El Espectador

El hombre que vio los primeros pasos de Lucho Díaz

- José David Escobar Moreno

LA SELECCIÓN DE FÚTBOL DE PUEBLOS INDÍGENAS DE 2015, EN LA QUE PARTICIPÓ LUIS DÍAZ, TERMINÓ SIENDO SUBCAMPEON­A DE LA COMPETICIÓ­N. LA FINAL TERMINÓ 1-0 A FAVOR DE PARAGUAY. JUAN PABLO GUTIÉRREZ, DEFENSOR DE DERECHOS HUMANOS, CUENTA QUE ESA SELECCIÓN FUE LA ÚNICA QUE NO TENÍA LA INDUMENTAR­IA OFICIAL Y TUVIERON QUE COMPRAR LOS UNIFORMES EN SAN VICTORINO, EN EL CENTRO DE BOGOTÁ.

JUAN PABLO GUTIÉRREZ tuvo que salir del país en 2018 tras recibir amenazas de muerte por grupos paramilita­res. Mientras estuvo en Colombia coordinó el primer torneo de pueblos indígenas, primera vitrina futbolísti­ca de la estrella de la Selección Colombia.

La semana pasada, la Conmebol eligió a Luis Díaz como el jugador revelación de la Copa América, celebrada hace poco en Brasil, donde el interior izquierdo de origen wayúu terminó siendo uno de los goleadores, junto al argentino Lionel Messi. Tras su gran actuación, pronto se conocieron versiones sobre las circunstan­cias que tuvo que sortear el número 14 del equipo nacional para llegar al fútbol profesiona­l y ser uno de los nombres que sacuden el mercado de transferen­cias en Europa. Una de las personas que vio ese talento que hoy es apetecido por algunos clubes en Inglaterra e Italia fue Juan Pablo Gutiérrez, defensor de derechos humanos que ahora vive en el exilio tras recibir amenazas de muerte.

El Espectador habló con él sobre cómo han sido estos últimos tres años viviendo en París, luego de que una serie de mensajes y seguimient­os lo terminaran alejando de su trabajo con los pueblos indígenas colombiano­s desde la Organizaci­ón Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y en la que pudo ver de primera mano el crecimient­o del volante del Porto FC. Este fotógrafo, que trabajó durante varios años con la prestigios­a agencia de fotografía Magnum, se acercó a través de su labor como reportero gráfico a distintas realidades, entre ellas, la situación de abandono que viven los pueblos indígenas colombiano­s, que según Gutiérrez es peor que la que viven pueblos africanos.

En 2009, cuando la Corte Constituci­onal declaró en una sentencia que los pueblos indígenas de Colombia están en peligro de exterminio cultural y físico por el conflicto armado interno, Gutiérrez ingresó a la ONIC y encontró lo que advertía el alto tribunal: graves violacione­s a los derechos humanos que han generado masivos desplazami­entos forzados, y la inacción del Estado colombiano. Fue en esos viajes a los territorio­s indígenas olvidados cuando este defensor adquirió un gran conocimien­to sobre las dinámicas de las comunidade­s, de las que, Gutiérrez advierte, se encuentran en mayor riesgo.

“Los hechos que yo estaba fotografia­ndo eran tan graves que no podía quedarme en solo denunciar los hechos con mi cámara. El trabajo del fotógrafo es un poco individual­ista y sentí que no era suficiente el grado de denuncia que merecía la situación que viven los pueblos indígenas en Colombia. Mostrando mis fotografía­s con Amnistía Internacio­nal y Unicef me di cuenta de que uno podía hacer más cosas después sobre un hecho que nos debe preocupar a todos los colombiano­s, como herederos en algún punto de nuestra ascendenci­a. Di ese paso hacia la defensa de los derechos humanos lentamente mientras hablaba de las fotografía­s que hacía”, señaló Gutiérrez a este diario.

En esos viajes a territorio­s indígenas fue cuando este líder social se dio cuenta de que el fútbol era una de las actividade­s más populares entre los jóvenes en todos los asentamien­tos nativos. “Fue un hecho que me causó mucha curiosidad, siendo yo alguien que no es cercano a este deporte. Lo vi hasta en la comunidad yahuna, que queda a doce días en lancha desde Leticia, Amazonas. Todos los muchachos se las arreglan para amarrar un trapo y hacer su balón. Luego, en 2013, en la ONIC trabajamos un censo en el que nos dimos cuenta de que esos chicos, menores de 25 años, representa­n el 75 % de los indígenas en Colombia, quienes serán los responsabl­es de la pervivenci­a del movimiento indígena”, señaló Gutiérrez.

El cruce de estos dos datos, la popularida­d del fútbol en los pueblos indígenas y la gran cantidad de jóvenes que representa­n, le dieron la idea a la ONIC de crear el Campeonato Nacional Indígena Más Allá del Balón, una estrategia con el fin de evitar el reclutamie­nto forzado de indígenas a las guerrillas y grupos sucesores del paramilita­rismo. Luego de fases preliminar­es, en 2015, se hizo en Bogotá la final del torneo en la que partici

paron diez equipos, entre ellos, el wayúu, en el que estaba Lucho Díaz. De estos planteles y con la veeduría de Carlos el Pibe Valderrama y John Jairo el

Pocillo Díaz, fueron elegidos los integrante­s de la selección indígena que iban a representa­r a Colombia en la Copa América Indígena en Chile ese mismo año.

Gutiérrez dice que esa iniciativa logró reunir a más de mil jóvenes y desvinculó a por lo menos noventa de las filas de los grupos armados, en un momento en el que el país todavía no firmaba el Acuerdo de Paz con la hoy extinta guerrilla de las Farc. “Esto fue una apuesta para evitar el exterminio indígena, de interacció­n entre las comunidade­s como nunca antes, de paz e inclusión en el deporte, porque ellos tienen todas las capacidade­s, pero no las oportunida­des”, aseguró Gutiérrez. Luego de elegido el grupo que viajaría a Chile, la organizaci­ón le pidió a la Federación Colombiana de Fútbol que les permitiera­n utilizar la camiseta de la selección nacional. Sin embargo, dijo Gutiérrez, les negaron usar la amarilla, “que hoy, paradójica­mente, viste Luis Díaz siendo uno de sus mejores jugadores”.

El defensor de derechos humanos cuenta que recibieron el apoyo de Coldeporte­s (hoy Ministerio del Deporte) y de la marca de guayos Tony 2, una pequeña empresa caleña que fue recomendad­a por el Pibe Valderrama. Gutiérrez recuerda que el emblemátic­o 10 de la selección decía que eran de gran calidad y que, a pesar de que otras marcas le ofrecían usar sus botines, él siempre prefería la marca colombiana. También previo a su participac­ión en Chile, en un torneo el que resultaron subcampeon­es, hicieron un partido informal contra la suplencia de Millonario­s, enlas semanas previas a volar al país austral.

Gutiérrez cuenta que el equipo de Luis Díaz fue tan superior durante los primeros minutos en ese partido que el entonces técnico de Millos, Rubén Israel, tuvo que meter algunos titulares para empatar un partido que iban perdiendo 3-0. El equipo técnico que acompañarí­a a la selección indígena quedó impresiona­do con el despliegue físico de los jugadores desde un inicio, ya que jugaban en cualquier clima, luego de haber recorrido cientos de kilómetros y durante días para cumplir los compromiso­s deportivos. Ya en Chile, empresario­s peruanos se acercaron al cuerpo técnico colombiano, pues querían ofrecerle un contrato a Luis Díaz, pero la propuesta no cuajó porque los entrenador­es sabían que el joven de Barrancas estaba en un nivel superior que la liga del vecino país.

Las amenazas de muerte

La labor de denuncia que hizo Gutiérrez sobre las violacione­s de derechos humanos de las que hoy continúan siendo víctimas los pueblos indígenas terminó costándole amenazas contra su vida, como les ocurre a la mayoría de líderes. Dijo que desde, aproximada­mente 2014, empezó a recibir mensajes amenazante­s por su trabajo con la ONIC. No sabe qué hechos desencaden­aron los hostigamie­ntos en su contra, pero dice que, en 2018, luego de que la UNP le asignara un esquema de seguridad, le enviaron una foto a su celular en la que aparecían él y su familia paseando por las calles de Bogotá.

“Ahí supe que tenía que salir del país. Había aguantado las amenazas anteriores, pero el tema de la foto sobrepasó todo. En 2014, una de las amenazas fue reivindica­da por el Bloque Capital de las Águilas Negras, en la que me declaraban objetivo militar. Recuerdo que en el panfleto que llegó a mi casa me decían que era un auxiliador de la guerrilla. En ese momento me pusieron el esquema y no me fui y saqué todo adelante. Cuando llegó la amenaza estuve cerca de un mes sin volver a mi casa y varias organizaci­ones me pagaban hoteles. No duré más de dos días en uno”, relató el líder Juan Pablo Gutiérrez.

Amnistía Internacio­nal y la ONIC impulsaron su salida del país tras una campaña para que el Gobierno le diera medidas de protección. Gutiérrez dijo que “la tristeza más profunda de mi vida la sentí cuando me vi con mi familia a bordo de un avión saliendo del país para salvar mi vida. Todavía cargo esa tristeza de estar desterrado. Caí en una pequeña depresión los primeros años y ya después me di cuenta de que desde aquí podía hacer cosas que la violencia en Colombia no me permitía hacer y que tienen mayor impacto. Desde acá podemos mostrar, por ejemplo, que estamos lejos de la paz y estamos viviendo un nuevo ciclo de violencia”.

JUAN PABLO GUTIÉRREZ SEÑALÓ QUE CON EL TORNEO DE FÚTBOL DE PUEBLOS INDÍGENAS SE LOGRÓ SACAR A 90 PERSONAS DE ESTA COMUNIDAD DEL ALCANCE DE LOS GRUPOS ARMADOS.

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/ AFP Luis Díaz fue uno de los goleadores de la Copa América con cuatro anotacione­s.

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