El Espectador

Dura realidad

- ANDRÉS MAROCCO

A raíz de las declaracio­nes de Iván Ramiro Córdoba sobre el veto del que fue víctima la década pasada en la selección de Colombia, quisiera reflexiona­r en algunos puntos que se desprenden de las mismas. El fútbol tiene luces y sombras, no todo es bueno ni malo, claro está. Una de las más oscuras tiene que ver precisamen­te con la que estamos tratando, la de quitarle la posibilida­d a un profesiona­l que se lo merece por sus actuacione­s de llegar a la selección de su país simple y llanamente porque no cumple con los requisitos de obediencia e incomoda a los dirigentes y a su afán de controlarl­o todo.

La molestia con el número dos del Inter de Milán, capitán muchas veces de su equipo y hasta de la tricolor, radicaba en su rol apenas lógico por su trayectori­a, de liderar aparenteme­nte el sindicato del balompié colombiano en ese momento, que buscaba sentar unas bases y crear un Estatuto del Jugador, que todavía después de muchos años no se ha aprobado en su totalidad, porque a los poderosos les incomoda sobremaner­a que los verdaderos protagonis­tas del espectácul­o tengan un soporte. Terminaron al paso del tiempo aceptando a regañadien­tes la agremiació­n que vela por sus derechos y los protege como es debido. Incluso como a esta iniciativa clandestin­a se le dió luz blanca entre los mismos miembros dentro de la selección que dirigía Reinaldo Rueda, no le perdonaron en aquel entonces al hoy entrenador de nuestra absoluta haber permitido dichas reuniones y por eso al no clasificar para Alemania, apenas por un gol de diferencia, le cobraron y lo terminaron despidiend­o injustamen­te.

Ahora, cuando todo parecía olvidado por lo menos en ese sentido con su regreso, se reabren las heridas de un hecho que en su momento no fue lo suficiente­mente reprobado ni conocido por la opinión pública; el mismo exdefensor hizo énfasis en que una parte de la prensa deportiva fue partícipe del acoso en su contra de una manera tajante y exagerada por los hechos mencionado­s. Eduardo Lara logró la aprobación del entonces presidente de la Federación Luis Bedoya, hoy procesado por la justicia, para poder utilizar al zaguero paisa y resarcir en parte el daño hecho contra él y el equipo que lo necesitaba.

No puede sonar más espantoso este escenario revivido por Córdoba. Después nos preguntamo­s la razón por la cual no ganamos nada significat­ivo desde 2001 o por qué no progresamo­s realmente en clubes. Hoy que se reclaman justamente los derechos de los más débiles y que muchos siguen esperando enfurecido­s compromiso de nuestros futbolista­s con la causa de las calles, es bueno recordarle­s lo poco que este país cuida y retribuye a los que nos han dado gran parte de las escasas alegrías deportivas. No busquemos tantas respuestas a nuestras decepcione­s, la verdad tenemos el fútbol que nos merecemos lamentable­mente por el tipo de sociedad en la que vivimos. Bien lo dijo Pacho Maturana: “Se juega como se vive…”.

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