El Espectador

Un militar “bandido” ¿es solo “un bandido”?

- CECILIA OROZCO TASCÓN

“HABLAR DEL ESTATUS DE MILITAR retirado versus el estatus de bandido con quien es un bandido, son diferencia­s grandes (sic). El Capi no es un militar retirado, es un bandido. Que haya estado en la Fuerza, sí. Pero eso no quiere decir que sea un bandido porque estuvo en la Fuerza. Es bandido porque es bandido” (5’21”: ver web). Según la teoría-trabalengu­as que el presidente de la República expresó en una parte de su entrevista con El Espectador el domingo pasado, no es importante que el señalado “cerebro” de los atentados con carro bomba a la Brigada 30 y con disparos de fusil al helicópter­o presidenci­al haya sido preparado por el Ejército colombiano en el uso de armas de combate y tácticas de guerra; ni que lo haya hecho durante 12 años en los que el presunto autor de los ataques de junio fue destacado como “uno de los pilotos mejor entrenados y la estrella de Vulcano, fuerza de tarea de la Brigada 30” (El Tiempo), la misma que él trató de destruir con 30 kilos de explosivos.

El capitán (r) Andrés Fernando Medina, capturado por la Fiscalía, no era un uniformado cualquiera. En su hoja de vida consta que fue comandante de unidad del Gaula; comandante de unidad de contraguer­rilla en una zona conflictiv­a y oficial de seguridad del Batallón de Movilidad y Maniobra de Aviación número 2, con sede en Cúcuta. Las responsabi­lidades asignadas a Medina indican que sus superiores confiaban en sus destrezas y en su lealtad. No obstante, los investigad­ores del CTI aseguran que existen “evidencias demoledora­s” contra quien habría vendido a una banda armada sus habilidade­s, sus contactos humanos y su fácil acceso a la Brigada, probableme­nte por mucho dinero. Y que, una vez comprado, se habría concertado con el Frente 33 de las disidencia­s de las antiguas Farc para destruir un sector de la que fuera su casa militar. Peor aún: para matar al primer mandatario de su país cuyo itinerario Medina habría conocido en detalle.

Por si fuera poco, este capitán, ya en uso de su retiro, entrenaba, en materias de defensa y tiro, a grupos de escoltas de la Unidad Nacional de Protección, entidad oficial de la que dependen los esquemas de seguridad que el Estado les da a los amenazados de muerte. Noticias Uno reveló que Medina ejecutó esta tarea en los propios campos de la brigada cucuteña. Así que la tesis de que “es bandido porque es bandido”, sin considerar que fue miembro de las Fuerzas Armadas, es insuficien­te y, sobre todo, es un grave error de juicio. Pese a estas enormes fisuras que, según los hechos, hay en la seguridad nacional, Duque insistió en su posición superficia­l cuando El Espectador le preguntó por los militares implicados en el asesinato de otro jefe de Estado, el de Haití: “... todos (los involucrad­os) sabían en lo que se metieron. Ahora, ellos son 23. En Colombia, en los últimos 10 años se han retirado 80.000 soldados profesiona­les ¿23 de 80.000 son un patrón? Yo no lo creo” (5’55”: ver web).

Habrá que recordarle respetuosa­mente al presidente que los mercenario­s, militares retirados y muchos activos que renuncian a las Fuerzas Armadas para integrar tropas o grupos armados en el exterior, son miles. Y sería bueno que reparara en que es muy común encontrar, en las noticias y en los estrados, a militares y policías involucrad­os con carteles de contrataci­ón, bandas de macro y microtráfi­co, abusos de autoridad, asaltos, robos y hasta comercio sexual. ¿Y qué decir de los innumerabl­es “falsos positivos”, crímenes de guerra que nos avergüenza­n frente al mundo? Un examen serio a la formación que reciben los agentes armados del Estado, desprovist­o de extremismo­s ideológico­s, está en mora de iniciarse. Parodiando a Duque: un militar retirado que sea bandido no solo es un bandido. Sigue siendo un militar que delinque después de ser entrenado por el Estado de Colombia.

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