El azar en el arte
“Defectos especiales”, del artista Fernando Uhía, reflexiona sobre los colores y las materialidades en relación con el azar. La exposición está en la galería Nueveochenta.
Durante algunos años, y hace varios ya, el Museo de Arte Moderno de Bogotá funcionó en el edificio de Bavaria del centro de la ciudad. Por ese tiempo, rondando la década de 1970, Fernando Uhía tenía tres o cuatro años. Su padre coleccionaba arte y entre sus primeros recuerdos se posan imágenes de obras, pero más que las obras, recuerda los colores de estas, una fijación que hasta hoy le interpela: “El color no se puede explicar. Nadie sabe del todo qué es el color y nunca vamos a saber cuántos colores hay. La retina humana se supone que puede ver un millón de colores. Por ahora con el Photoshop podemos preparar diez mil”, dice Uhía, parado enfrente de una de sus cromaberraciones que se exponen en la galería Nueveochenta de Bogotá.
Aunque tiene esa fijación por los colores, Uhía se siente limitado por estos. Por lo que toma las pinturas y las mezcla en salseras.
Durante esta pandemia, en una pared de su taller, ha pegado paquetes de papas fritas, azúcar y chocolatinas. “No comía tantas cosas de esas, pero por estar encerrado empecé a... Me di cuenta de que esos paquetes son muy elaborados, muy sofisticados, es decir, atraer a las personas para comer eso necesita todo un andamiaje: el publicista, el diseñador, el psicólogo, a veces hay hasta gente que sabe de arte y de historia. Pero coger los paquetes y mostrarlos en una exposición creo que no tenía gracia”, entonces lo que hizo fue regresar los colores a un lugar más primario o primitivo -como él lo dice- que la fábrica: una galería de arte. Ya en este punto no le interesa cargar sus obras con temas de política o género.
El proyecto “Cromaberraciones Gourmet”, de la exposición “Defectos especiales”, es una propuesta que reflexiona sobre la publicidad y que utiliza los colores, las mezclas y los brillos de diferentes envolturas de comidas rápidas o procesadas para cuestionar la abrumación publicitaria contemporánea, con 15 franjas por tela que replantean las posibilidades del color, la armonía y la coexistencia de los mismos a lo largo no solo en la historia de las bellas artes, sino también del diseño.
Antes de trabajar cromaberraciones, Fernando Uhía dedicó alrededor de 20 años a la apropiación: fue uno de los artistas en introducir este concepto en Colombia. En palabras suyas, la apropiación tiene como precepto que de tanta información que hay en el mundo, no vale la pena agregar más, entonces se replantean las nociones de autoría, originalidad y las obras en sí. Es una práctica que además genera discusiones legales. Hasta 1999 Uhía trabajó Botero, Van Gogh, Mondrian, entre otros.
“La apropiación era una castración, un ligarse a pintar como Botero, por ejemplo. Había que estudiarlo y transformarse en esa persona. Requería una cantidad de estudio y poca libertad. Desde que descubrí estas cromaberraciones aprendí a ser más libre”.
La última apropiación que hizo fue de la Grandma Moses, una estadounidense nacida en 1860, que empezó a pintar a los 60 años y lo hizo hasta que murió, con 101 años. Fue una artista primitivista o naíf, tenía “la frescura de que no sabía utilizar los pinceles ni estaba cargada de la historia del arte”.
A finales de los noventa Uhía estuvo en San Francisco haciendo una maestría de artes plásticas. Vio de cerca varias obras del expresionismo abstracto norteamericano de los años cuarenta y cincuenta, y eso fue cambiando sus nociones de arte para siempre. Se interesó, por ejemplo, por Morris Louis y fue ciudad por ciudad, museo por museo, buscando las franjas de chorreados de los pocos Morris Louis que hay. Si le preguntaran por sus influencias, cualquiera diría que son ese artista o “Jackson Pollock y no. Son la Grandma Moses y las papas fritas”.
De la apropiación, Uhía conserva que para su arte se basa en algo exterior. Y de las cromaberraciones disfruta la tensión que la obra va generando con el azar, o viceversa.
Su trabajo con las cromaberraciones comenzó en 2013, cuando necesitaba preparar alguna obra para la Feria de Artbo. Sacó un catálogo de supermercado, de esos que acompañan los periódicos, e intentó pintarlo sobre tela, pero el resultado no lo convenció. Entonces borró y continuó sobre lo borrado: le salieron cuatro cromaberraciones que llevó a la feria. Y siguió haciéndolo y un año después ya tenía 18 con diferentes argumentos técnicos. Cada obra le abre camino a la siguiente: “Eso es lo malo, se va yendo la vida y uno no alcanza. Luis Caballero decía que los pintores solo tienen una idea en la vida y que hay algunos como Picasso que tienen dos o tres”.
Uhía trabaja con materiales de ferretería porque le permiten mayor imaginación y lo acercan aún más al azar: “Es como buscar errores a propósito para que uno pueda llegar a este tipo de cosas (dice, señalando las cromaberraciones) que parecen electrónicas. Llevo años buscándolas. Y uno está contaminado de historia del arte y una cantidad de compromisos. Y lo que uno cree que es arte, a veces es toda una narrativa que uno se inventó. He estado aprendiendo a utilizar el azar, que de todas maneras fue muy importante en Estados Unidos en los años cincuenta”, por ejemplo con John Cage, que usaba fuego: “un azar como con cierto control”.
Hoy en día pinta dos o tres veces a la semana, durante 12 horas seguidas o más. Y generalmente uno de esos días son los sábados, por la programación de la radio que lo acompaña.
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proyecto “Cromoberraciones Gourmet” reflexiona sobre las mezclas y los brillos de diferentes envolturas de comidas rápidas o procesadas para cuestionar la abrumación publicitaria contemporánea.
¿Cómo determina cuando el error no es un error y cuando no sirve?
No sé... Me guío más por el color que por lo que va saliendo. Hasta ahora me estoy fijando en estas marcas (de “Cromaberraciones Gourmet”).
El trabajo de Uhía arranca en la experimentación. Experimenta hasta ir dominando las formas y los colores que van surgiendo. Y es en la exposición de sus obras en donde finalmente reflexiona sobre dicha experimentación, no antes. “La cuadrícula ha estado presente en el arte occidental como desde 1870, uno ve pintura romántica que tiene ventanas. Las cuadrículas sirven para fingir que hay una metafísica, que hay un mundo que no es de caballos y de frutas, y todo eso, que es perfecto y que está más allá. La cuadrícula sirve para ser un organizador: esto son franjas, pero son cuadrículas, entonces hay una cosa muy fuerte de orden y otra muy laxa de defectos”.
La mezcla de los colores tiene cierto nivel de ficción. Y por ir tras esa experimentación es que Uhía trabaja, no por discursos desgastados sobre el arte. De hecho, Arthur Danto, un crítico de arte que fue su profesor en Estados Unidos, decía que “los contemporáneos de Leonardo da Vinci hubieran quedado boquiabiertos en un supermercado. Todo por lo que pelearon, toda la perspectiva, la óptica, el color, ya está en un paquete de cereales: todo el renacimiento”, “y sí -continúa Uhía-, el arte abstracto, el cubismo, todo ya está”.