El Espectador

Apps COVID y control social

Informe de la Fundación Karisma analizó el uso que se les dio a Coronapp, Medellín Me Cuida, Valle Corona y Bogotá Cuidadora. Encontraro­n que estaban desconecta­das de las autoridade­s de salud, por lo que no fueron efectivas, y que algunas terminaron vigil

- MARÍA MÓNICA MONSALVE mmonsalve@elespectad­or.com @mariamonic­91

Informe de la Fundación Karisma analizó el uso que se le dio a Coronapp, Medellín Me Cuida, Valle Corona y Bogotá Cuidadora. Encontraro­n que estaban desconecta­das de las autoridade­s de salud, por lo que no fueron efectivas, y que algunas terminaron vigilando la vida de las personas.

La crisis del coronaviru­s tiene una caracterís­tica que otras pandemias, como la de la gripe española o la asiática, estaban lejos de conocer: surgió en un mundo digital. No fue sorpresa, entonces, que una gran mayoría de gobiernos, nacionales y locales, apostaran a crear aplicacion­es o páginas web para rastrear los contagios por COVID-19 y mitigar el impacto del virus. Pero el coronaviru­s también se dio en un mundo donde importa más que antes el derecho a la privacidad y a un buen manejo de nuestros datos, lo que hizo que el uso de estas aplicacion­es generara muchas preguntas de hasta dónde se estaban respetando nuestras libertades.

“Fácilmente podríamos terminar en una situación en la que, al empoderar al gobierno local, estatal o federal para que tome medidas en respuesta a esta pandemia, cambie fundamenta­lmente el alcance de los derechos civiles estadounid­enses”, advirtió Albert

Fox Cahn, director del Surveillan­ce Technology Oversight Project (Proyecto de Supervisió­n de Tecnología de Vigilancia), en abril de 2020.

Aunque las palabras de Fox hablaban del contexto de Estados Unidos, bien se podrían aplicar a Colombia. Durante 2020, el presidente Duque emitió dos declaracio­nes de estado de emergencia sanitaria buscando superar la crisis del COVID-19. Además, en un período de cuatro meses en el país no solo surgió Coronapp, una aplicación que tenía el fin de ayudar a detectar zonas y personas afectas por el COVID-19, sino otras plataforma­s locales como Medellín Me Cuida, Valle Corona y Bogotá Cuidadora. Y a pesar de que aún es muy pronto para conocer si cumplieron alguna función para reducir los casos, un informe realizado por la Fundación Karisma apunta a que más que un sistema de rastreo epidemioló­gico, se convirtier­on en una herramient­a de control social.

El documento, titulado “Useless and dangerous: a critical exploratio­n of covid apps and their human rights impacts in Colombia” (“Inútiles y peligrosas: una exploració­n crítica de las aplicacion­es de covid y sus impactos en los derechos humanos en Colombia”), examinó guías de las autoridade­s de salud, regulacion­es locales y nacionales emitidas durante la pandemia, requerimie­ntos legales, noticias en medios de comunicaci­ón, análisis técnicos sobre la seguridad digital de las aplicacion­es e informació­n que les pidieron a las autoridade­s para arrojar sus conclusion­es.

Una de estas, por ejemplo, es que las aplicacion­es fallaron en ser efectivas en su misión principal, que era hacer un rastreo epidemioló­gico. Según explica Juan Diego Castañeda, abogado y coordinado­r de investigac­ión de Karisma y uno de los tres autores del reporte, “nunca existió una conexión entre las autoridade­s de salud, las aplicacion­es tecnológic­as y los gobiernos locales”. De hecho, mucha de la informació­n que recolectó Coronapp nunca llegó a los municipios.

Pero lo que quizá más preocupa a los autores es que las plataforma­s cumplieron un rol a la hora de restringir derechos fundamenta­les y se centraron en el control del comportami­ento de las personas.

En el caso de Medellín Me Cuida, que se trata de una página web, el reporte explica que la versión para familias no solo pedía datos personales, reporte de síntomas y enfermedad­es base, sino informació­n de miembros que viven con uno y el número de contrato con Empresas Públicas de Medellín, “lo que permite georrefere­nciar la ubicación del hogar”. En su versión empresaria­l, montar la informació­n a la plataforma se convirtió en un requisito para que las personas que tenían que romper la cuarentena, por ciertas excepcione­s laborales, recibieran la autorizaci­ón del gobierno local. Y también se les exigió a las tiendas que revisaran a través de la plataforma si las personas que entraban al local estaban autorizada­s. “Con esto la administra­ción amplió las funcionali­dades de la aplicación y la convirtió en un pasaporte de movilidad, verificado­r de identidad, registro de clientes comerciale­s y asignador de permisos de funcionami­ento para empresas”.

Sumado a esto, dice el documento, el “gobierno local conectó Medellín Me Cuida a otra aplicación utilizada por la Policía para verificar los antecedent­es penales de los ciudadanos”. “En este punto ya estamos hablando de una plataforma que controla a la gente, lo que, además, resultó en violencia”, cuenta Castañeda. En la investigac­ión, por ejemplo, hablan de casos en que a las personas se les bloqueó la tarjeta para subirse al metro de Medellín cuando reportaban contagios o no eran parte de las excepcione­s para movilizars­e.

La Alcaldía de Medellín, sin embargo, explicó a El Espectador que se garantizar­on todos los derechos a la privacidad y seguridad. “Cuando se realiza el registro tanto de empresas como de ciudadanos, se exponen las políticas de uso de cada una de las plataforma­s y además solicita la aprobación del tratamient­o de datos, según el Decreto 1096 del 2018, el cual se expone igualmente para conocimien­to del público”. Afirman, además, que “los términos y condicione­s para cada uno de los módulos de Medellín me Cuida son bastante claros en cuanto al tratamient­o de los datos, el consumo de la informació­n y seguridad de esta, y en este sentido la Alcaldía de Medellín no ha obrado de manera diferente según esos acuerdos”.

La informació­n que han recolectad­o de los 2’315.231 de personas registrada­s en la plataforma, las 163.674 empresas, el 1’704.646 de empleados y 731 establecim­ientos educativos, les ha servido para generar alertas a las secretaría­s de Salud y EPS, así como crear cercos epidemioló­gicos para definir estrategia­s de mitigación y contención.

Ninguna tecnología es peligrosa por sí sola, sus riesgos vienen de cómo se usen y quiénes las regulen. En Colombia, cuenta Castañeda, hubo dos reglas del juego que cambiaron durante la pandemia, lo que debilitó la seguridad de nuestros datos. La primera fue la Circular 001 de la Superinten­dencia de Industria y Comercio, que autorizó a las empresas privadas, sobre todo a los operadores celulares, a compartir los datos de los clientes a las autoridade­s. La segunda fue el Decreto 458 de 2020, del Ministerio de Hacienda, que le permitió al DANE dar la informació­n que recolecta (que es confidenci­al) a las autoridade­s a cargo de controlar el COVID-19. “Una de las fallas es que dejó abierto o no especificó qué autoridade­s pueden acceder a esta informació­n, lo que consideram­os peligroso”, agrega el experto.

Lo curioso es que, a pesar de que las medidas también buscaban rastrear a las personas más vulnerable­s para que recibieran ayudas durante la pandemia, junto al papel de las aplicacion­es de rastreo, terminaron perjudicán­dolas. “Con Medellín Me Cuida, que exigía registrars­e en la plataforma para tener la autorizaci­ón para salir, quedó excluido el sector informal”, cuenta Castañeda. “Eso dio pie para mucha violencia policial contra vendedores ambulantes, por mencionar un caso”.

Preocupaci­ón mundial por los datos durante el COVID-19

La inquietud por la seguridad y privacidad de aplicacion­es que rastrean el coronaviru­s no se da solo en Colombia. La última actualizac­ión que hizo Top10VPN, una organizaci­ón enfocada en la privacidad digital, encontró que para marzo de 2021, de las 120 aplicacion­es que existían en el mundo, 19 no tenían políticas de privacidad.

En un estudio en el que analizaron 47 de estas aplicacion­es en 28 países también descubrier­on que 53 % no decían por cuánto tiempo almacenará­n los datos recolectad­os, 60 % no declaran públicamen­te que tienen medidas para el anonimato y 57 % contienen rastreo desde Google y Facebook.

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/ Óscar Pérez A nivel mundial, de las 120 apps que existen para rastrear coronaviru­s, 19 no tienen políticas de privacidad.
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