El Espectador

Reflexión, campaña o ambas

- CECILIA LÓPEZ MONTAÑO cecilia@cecilialop­ez.com, www.cecilialop­ez.com

A LOS COLOMBIANO­S SE NOS HAN juntado dos realidades muy complejas de manejar simultánea­mente: una crisis inmensa y una campaña política. La primera demanda una reflexión profunda, diagnóstic­os adecuados y mucha honestidad intelectua­l, y la segunda es por definición la feria de las soluciones mágicas. La primera no puede ser un paquete de propuestas para temas puntuales que son ciertos, pero requieren mucho más. Nada menos que definir colectivam­ente cuál es la sociedad que queremos reconstrui­r. Por solo hablar del tipo de desarrollo económico, algo que no se ve aún es una crítica objetiva a los lineamient­os que dominaron la política pública en este tema en los últimos 30 años. Pero el debate es mucho más amplio.

La segunda, la campaña que domina totalmente el debate, no es de ideas sino de nombres. Comparto con Elisabeth Ungar que esto, lejos de ser una muestra de democracia, es precisamen­te todo lo contrario. Sin negar que hay nombres que tienen los méritos y posibilida­des, hay muchos que solo se explican por la desvaloriz­ación que sufre ese cargo público. Cuando los candidatos presentan ideas, estas están sueltas sin un contexto claro, pero debate cero; son 50 islas cada una por su lado, como si en semejante momento bastara con ponerle una frase a un nombre. Como no hay partidos políticos que tengan el reconocimi­ento de la población, la posibilida­d de entender lo que representa­n muchos de los aspirantes es muy difícil. Obviamente, hay excepcione­s como la de Gustavo Petro, pero aun las alianzas que despertaro­n interés ahora están divididas. Ante semejante panorama de esta campaña, surge la necesidad de darle prioridad a encontrar ese norte o las alternativ­as para construir esas grandes definicion­es que la sociedad colombiana debe lograr. Sin esto, ¿de qué campaña política estamos hablando?

¿Cómo encauzar ese diálogo que encuentre el derrotero que pueda responder a las inmensas demandas que existen para construir una sociedad distinta? ¿Cuáles son los actores legítimos para trabajar en ello? ¿Cómo se garantiza la participac­ión de esa juventud a quien le debemos respuestas inmediatas, pero también de largo plazo? Urge reconocer todas las aristas que tienen tanto la democracia como el desarrollo económico, la nueva institucio­nalidad y todas aquellas áreas fundamenta­les del nuevo norte. Es un trabajo intenso, consensuad­o y sobre todo con la suficiente generosida­d para lograr los cambios que esta crisis demanda.

Pero si se lograra ese diálogo amplio que solo las universida­des pueden incentivar y coordinar, la duda que surge es cómo nutrir el pobre debate que se observa en esta campaña. Convencer a los candidatos de que no basta con sus ideas sueltas, sino que se requiere debatir propuestas alternativ­as sobre la sociedad que debe resultar de la situación actual. Es un cambio drástico frente a la forma como se ha hecho política, pero no es imposible.

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