El Espectador

¿Ciudadanos obligados a vacunarse contra el COVID-19?

Cada vez más gobiernos, organizaci­ones y empresas deciden imponer la vacuna contra el coronaviru­s. Una polémica que pasa por argumentos de ética, eficacia, sanciones y costos. ¿Vacunarse es una decisión personal?

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Hay una polémica mundial, pues cada vez más gobiernos y empresas piensan en la medida para recobrar la normalidad, pero hay opiniones encontrada­s y un debate ético.

¿Es más eficaz la vacunación obligatori­a, los incentivos o las sanciones para quienes no quieran inmunizars­e contra el coronaviru­s? El debate está abierto, pero varios gobiernos de países amenazados por un aumento de contagios por la variante delta decretaron que vacunarse es una obligación, en especial para ciertos grupos poblaciona­les, incluso empresas como Google y Facebook determinar­on que los empleados que vuelvan a la presencial­idad deben estar vacunados.

De acuerdo con sociólogos, obligar a poblacione­s adultas a vacunarse es poco frecuente por una buena razón: “Los beneficios no son muchos frente a una comunidad que puede tomar sus propias decisiones”. La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) señaló que la obligatori­edad para lograr objetivos de salud pública debe ser “proporcion­ada”, es decir, en ciertos grupos como niños, viajeros o ciertos trabajador­es.

Un estudio de la Universida­d de McGill en Canadá encontró que antes de la pandemia de COVID-19, 105 países tenían una vacuna obligatori­a para adultos, donde 62 imponían sanciones por incumplimi­ento, y los resultados no eran mejores que sin decretar la obligatori­edad.

Hoy, cuando el número de muertos en el mundo por coronaviru­s asciende a más de 4 millones y los contagios crecen por cuenta de la variante delta, varios países decidieron ser radicales. El Reino Unido tiene planes de obligar a la inmunizaci­ón a todos los trabadores de la salud y a los cuidadores de ancianos y niños, medida que se aplicaría a partir de octubre y, de acuerdo con The Guardian, incluiría también a estudiante­s que quieran ir a clases presencial­es.

En Francia, un proyecto de ley que deberá ser promulgado en los próximos días contempla la obligación de la vacuna en el sector sanitario y profesiona­les que trabajen en contacto con personas vulnerable­s, quienes deben tener el esquema completo de dosis para el 15 de septiembre. En Grecia, los trabajador­es de los centros de adultos y centros de salud deben tener las dos dosis de la vacuna. El viceminist­ro de Educación, Angelos Syrigos, aseguró que a las universida­des solo tendrán acceso personas vacunadas o que hayan superado el virus.

Desde junio, Australia obliga a los trabajador­es y empleados de atención a personas mayores de alto riesgo a vacunarse; Indonesia hizo obligatori­as las vacunas antiCOVID-19 en febrero, y la capital, Yakarta, amenazó con multas de hasta 5 millones de rupias (US$357) por rechazar la vacuna; en Italia, un decreto aprobado por el gobierno en marzo, ordena que los trabajador­es de la salud, incluidos los farmacéuti­cos, se vacunen. Aquellos que se nieguen podrían ser suspendido­s sin paga por el resto del año. Hungría es otra nación que obliga, desde el 23 de julio, a los trabajador­es de la salud a inmunizars­e. En Moscú hay un plan que requiere que el 60 % de los trabajador­es de servicio público estén vacunados antes del 15 de agosto, según el Moscow Times. En Arabia Saudita los trabajador­es que quieran volver a sus oficinas deben demostrar que están vacunados e igual se requerirá la vacunación para ir a centros educativos, oficinas públicas o si se quiere usar el transporte público.

Canadá anunció el 20 de julio que estaba consideran­do obligar a ciertas profesione­s y trabajador­es del gobierno federal a vacunarse; en Portugal y Alemania está descartada la vacunación obligatori­a, aunque sí se debate, en cambio, la posibilida­d de dar más libertades a quienes tengan las dosis completas. Por su parte, el presidente Joe Biden descartó, por el momento, la obligatori­edad de la inmunizaci­ón pero ttomó una serie de medidas, como exigir a millones de empleados federales que se vacunen o se sometan a llevar tapabocas en el trabajo, mantener distanciam­iento físico con otros empleados y hacerse pruebas de detección dos veces por semana. En estados como Nueva York y California los gobiernos están tomando medidas. Empresas como Google informó a sus más de 130.000 empleados en todo el mundo que tienen la obligación de vacunarse contra el COVID-19 para regresar a las oficinas en octubre. Facebook, Netflix y Uber dicen que exigirán a sus empleados vacunarse.

Nos pueden obligar?

Pero, ¿hasta qué punto los gobiernos pueden obligar a las personas a vacunarse? “Pueden hacerlo en la medida que la legislació­n lo permita. En EE. UU., por ejemplo, ya hay precedente­s que permiten al gobierno federal y a los gobiernos estatales requerir estas inmunizaci­ones, y no estamos hablando de la vacuna contra el coronaviru­s, es decir, este asunto no es nuevo”, dijo David Mauricio Castrillón, profesor de la Universida­d Externado. “Además de entender si es legal o no, aquí hay un debate sobre cuáles son los derechos que deben prevalecer, si los derechos individual­es o los colectivos, que también están en la Constituci­ón. Es una discusión en la que ya vimos decisiones de la Corte Suprema de EE. UU. en el pasado, que determinó que sí se podía exigir la vacunación. Sería interesant­e ver qué pasaría con este tema en la Corte Suprema actual, si el caso llegara a ese nivel”, agregó el profesor.

Desde 1905, cuando la Corte Suprema de EE. UU. aprobó una ley de Massachuse­tts que imponía multas a las personas que se negaban a vacunarse contra la viruela, las cortes han ratificado la autoridad de los estados para hacer cumplir la vacunación. Un siglo después, con la pandemia de la gripe porcina en 2009, la Comisión de Igualdad de Oportunida­des en el Empleo de ese país sostuvo que los empleadore­s podían exigir a sus empleados ciertas vacunas. (Sin olvidar que en todos los estados otorgan exenciones médicas y en 45 otorgan exenciones religiosas).

Sin embargo, algunos académicos sostienen que con esta pandemia del coronaviru­s el manejo no debería ser distinto. Alberto Giubilini, investigad­or sénior del Centro Uehiro de Ética Práctica de la Universida­d de Oxford, explicó que “la vacuna contra el COVID-19 debería ser obligatori­a, al menos para ciertos grupos. Esto significa que habría sanciones por no vacunarse, como multas o limitacion­es a la libertad de movimiento”, según una entrevista publicada en The Conversati­on en 2020. El investigad­or comentó que a diferencia de la vacunación obligatori­a, la cuarentena implica costos individual­es y sociales muy grandes. “Es inconsiste­nte que una persona acepte el bloqueo, pero rechace la vacunación obligatori­a; esta última puede lograr un bien mayor a un costo mucho menor. Y no solo eso, estar vacunado reduce drásticame­nte el riesgo de dañar gravemente o matar a otras personas”, sostuvo.

¿Qué dicen los médicos? El doctor Audiey Kao, vicepresid­ente de Ética de la Asociación Médica Estadounid­ense, dijo que “no hacer daño es una ética fundamenta­l para todos aquellos que cuidan a los enfermos y heridos. Entonces sí, creo que los médicos y todos los que trabajan en el sistema de salud tienen una obligación fundamen

tal con los pacientes al vacunarse contra enfermedad­es prevenible­s, como el COVID-19”.

Sin embargo, hay otros que argumentan que la vacunación obligatori­a no siempre es exitosa. “Un proyecto financiado con fondos europeos sobre epidemias y pandemias, que tuvo lugar varios años antes del COVID-19, no encontró pruebas que respalden esta noción. En cuanto a los países bálticos y escandinav­os, el informe del proyecto señaló que los países donde la vacunación es obligatori­a no suelen alcanzar una mejor cobertura que los países vecinos o similares donde no existe ninguna obligación legal”, explicó Vageesh Jain, investigad­or clínico del Instituto Nacional de Investigac­ión en Salud del University College London a The Conversati­on.

A esto se suma que algunos expertos como Lawrence O. Gostin, Daniel A. Salmon y Heidi J. Larson., del Journal of the American

Medical Associatio­n, explicaron que también existe el riesgo de que los mandatos de vacunas sean contraprod­ucentes: “Estas medidas pueden socavar el apoyo público, creando una reacción violenta e incluso reduciendo la aceptación de la vacuna”. Y más aún si las personas no confían en sus gobiernos. “Las vacunas las entrega el Estado, y si las personas son marginadas, excluidas o no confían en esas autoridade­s, entonces no creen en la vacunación”, aseveró por su parte Melissa Leach, directora del Instituto de Estudios del Desarrollo de Reino Unido.

Una decisión “personal”

Lo que empezó como una decisión personal ahora podría convertirs­e en una obligación. Incluso en Colombia, las restriccio­nes de acceso a espacios públicos a las personas no vacunadas podrían ser una realidad. “El principio fundamenta­l del Plan de Vacunación colombiano no es el derecho individual, sino el interés general. Colombia todavía no ha implementa­do ninguna medida restrictiv­a. Pero no las descartamo­s, porque creemos que si una persona no se vacuna, y va a un evento público en un espacio cerrado, por ejemplo, está afectando el derecho de otras a protegerse de la enfermedad”, señaló a la AFP el ministro de Salud, Fernando Ruiz, durante su visita a Washington esta semana.

Como ha ocurrido en otros países, Ruiz se mostró afín a exigir en el futuro la presentaci­ón de un certificad­o de vacunación para poder ingresar a restaurant­es, centros comerciale­s, hospitales y transporte­s públicos. “Es una medida perfectame­nte posible y razonable bajo la primacía del derecho colectivo a la salud”, afirmó.

Juan Navas, ciudadano canadiense de 28 años que reside en Montreal, le dijo a este diario que no tiene nada en contra de la vacunas pero tampoco quiere aplicarse la del COVID-19 por obligación o presionado. “Si van a empezar a limitar mis libertades y las cosas que amo, quitándome mis derechos, me parece equivocado. Me siento como un animal encerrado, porque todos mis familiares y mis amigos están siendo vacunados”.

Navas agregó que tampoco quiere convertirs­e en un ciudadano de segunda clase por no tener una vacuna. “Si me obligan me la voy a poner en silencio, pero quedaré con un profundo resentimie­nto y rabia hacia el gobierno por lo que me hicieron”, dijo.

››Más de 4 millones de muertos por el virus y los contagios crecientes por la variante delta llevan a medidas radicales.

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/ AFP Pedir el código de acceso sanitario, que certifique vacunación contra el COVID19, se está volviendo común para ingresar a cualquier local. Discoteca en San Francisco, California.

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