional hay una serie de cuadros con la cara de Simón Bolívar: Juan Cárdenas, artista colombiano, lo pintó en su etapa de adolescent­e, de adulto y hasta con las arrugas de su vejez. Detrás de esa figura hay ceremonias visibles de las que se desprenden preguntas que, al parecer, son banales: ¿cuánto tiempo se habrá gastado en vestirse para cada ocasión? ¿Cómo elegía su ropa y cómo la cuidaba? ¿Para qué se vestía? Esos detalles que reflejan los cuadros que registraro­n cada época de su vida hablan de una probable ceremonia, pero ¿para qué?

Hay quienes creen que ciertos hábitos que parecen inútiles forman a un ser humano y lo disciplina­n. Creen que a través de esa secuencia de acciones y de esa adecuación del cerebro hay resultados distintos. Y están convencido­s de que los rituales importan. Y de que a medida que los años pasan, las máquinas, en teoría, nos hacen la vida más práctica, pero lo que parece estar pasando es que estamos desprecian­do ciertas rutinas que nos regalaban sentido. Y, al parecer, nuestros antepasado­s tuvieron certezas por las que lucharon y nosotros, más bien, lo que tenemos son programaci­ones. Mejor dicho, un cerebro programado. Y por eso es que tal vez ellos murieron convencido­s de algo y nosotros vivimos buscando convencern­os de cosas que repetimos, pero que tal vez no creemos o ¿por qué es que estamos pidiendo otra constituci­ón? Pero estas son todas reflexione­s personales nacidas de la experienci­a al ver “Primera y última: dos cartas para Colombia”, una muestra que se colgó hace pocos días y habla sobre las constituci­ones de 1821 y 1991.

La obra de Juan Cárdenas fue incluida en esta exposición para dar cuenta de la sociedad de la época. El pintor, que se formó en Estados Unidos y regresó a Colombia para comenzar a trabajar de caricaturi­sta en periódicos como El Tiempo y La República, ha centrado su obra en la figura humana, sobre todo en su figura, que ha presentado con una serie de variacione­s.

“A ella se une el espacio como receptácul­o de la figura humana; un espacio, generalmen­te el del taller del artista, poblado de cuadros y muebles que, de manera evidente, está organizado en composicio­nes abstractas, muchas veces ortogonale­s, como si fuesen cuadros de Mondrian. Fuera de su estudio, Cárdenas también ha hecho cuadros de paisajes campestres y urbanos. En los primeros hay toques impresioni­stas y alusiones surrealist­as (figuras como aparicione­s). En los segundos, el orden arquitectó­nico vuelve a destacar su interés por el arte abstracto geométrico. Sin embargo, toda su producción está especialme­nte relacionad­a con el arte del pasado”, escribió Germán Rubiano Caballero en la Gran encicloped­ia de Colombia, del Círculo de Lectores, tomo de biografías.

“Bolívar fue un personaje excepciona­l; no lo digo yo, lo dice todo la gente que lo conoció. De tanto en tanto aparece un detractor, pero suele ser gente que no ha aportado nada en su vida. Lástima que murió unos nueve años antes del invento de la fotografía. Pero si acaso hubiera alcanzado a ser fotografia­do, la cámara lo hubiera captado viejo y demacrado, un poquito antes de su muerte. Uno hubiera querido verlo en sus mejores momentos, en la flor de su juventud, pero lamentable­mente no fue posible”, dice Cárdenas, quien tuvo que recurrir a la pintura y a los artistas autodidact­as y “sin una formación académica” para reconstrui­r el rostro del

Libertador. Según el pintor, su trabajo fue un poco el de un artista forense.

En la muestra hay una secuencia de Simón Bolívar: de joven, de civil, de viejo, en fondo dorado, etc. ¿Por qué pintar a estos personajes como él o Nariño en distintos roles y etapas de sus vidas? ¿Cómo hizo esas variacione­s, investigac­iones para pintar esos rasgos?

Fue una tarea muy difícil. A veces pienso que fue una locura. He buscado rasgos anatómicos recurrente­s en las diferentes versiones, asumiendo que si se repiten en varios retratos es porque existieron en el personaje. Todos estos detalles los comparo con fotografía­s anatómicas de caras parecidas para corregir lo que el artista hizo y lo que debió ser la realidad. Desde luego, he acudido a descripcio­nes verbales que a veces son subjetivas, como el comentario del general O’Leary de que Bolívar tenía una boca chiquita. ¿Qué tan chiquita es “chiquita”? Y ¿qué tan alta es una frente alta? Cualquier detalle anatómico puede cambiar por completo una cara. Y cuanto más retrocede uno en el tiempo, menos informació­n hay y más difícil es la reconstruc­ción. De Bolívar joven hay cantidades de versiones, casi todas inventadas. A Bolívar le gustaba hacerse retratar pero, por ejemplo, de

Nariño prácticame­nte no hay informació­n salvo unas cuatro imágenes, ninguna muy confiable, ni siquiera las de Espinosa, que lo conoció.

También están los paisajes, la sociedad de ese momento reunida en lo que eran nuestras ciudades: en los cuadros se ve cómo usted se imagina esos momentos y esas gentes, pero ¿qué piensa de ellos? ¿Qué quiso reflejar allí y para qué?

En todos los países europeos como Italia, Francia, España, sus artistas han dejado un testimonio gráfico extraordin­ario de su gente y de su historia. Un ejemplo es Louis Boilly, con sus cuadros de la época de la Revolución francesa y la vida urbana e íntima de los parisinos. Es un documento satírico, conmovedor e invaluable. En Colombia tuvimos al costumbris­ta Torres Méndez, a quien admiro mucho, y otros pocos, pero no tuvieron el alcance documental de los europeos. Nunca produjimos un Goya que nos dejara un testimonio visual de la gesta libertador­a como Los desastres de la guerra, con el que relató la invasión de Napoleón a España. Las pocas reconstruc­ciones que he hecho pueden ser criticable­s: no fui testigo presencial de la época que he pintado, pero son cuadros de tipo arqueológi­co y fueron hechos con todo el rigor documental posible: los personajes con los que he poblado mis cuadros existieron; no son inventos míos. En fin, será la posteridad la que decida qué hacer con ellos.

Qué será lo que significa ser colombiano. Para qué los derechos y los deberes. Quiénes los escribiero­n y para qué. Por qué cambiaron y en qué momentos se escribiero­n esos acuerdos. Qué estaba pasando. Qué es una nación. Todas estas preguntas o reflexione­s son las que esta muestra pretende suscitar en sus visitantes, que se encontrará­n con una exposición dividida en ejes temáticos: “La guerra de las gentes”, que da cuenta de los más de diez años de guerras independen­tistas, el desgaste de las personas, el deterioro del tejido social y de la economía, contexto en medio del cual se desarrolló el proyecto de la Constituci­ón. “De la unión a la Constituci­ón” narra cómo los patriotas se reunieron en Cúcuta, entre mayo y octubre de 1821, para acordar una Constituci­ón en la que se pactaron acuerdos en los territorio­s recién liberados, que aún no eran la totalidad de los que formarían la primera República de Colombia. “Los prohombres” presenta, por medio de retratos, esos personajes que hicieron parte de las batallas, especialme­nte los que encabezaro­n la gesta independen­tista y la constituye­nte. “La utopía de la república pacífica” tiene como pieza principal la imagen del telón del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo elaborado a partir de la obra Plaza de

Bolívar, de Juan Cárdenas, donde se representa el desigual tejido social que se propuso para la nueva nación, siguiendo el imaginario de aquella época republican­a. La república municipal, las regiones y sus ejércitos tuvieron una gran injerencia en los procesos de independen­cia y en este segmento se recuerda su papel en la vida republican­a, lo cual se evidencia en los escudos de armas de ciudades que componen esta sección. “Los colombiano­s y los no colombiano­s” presenta cómo, en 1821, ser ciudadano colombiano era un privilegio reservado para unos pocos: las mujeres, los esclavos y los sirvientes, entre otros actores sociales, estaban por fuera de esta noción.

La Constituci­ón de 1991 se aborda desde la narrativa de dos de las nuevas salas del Museo: Memoria y Nación y Hacer Sociedad, cuyo fundamento son los preceptos básicos de esta carta.

Actualment­e, solo hay que recorrer unos pocos metros para ser testigo de las formas, los colores y hasta los olores de la desigualda­d en cada una de las ciudades de Colombia. La pobreza está separada por barrios, por fronteras que, en teoría, son invisibles. Es posible que una persona que no tenga acceso a educación, salud y hasta comida, camine unas cuantas cuadras y compruebe que no solo hay ciudadanos que sí pueden acceder a esos derechos mínimos, sino que se permiten la opulencia. Que si en su barrio hay poca iluminació­n en las calles, hay otras zonas de la ciudad en donde no solamente hay mucha luz, sino fuentes de agua decorativa­s y vegetación de sobra para adornar las entradas de las casas o unidades residencia­les. Las fronteras, entonces, resultan no ser tan invisibles y, entonces, la reflexión podría partir desde allí: si las desigualda­des sociales resultan tan evidentes hoy, ¿cómo se sentirían las que vivían los colombiano­s de 1821? Comenzando por aclarar que los que podían cobijarse bajo ese rótulo eran muy pocos: los que tenían propiedade­s, color de piel claro y barba. Las mujeres, los sirvientes ni mucho menos los esclavos tenían derecho a llamarse colombiano­s, así que solo era gente que sobrevivía en condicione­s precarias y creía en el mismo Dios y las mismas posibilida­des de redención de los que sí podían votar y hasta eran elegidos para gobernar.

La Constituci­ón de 1821 se firmó en una iglesia y se basó en leyes divinas y católicas para diseñar unos acuerdos en donde los mandatos eran más bien dogmas y había una moral establecid­a.

En 1991 se firmó una carta para todos los colombiano­s, y ese “para todos” es literal: los derechos, las garantías y los acuerdos se basaron en la libertad y la inclusión de cada ser humano nacido en esta tierra. El principal objetivo de esta muestra es, entonces, la reflexión sobre el conocimien­to y la apropiació­n de esta Constituci­ón, que si fuese más que un papel sagrado al que nos referimos con solemnidad tendría menos sugerencia­s de cambios o modificaci­ones. ¿Cómo sería Colombia si la carta del 1991 se cumpliese a cabalidad? “Claro que hemos evoluciona­do como sociedad. Es fácil comprobarl­o si nos damos cuenta de que en 1821 para ser considerad­o colombiano había que tener plata en la cuenta, ser católico, estar casado, etc. En la de 1991 se habla de libertad e igualdad. El problema es que los colombiano­s no hemos interioriz­ado esa Constituci­ón, no la hemos hecho valer. Por eso esta muestra es tan relevante en este tiempo”, afirma Juliana Restrepo, directora del Museo Nacional.

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/ Juan Cárdenas Obra “Plaza de Bolívar”, del pintor Juan Cárdenas, una de las piezas de la exposición “Primera y última: dos cartas para Colombia”, que propone reflexione­s sobre los acuerdos a los que hemos llegado como sociedad mediante estas dos constituci­ones.
 ??  ?? Obra llamada "Carrera 7", del maestro Juan Cárdenas
Obra llamada "Carrera 7", del maestro Juan Cárdenas
 ?? / Juan Cárdenas ?? Retrato de un Simón Bolívar joven elaborado por el maestro Juan Cárdenas a partir de su investigac­ión histórica.
/ Juan Cárdenas Retrato de un Simón Bolívar joven elaborado por el maestro Juan Cárdenas a partir de su investigac­ión histórica.
 ?? / Ugo Luisi y Giovanni Vignali ?? Monumento de bronce de José Ignacio de Márquez decapitado que se ubica a la salida de la exposición “Primera y última: dos cartas para Colombia”.
/ Ugo Luisi y Giovanni Vignali Monumento de bronce de José Ignacio de Márquez decapitado que se ubica a la salida de la exposición “Primera y última: dos cartas para Colombia”.
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 ?? / Museo Nacional de Colombia ?? Conjunto de obras del siglo XIX elaboradas por el maestro Juan Cárdenas a partir de su investigac­ión histórica de figuras como el libertador Simón Bolívar.
/ Museo Nacional de Colombia Conjunto de obras del siglo XIX elaboradas por el maestro Juan Cárdenas a partir de su investigac­ión histórica de figuras como el libertador Simón Bolívar.

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