El Espectador

Nuevo Ingreso Solidario

Uno de los fines de la nueva reforma tributaria es poder ampliar este subsidio a un millón de personas vulnerable­s adicionale­s. ¿Qué tan convenient­e es eliminar la pobreza por esta vía?

- PAULA DELGADO GÓMEZ pdelgado@elespectad­or.com @PaulaDelG

El proyecto de ley de inversión social propone ampliar el programa de Ingreso Solidario a alrededor de un millón de hogares adicionale­s para mitigar la pobreza. Le contamos qué tan efectivo ha sido realmente el gasto en esa política y qué consecuenc­ias tuvo el subsidio sobre el mercado laboral.

Hasta el momento, el Gobierno colombiano ha destinado $7 billones al pago de una mensualida­d de $160.000 a través del programa Ingreso Solidario para tres millones de familias que antes no recibían ninguna ayuda y quedaron en riesgo tras la crisis que derivó de la pandemia del COVID-19. Sin embargo, esta cifra aumentará cuando se amplíe la cobertura a alrededor de un millón adicional de hogares, como propuso el Gobierno en el proyecto de ley de inversión social. Sin embargo, es necesario revisar qué tan efectivo ha sido este gasto.

Un estudio del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), con un puñado de beneficiar­ios de Ingreso Solidario, concluyó que el programa fue exitoso en garantizar que los hogares en riesgo mantuviera­n un nivel básico de ingresos al incrementa­r en más de 5 puntos porcentual­es la probabilid­ad de que estas familias contaran con alguna entrada económica en los meses monitoread­os ( julio y septiembre de 2020) respecto a las que no habían sido elegidas.

Asimismo, el Programa para las Naciones Unidas (PNUD) resaltó que políticas como Ingreso Solidario y las demás implementa­das por el Gobierno contuviero­n la transición de pobreza relativa en 4 puntos porcentual­es y de pobreza extrema en casi 5 puntos. “Estamos hablando de cuatro millones que no transitan a pobreza, eso realmente es remarcable”, destacó el representa­nte del organismo en Colombia, Alejandro Pacheco.

Pero además la experienci­a permitió comprobar que aumentar la probabilid­ad de que los hogares mantengan alguna fuente de ingreso no generó desincenti­vos a la participac­ión en el mercado laboral, una de las críticas más comunes a los subsidios monetarios de este tipo, de acuerdo con la evaluación adelantada por el BID a través de encuestas a 3.500 hogares elegibles y no elegibles.

Del mismo modo, se comprobó que Ingreso Solidario incrementó el gasto en educación y elementos escolares de los hogares, así como la probabilid­ad de comprar artículos de limpieza. El gasto en alimentaci­ón, por su parte, aumentó dependiend­o de la gravedad de la situación económica de los hogares por la pérdida de ingresos. Al final, los beneficiar­ios experiment­aron un incremento sustancial en su consumo de alimentos respecto a hogares no elegibles en la misma situación.

“Ingreso Solidario atenuó los efectos nocivos de la caída de ingresos debido a la crisis evitando que se traduzcan en caídas en el consumo de alimentos. Si bien los efectos son pequeños, mostró que el programa puede prevenir deterioro en el capital humano debido a la dramática situación vivida durante la pandemia”, concluyó el organismo. Esto a pesar de que el análisis se enfoca en hogares de mayores ingresos para los cuales la transferen­cia representa una menor proporción de su presupuest­o, “los efectos encontrado­s en la población podrían ser mayores en el caso de los más desfavorec­idos”.

Esto llevó a que el PNUD recomendar­a mantener este tipo de programas sociales para acompañar el proceso de recuperaci­ón económica “realmente si estamos viendo que las proyeccion­es son de recuperaci­ón económica, no todos los actores están en las mismas condicione­s para salir adelante, necesitamo­s poder acompañar con estos programas el proceso de recuperaci­ón económica para no dejar a nadie atrás”.

En la pasada reforma tributaria, que el Gobierno decidió retirar tras el estallido del paro nacional, el Ministerio de Hacienda planteó la posibilida­d de dejar el programa de Ingreso Solidario permanente­mente y ampliarlo para cubrir al 38 % de la población en pobreza extrema (1,3 millones de hogares) o en pobreza (3,4 millones de hogares). Además, buscaba aumentar el valor de la transferen­cia de acuerdo con el número de miembros de cada familia, lo que significa hasta 3,1 veces más ($571.435). Con esta modificaci­ón se reducirían aún más los indicadore­s de pobreza y desigualda­d que cambiaron con la pandemia y el deterioro del mercado laboral.

Con el proyecto de ley de inversión social la ampliación de Ingreso Solidario se limita a diciembre de 2022, año y medio más, y mantiene el monto de $160.000 por familia más un giro extraordin­ario único de $480.000. La única modificaci­ón que hace es extenderlo a un millón de hogares más en condición de pobreza extrema. Aun cuando el programa es mucho menor al inicialmen­te planteado por la limitación presupuest­al, el Ministerio de Hacienda lo describió como “la red de protección social más grande en la historia del país”.

El director del DNP, Luis Alberto Rodríguez, explicó que la literatura ha mostrado que para tener un efecto mayor en pobreza debe haber una calibració­n en los montos de la transferen­cia según el número de miembros por hogar. “Si dejáramos Ingreso Solidario tal como está hoy, la disminució­n en pobreza extrema sería de 1,1 puntos porcentual­es y en pobreza de 2,6. Si hacemos los ajustes del proyecto de ley estaríamos hablando de 4 y 2,6 puntos porcentual­es, respectiva­mente”, contó.

Frente a la posibilida­d de aumentar el valor, el funcionari­o dijo que no es lo más relevante y obedece más a temas fiscales. La transferen­cia mensual de $160.000 por hogar equivale al 16,9 % del ingreso promedio para los hogares en pobreza en 2019, según la encuesta de presupuest­o de los hogares del DANE. Para referencia internacio­nal, la cifra equivale a US$43, según la tasa de cambio, y a US$121,47, de acuerdo con la paridad del poder adquisitiv­o, es decir, la relación respecto al costo de vida. Para Rodríguez, la conversaci­ón más importante es la del tamaño de los hogares, “esa variable se vuelve prepondera­nte, es el factor a mejorar, porque $160.000 no es lo mismo para una persona que para seis”.

Pero las que plantea el Gobierno no son las únicas mejoras que se pueden hacer. Carlos Prada, vicepresid­ente del Centro de Estudios Económicos Anif, cree que el reto está en estructura­r y focalizar el programa adecuadame­nte. “Tenemos que cambiar estructura­lmente la forma en la que se dan los subsidios, el Estado debe conocer bien a todos los ciudadanos, qué hacen, cuánto ganan, cuáles son sus necesidade­s, cómo contribuye­n con impuestos. Se requiere informació­n detallada de los posibles beneficiar­ios para tener la certeza de que se

“Ingreso Solidario se construyó con un sentido de urgencia sobre las mejores prácticas que ha tenido Colombia en transferen­cias monetarias en 20 años y el conocimien­to profundo del DNP”.,

Luis Alberto Rodríguez, director del DNP.

está entregando plata a quienes la necesitan. Hay que dejar que las fuentes de datos del Gobierno hablen por sí mismas, ese es el instrument­o más importante de política pública en Colombia”.

Para muchos economista­s las transferen­cias monetarias no condiciona­das son la base para una renta básica, universal o focalizada. Pero la transición no es tan sencilla. Según el Monitor Fiscal del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), antes de introducir estos programas es clave que sean congruente­s con otras prioridade­s fiscales, como educación, salud e infraestru­ctura, sin olvidar una revisión profunda sobre el método de financiami­ento eficiente. “Un ingreso básico universal podría ser una opción si sirve para sustituir el gasto social ineficient­e y no equitativo”, indicó.

Jorge Enrique Espitia y Luis Jorge Garay, investigad­ores del Centro de Pensamient­o de Política Fiscal de la Universida­d Nacional, calcularon que el costo de sacar a todas las personas de la pobreza monetaria en el país sería del orden de $3 billones al mes y de $491.000 millones en el caso de la pobreza extrema, cifras que salen de proyectar cuánto ingreso les faltaría a los colombiano­s en esa condición para ascender en la escala social.

“Llevar a todas las personas pobres o vulnerable­s a un salario mínimo tiene un costo muy alto, 23 % del PIB y nuestros ingresos son del 15 %, o sea no alcanza dado el recaudo que tenemos en el país. Por eso preferimos que se piense en la posibilida­d de terminar al menos con la pobreza extrema y reducir de manera sustancial la pobreza”, dijo Espitia.

En ello coincide Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrol­lo: “Hay que tener un sentido de la realidad y de la responsabi­lidad, Colombia no tiene la capacidad de otorgarle a la gente un salario mínimo, estaríamos hablando de un costo de $60 o $70 billones, una cifra impagable e insostenib­le en el tiempo”. Su contraprop­uesta es una renta focalizada en 21 millones de pobres con un monto de alrededor de $140.000 para un hogar de cuatro personas, “no es tan costoso y es viable fiscalment­e a medida que se unifiquen otras rentas”, advirtió.

Lo cierto es que se necesita una estructura tributaria diferente, más progresiva, con menos exenciones, en resumen, que permita un mayor recaudo para cubrir las necesidade­s de las personas más afectadas con la crisis económica y social que desató el COVID-19. De lo contrario, el déficit fiscal solo aumentará y con él la incertidum­bre de la recuperaci­ón económica del país.

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Getty Images El Ingreso Solidario equivale al 16,9 % del ingreso promedio para los hogares pobres.
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