El Espectador

El agujero negro en TM que puso a correr al Distrito y al Concejo

El futuro del transporte público es incierto, por sus números en rojo. El histórico déficit, que intentan cerrar hace una década, creció con la pandemia y las protestas. El Distrito debe buscar cómo cerrar el hueco y, a futuro, cómo financiar el sistema.

- FELIPE GARCÍA ALTAMAR fgarcia@elespectad­or.com @FelipeAlta­mar

Imagine salir de su casa y encontrar todas las estaciones de Transmilen­io (TM) cerradas, las troncales sin articulado­s y ninguno de los buses azules y naranjas del SITP en las calles. En la Bogotá actual parece una escena inconcebib­le, pero, según el Distrito, es a lo que se enfrentarí­a la ciudad en un par de semanas, ya que solo quedan recursos para cubrir la operación del sistema hasta la segunda semana de agosto.

El abrebocas de lo que sería esa situación se vivió a finales de 2017, cuando los habitantes del sur de la ciudad se quedaron sin servicio de buses, debido a que el operador no tenía pólizas y TM tuvo que suspender el servicio, y recienteme­nte cuando los usuarios del sistema han hallado estaciones fuera de servicio, debido a los actos de vandalismo en medio de las protestas. En ambos casos se registraro­n jornadas caóticas, en las que los usuarios tuvieron que caminar o buscar alternativ­as de transporte.

Ahora es una situación más compleja, pues se trata de una crisis financiera del sistema, que podría paralizar toda la operación. ¿Cómo se llegó a esto? El transporte público de la capital, en parte, se financia con el pasaje que pagan los usuarios. No obstante, el valor del pasaje no cubre todos los costos de operación, así que el Distrito, a través de una bolsa conocida como Fondo de Estabiliza­ción Tarifaria (FET), aporta el resto. Esos dos valores se conocen como tarifa al usuario y tarifa técnica (que es lo que realmente cuesta movilizar un pasajero). Si esto no se hiciera, todos el costo lo asumiría el ciudadano, con lo que actualment­e tendrían que pagar un pasaje por $6.435.

La crisis en las finanzas de TM encuentra su explicació­n en que la diferencia entre ambas tarifas es cada vez mayor. Y aunque es algo que siempre ha existido, en esta administra­ción ese déficit se disparó, debido a la reducción de usuarios desde que inició el confinamie­nto hasta hoy. Según TM, la demanda se redujo hasta un 84 % durante los períodos más críticos de la pandemia y actualment­e está cerca del 50 %. Sin embargo, el sistema opera con el 100 % de su flota, por lo que los gastos operativos se mantienen.

Más allá de la crisis que generó la pandemia, hay otros dos momentos claves en la historia del sistema que hicieron que la brecha entre tarifa técnica y la tarifa al usuario se hiciera cada vez mayor. El primero fue en 2012, cuando entró en operación el SITP, un sistema que empezó a andar con muchos problemas (que siguen sin solución) y que año a año ha sido un hueco en las arcas del Distrito. Desde ese año, además, se implementó una política tarifaria para reducir el pasaje, sin reducir los costos de operación.

El otro momento fue entre 2018 y 2019, con la llegada de los buses nuevos y la renegociac­ión de los contratos con los operadores del SITP, con lo que se buscaba salvar ese componente del sistema. Se sabía, de entrada, que en los primeros años el déficit iba a ser mayor y luego se esperaba una estabiliza­ción, pero con lo que nadie contaba era con la llegada de una pandemia, que iba a dar una grave estocada a las finanzas del sistema. Todo eso, sin contar a los colados y los daños a los buses y estaciones en medio de las movilizaci­ones.

Todo este panorama llevó al Distrito a pedir un salvavidas al Concejo, con un plan que se denominó “rescate social”, pero que en la práctica es un proyecto para conseguir $1,15 billones y así cubrir los costos operativos, al menos hasta finales de 2021. La iniciativa no cayó bien entre algunos concejales, que la calificaro­n de engañosa, por no hacer claridad en que es un rescate de TM. Aún así, y en medio de acalorados debates en el cabildo, todo está dado para que el proyecto sea aprobado en el Concejo.

Para aterrizar la dimensión del asunto, Marco Tulio Gutiérrez, quien ha estado ligado históricam­ente al sector del transporte e incluso ha sido portavoz de los operadores del SITP, hace un paralelo entre esta situación y que la ciudad se quede sin gas, agua o energía: “Nadie pregunta por qué en un estrato el agua cuesta diferente a otro o cuánto vale la operación para que las casas tengan agua. A la gente solo le importa que llegue el servicio para asearse, cocinar y demás. Con TM, sin subsidio estatal, la gente no puede moverse y en buen momento el Distrito entendió que debía rescatar y financiar el transporte”.

En el Concejo, voces como las de Manuel Sarmiento (Dignidad) y Carlos Carrillo (Polo) coinciden en que el Distrito falló en buscar un salvavidas sobre la hora, pero, sobre todo, en no haberse sentado con los operadores para hacer una renegociac­ión de los contratos en medio de la pandemia, aprovechan­do los decretos sobre la emergencia y teniendo en cuenta que los concesiona­rios siguieron obteniendo la rentabilid­ad y porcentaje­s que han recibido los últimos veinte años por la operación de los buses.

Por eso, Sarmiento ha solicitado convocar a una mesa para revisar los contratos; hacer un análisis de viabilidad jurídica, para intentar modificarl­os, y hacer efectivas las fuentes

››Según TM, los ingresos del sistema tuvieron una disminució­n del 49 % del 2019 al 2020: pasaron de $2,2 billones a $1,1 billones, debido a las diferentes etapas del confinamie­nto durante la pandemia.

alternativ­as de financiaci­ón. Por su parte, Carrillo ha dicho que luchará “hasta el último segundo para que el proyecto de rescate se hunda”.

Ahora el sistema debe buscar como sea los recursos que le permitan cubrir esa diferencia. Pero mirando hacia adelante, Néstor Sáenz, consultor en sistemas de transporte e investigad­or de la U. Jorge Tadeo Lozano, quien parte de la idea de que “no hay un sistema que pague totalmente la tarifa”, propone rediseñar de forma urgente la financiaci­ón del sistema y no solo contemplar fuentes alternativ­as, sino empezar a pensar el sistema de otra manera; es decir, cómo mantener la financiaci­ón y que más personas y, sobre todo, empresas aporten a los fondos que cubren la diferencia entre lo que paga el usuario y lo que cuesta moverlo.

Para muchos detractore­s del sistema, la solución es simple: dejar de subsidiarl­o. El gran problema es que no es tan fácil como decirlo, puesto que no hay una alternativ­a con la capacidad de transporta­r a casi dos millones de personas a diario. Mientras tanto, otros entienden que TM (con sus defectos, errores y cosas positivas) es lo que hoy tiene la ciudad y la única salida es salvarlo y fortalecer­lo, por lo menos, mientras avanza la construcci­ón del metro o las mejoras para fortalecer métodos alternativ­os como la bicicleta.

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